Tras el desastre de Chernóbil, en el cual se liberaron una cantidad de elementos radiactivos equivalente a casi 400 veces los producidos por la explosión nuclear de Hiroshima en la atmósfera, toda el área circundante fue desalojada y se creó la llamada zona de exclusión, un área donde la contaminación radioactiva es tan grande que por mucho tiempo se pensó que sería imposible que la vida volviera a florecer en ella. Hoy, a 34 años del peor desastre nuclear de la historia, esta zona les ofrece a los científicos una oportunidad única para comprender los efectos de la radiación sobre la naturaleza a mediano y largo plazo.