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Se cumplen 120 años de la muerte de Giuseppe Verdi

[vc_row][vc_column][vc_video link=”https://youtu.be/pvijEkZ69zg”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Una vez terminó de componer Aida, cuyo fastuoso estreno se realizó el 24 de diciembre de 1871 en el Teatro de la Ópera de El Cairo, Egipto, bajo la batuta de Giovanni Bottesini, Giuseppe Verdi decidió que su carrera como compositor había llegado a su fin.

Sin embargo, en 1879, un libreto de Arrigo Boito basado en la célebre tragedia de William Shakespeare, hizo que Verdi abandonara su retiro voluntario y comenzara a componer la ópera Otello, la cual se estrenó, con un rotundo éxito, el 5 de febrero de 1887 en el Teatro de La Scala de Milán.

Entonces, Verdi dijo: “Después de haber masacrado implacablemente a tantos héroes y heroínas, por fin tengo derecho a reír un poco”, y se puso a escribir, con otro libreto de Arrigo Boito, la que sería su única comedia lírica y su última ópera: Falstaff, la cual se estrenó el 9 de febrero de 1893, también en La Scala, cuando el músico italiano tenía 80 años.

Verdi, nacido el 10 de octubre de 1813 en Le Roncole, en la provincia de Parma, era inmensamente rico y generoso. Por eso, a partir de 1895, mandó construir en Milán la Casa di Riposo per Musicisti, un hogar de descanso para músicos retirados, así como un hospital en Villanova sull’Arda, en la provincia de Piacenza.

A principios de 1897 padeció un ligero ataque cerebral, pero a los pocos minutos empezó a recuperarse. Ese mismo año publicó sus Quatro pezzi sacri: Ave Maria, Stabat Mater, Laudi alla Vergine Maria y Te Deum) y perdió a su segunda esposa, Giuseppina Strepponi, lo que supuso un fuerte golpe anímico para él.

Verdi había sido un hombre sano prácticamente toda su vida. Ahora comentaba que estaba un tanto ciego y sordo, y se quejaba de que se le escapaba cada vez más la memoria y no dormía a causa del insomnio.

En la mañana del 21 de enero de 1901, en su habitación del Gran Hotel de Milán, donde vivía, sufrió una embolia que le dejó el lado derecho de su cuerpo completamente paralizado.

Apenas fue divulgada la noticia de su mal estado de salud, una enorme multitud se agolpó frente al Gran Hotel. Y para evitar que se produjera cualquier ruido que pudiera molestarlo, se cubrió con paja las calles vecinas y se redujo la circulación en la Via Manzoni.

Verdi, quien había entrado en coma, ya no resistió más y murió hacia las tres de la tarde del 27 de enero, a los 87 años, rodeado por Arrigo Boito, la soprano Teresa Stolz y sus editores Giulio y Tito Ricordi, entre otras personas.

En señal de luto, las banderas ondearon con listones negros, los teatros y comercios cerraron sus puertas, y los periódicos publicaron ediciones especiales en la que daban cuenta de su fallecimiento, con los bordes de sus páginas impresos en negro.

Verdi fue enterrado en una ceremonia privada en el Cimitero Monumentale de Milán pero, al cabo de un mes, sus restos, junto con los de Giuseppina Strepponi, fueron exhumados y llevados a la capilla de la Casa di Riposo per Musicisti, donde aún hoy permanecen.

En esta ocasión, unas 300 mil personas acompañaron el cortejo fúnebre y la orquesta de La Scala y más de 800 voces interpretaron, bajo la batuta de Arturo Toscanini, el coro “Va, pensiero”, de otra de sus creaciones: Nabucco.

 

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