Al igual que en 1985, la solidaridad inundó las calles de la Ciudad de México. Nadie les pidió que se acercaran a los edificios colapsados, ni que arriesgaran su vida entre fierros retorcidos, trabes vencidas y fugas de gas. Armados de picos, palas, cubetas, carritos del supermercado, los voluntarios se treparon sobre los escombros de edificios derruidos. Todos gritaban, todos sugerían, daban órdenes, intentaban organizarse, improvisaban códigos para el rescate. El más importante: el de guardar silencio para escuchar al sobreviviente. Los rescatistas alzaban el brazo derecho con el puño cerrado y todos sabían que significaba la esperanza de encontrar un indicio de vida.
Algunos habían vivido ya esa historia. Otros fueron testigos por primera vez de esta solidaridad. En 1985 la difusión de esta ayuda sin convocatoria fue conocida gradualmente. Dependíamos de la radio y de los canales de televisión que funcionaban, había periódicos vespertinos. El 19 de septiembre de 2017, apenas unos instantes posteriores al sismo, en las redes sociales ya se habían publicado los primeros testimonios de la tragedia: edificios que caían, incendios, las aguas agitadas del canal de Xochimilco y los turistas diciendo: Oh my God!, personas llorando en las calles, otras más con crisis nerviosa clamando por el familiar perdido en los escombros.
No sólo se difundió información al momento, o fotos y videos de los daños. Esta vez no se trataba de conseguir retuits, fav’s, likes o ganar seguidores. Se trataba de ayudar, de compartir información, y sobre todo, de ofrecer ayuda. Desde cuadrillas de albañiles, grúas, enfermeras, hasta servicios de ayuda psicológica. Lugares como el Foro Shakespeare proporcionaron sus instalaciones y su wifi para quien lo necesitara. Twitter y Facebook estuvieron inundados de publicaciones de usuarios ofreciendo su casa a desconocidos. De la era de la desconfianza a la solidaridad incondicional; de la inconformidad y la protesta a la acción y la organización.
Hay una nueva generación a la que ya no tienen nada que contarle. Ya tienen su 19 de septiembre. Es una generación que no pidió al gobierno que resolviera, salió a las calles, llegó al Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, por ejemplo, y se ofreció como voluntaria, tienen una causa.
Los miles reunidos a las afueras del Olímpico forman parte de las brigadas que ayudarán a la reconstrucción de esta ciudad. Son más que un hashtag, el #FuerzaMéxico no será de los gobernantes, ni de ningún comunicador, como tampoco lo fue en 1985.