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¿Por qué las mujeres odian que les digan señora?

Para muchas mujeres resulta incómodo e incluso molesto que las llamen “señora”. Intentan evitar la palabra y hasta se esconden cuando alguien las nombra de esa manera. Pero, ¿por qué les causa tanto disgusto?

Hortensia Moreno, académica del Centro de Investigación y Estudios de Género y directora de la revista Debate Feminista, afirma que la palabra “señora” tiene tres connotaciones sociales que resultan chocantes para las mujeres, ya que reflejan estereotipos de género aún vigentes en la sociedad actual, pese a pertenecer a una formación simbólica antigua.

Estas connotaciones se centran en la sexualidad, el estado civil y la edad, aspectos entrelazados que contienen alusiones poco gratas en la vida de las mujeres, según la experta de la UNAM.

  1. Sexualidad: La palabra señora se contrapone a la palabra señorita y se relaciona con la pérdida de la virginidad. Popularmente, hay mensajes sociales que distinguen claramente entre las mujeres que conservan su virginidad y las que ya la han perdido.

Por ejemplo, en “La San Marqueña”, una canción muy popular en la Costa Chica de Guerrero, uno de sus versos dice: “San Marcos tiene la fama de las mujeres bonitas, Acapulco también tiene, pero no son señoritas”.

Aquí se alude a la vida depravada de las acapulqueñas, y así entra en juego el estereotipo de género que diferencia a las chicas decentes de las no decentes, es decir, “la puta” y “la santa”.

A pesar de que en la actualidad hay una revolución sexual y una mayor aceptación de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la sociedad sigue cargando con el peso de las palabras señorita y señora.

Se trata de una valoración que degrada a las mujeres en un doble patrón de moral sexual, porque no se aplica el mismo criterio para los hombres. Para ellos, tener muchas relaciones sexuales es una forma de aumentar su valor, mientras que, para las mujeres, significa ser promiscuas.

La pérdida de la virginidad, al menos en el siglo pasado, representaba una devaluación de la mujer.

  1. Estado civil: En este aspecto, se otorga a las mujeres un espacio dentro de la familia y se enfatiza su relación con los hombres. Por ejemplo, una mujer es la señora o esposa de alguien, y es la mamá de “Pepito”. Es decir, no se habla de las chicas en sí mismas, sino de un lugar que ocupan dentro de la familia.

En los medios de comunicación, se busca a atletas, cantantes y artistas para saber si tienen pareja o si ya terminaron. Un claro ejemplo es Shakira, una mujer rica, talentosa e influyente, y el énfasis se pone en su estado civil.

Se trata de subrayar el lugar de las mujeres en el espacio doméstico o la vida privada y su relación con los hombres. Así, la mujer se convierte en propiedad de alguien.

  1. La edad: Cuando las mujeres se encuentran en un espacio público o en un lugar donde nadie las conoce, a veces las personas no saben cómo referirse a ellas. De hecho, hay dos opciones: señora o señorita, y se trata de una distinción de la edad.

Por ejemplo, a una joven de 15 a 30 años todos la llaman señorita, pero a una mujer de 40 años, la mayoría le dirá señora. No obstante, cuando una “señorita” pasa a ser “señora” es un momento crítico en la vida de una mujer. Independientemente de si una chica es virgen o no, si está casada o no, si tiene hijos o no, no hay equivocación: las marcas de la edad son claras. Desde ese momento es señora.

Sin embargo, el tema de la edad tiene una relevancia más grave para las mujeres que para los hombres. Que las llamen señorita significa ser joven y atractiva, encontrarse dentro del mercado de la vida sexual o matrimonial.

Es una situación relacionada con el cuerpo, cómo luce, se valora y se representa dentro de esta sociedad. Se trata de una producción de estereotipos de género, sexualidad y edad. En el momento en que le dicen señora a una mujer, significa la pérdida de su valor en el mercado, su sexualidad y su atractivo para el sexo opuesto.

“No me gusta que me llamen señora”

La Real Academia de la Lengua Española indica que la palabra señora se utiliza para personas casadas o viudas. Además, es un término de cortesía para dirigirse a una mujer cuyo nombre se desconoce.

Al respecto, Ana Celia Chapa, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, dijo que se ha inculcado esta palabra cuando una mujer pierde valor. En esta sociedad, la juventud es una fuente de belleza.

“Esta palabra se utiliza como un término de respeto, entre comillas, pero más bien está asociado con la propiedad privada”. Es decir, una mujer casada y con hijos no es accesible para entablar otras relaciones, principalmente de tipo sexual.

Además, tiene que ver con la edad reproductiva de las mujeres, y su valor reside en la posibilidad de procrear y estar dentro del ciclo biológico. Si ya no son jóvenes, pasan a ser señoras en un contexto donde no hay otra cosa que las defina, porque la valía de las mujeres reside en el sistema patriarcal.

A las mujeres no les gusta que las llamen señoras porque asocian la palabra con la pérdida de la juventud y la capacidad reproductiva, e incluso tiene aspectos negativos.

A partir de los 35 años, cuando aparecen las primeras canas y su cuerpo cambia, y por primera vez las llaman “señora”, eso significa un fuerte golpe que las hace sentir mal porque se sienten menos valiosas y que han perdido algo. Finalmente, esto impacta directamente en su autoestima.

Aunque una mujer trate de que no le afecte, el contexto le plantea la pérdida de la posibilidad reproductiva, asociada a la producción de óvulos, lo que representa un fuerte impacto negativo. Además, cuando se está en una edad adulta, se subestima la capacidad intelectual.

Asimismo, no tener hijos debería ser una decisión de cada mujer; sin embargo, se sigue asociando a la valía de cada una. Si se pierde esta posibilidad, tienen menos valor.

¿Y los hombres?

En contraste, para los hombres la situación es diferente, ya que su capacidad reproductiva no se ve afectada por la edad. Ellos pueden tener hijos a los 40, 50 e incluso 60 años.

Asimismo, referirse a un hombre como “señor” no conlleva una connotación negativa; de hecho, puede otorgarles un cierto prestigio al reconocer su posición social como padres, aunque no se involucren directamente en la crianza.

Los hombres suelen ser valorados por su participación en la esfera pública, su desarrollo profesional y su estatus económico. En cambio, para las mujeres, estas áreas suelen estar más limitadas, quedando relegadas principalmente a la maternidad y la juventud.

Ideas destacadas

  1. La palabra “señora” provoca malestar en algunas mujeres debido a sus connotaciones sociales relacionadas con la sexualidad, el estado civil y la edad.
  2. El término “señora” puede hacer alusión a la pérdida de la virginidad y a la distinción entre mujeres “decentes” y “no decentes”.
  3. La valoración de las mujeres a menudo sigue un doble patrón de moral sexual, en comparación con los hombres.
  4. La palabra “señora” enfatiza el lugar de las mujeres dentro de la familia y su relación con los hombres.
  5. El término “señora” también está vinculado a la edad y puede ser interpretado como un indicador de pérdida de valor en el “mercado” de la vida sexual o matrimonial.
  6. Las mujeres pueden sentir que su autoestima se ve afectada al ser llamadas “señoras”, especialmente en relación con la capacidad reproductiva y la juventud.
  7. Los hombres, en cambio, no experimentan este mismo tipo de estigmatización en función de su edad o estado civil.