ormido en el Aula Magna, siempre con sus libros a la mano, charlando en la celda sobre su novela El apando o pidiendo que si lo iban a mandar a la cárcel que fuera a las Islas Marías, pues ahí podía leer todo lo que quería.
Así recordaron compañeros de celda, colaboradores, alumnos y hoy profesores de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), a José Revueltas y el 68 en el homenaje que le rindió esta casa de estudios y que fue presidido por Enrique Linares Salgado, director de esa entidad académica.
Este encuentro, realizado en el Aula Magna, marca el inicio de una serie de eventos para resaltar la figura del creador de El luto humano, que inspiró y alentó no sólo con ideales sino con acciones el movimiento de 1968, del cual se conmemoran 50 años, comentó Luis Gómez, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, quien moderó la reunión.
Mario Rechy, quien fue compañero de celda de Revueltas, enfatizó que traer a la memoria al autor de Los motivos de Caín sólo por su participación en el 68, reduciría su figura, pues fue un personaje al que le gustaba llegar a la realidad de las cosas y no sólo ver las consecuencias.
“A 42 años de su desaparición física, el pensamiento de José tiene enorme actualidad y sigue siendo fuente de inspiración para luchar por un cambio profundo en la historia nacional; pero, ojo, cambio basado en la participación de la gente, no del gobierno”, enfatizó el antropólogo.
Igualmente, recordó que cuando José Revueltas llegó a la Facultad de Filosofía para sumarse al movimiento en 1968, lo hizo convencido de que la revolución empezaba por una reflexión epistemológica, pidiendo ser parte de la discusión y la práctica.
“José introdujo temas como autogestión, democracia participativa, rechazo del autoritarismo del Estado y búsqueda de las clases trabajadoras para sumarlas al movimiento con sus propias demandas”, añadió quien fue también alumno y amigo de Revueltas.
Militancia
A su vez, Rocato Bablot, autor de Las Revueltas de Pepe, rememoró la convicción del autor de Los muros de agua de participar sólo en partidos comunistas al verlos como la única oportunidad de militancia.
“Es difícil porque Revueltas es de la gente más olvidada, aun cuando tuvo merecimientos altísimos y hasta la fecha se sigue haciendo a un lado su novelística. Creo que siempre ha sido leído ideológicamente y no como literato”, señaló Rocato.
A José no le gustaba que le dijeran Pepe, pero por su pensamiento muchos gobiernos lo metieron a la cárcel, por lo que siempre fue un preso político, tras recordar aquella vez en la que afirmó que, en cuanto a prisiones, prefería las Islas Marías, pues allá podía leer todo lo que deseaba.
En tanto, Fabrizio Mejía, biógrafo de Revueltas y egresado de la FFyL, leyó un fragmento de su novela Esa luz que nos deslumbra, que será presentada en julio próximo.
“Debemos pensar en este movimiento como la renovación de una democracia, no como una operación aritmética de relaciones entre cantidades homogéneas, sino como la heterogeneidad de juicios concurrentes, de cualidades distintas, dentro de una democracia con la libertad de opinar y discrepar”, dio esa primicia a los asistentes al homenaje.
Finalmente, tras saludar a excolaboradores y amigos de la lucha estudiantil, Francisco Martínez Marcué, quien en esa época estudiaba en el Colegio Nocturno José Vasconcelos, contó que conoció a Revueltas en la casa de un amigo y cómo éste siempre manifestó la solidaridad de los artistas e intelectuales, además de compartir con él fragmentos de su libro.
“Me platicaba de su novela, que era de las experiencias de los presos que se portaban mal y eran enviados al apando”, dijo ante estudiantes y académicos.