Una visión común de la globalización es necesaria para dar a las naciones una postura común del mundo
· Ansiedad y desconfianza es lo que tenemos en común en todo el mundo
· La debilidad de los sistemas educativos es considerar sólo el sentido técnico
Las redes sociales son un lugar de guerra e intercambio de información y opiniones. Se vuelve peligroso hablar en público cuando las palabras denuncian, acusan o condenan. La sospecha atrapa los discursos para provocar linchamientos mediáticos que son el material populista de las redes sociales y la gloria de los locutores poco escrupulosos, señaló la Dra. Monique Castillo, filosofa francesa, durante la conferencia internacional ‘Universidades jesuitas: hacia la trasformación del mundo’, celebrada en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Castillo señaló que las inequidades económicas, reclamos de identidad y el regreso de las guerras a nivel internacional no hacen de la comunicación la herramienta de la solidaridad humana que soñaron los pacifistas.
La filósofa impartió la conferencia ‘La Globalización: origen de nuevas necesidades culturales’, en la que planteó que una visión común de la globalización es necesaria para dar a las naciones una visión común del mundo, involucrando la idea de un posible bien común que permita a los pueblos heterogéneos sentirse pertenecientes a un mundo común, para compartir la misma esperanza y trabajar por la colectividad de la especie humana.
Sin embargo, aseguró que actualmente la globalización es más económica que jurídica, y es menor la esperanza de una unión colectiva de la raza humana bajo las mismas leyes, pues en las mentes está la incertidumbre, la imprevisibilidad y la inseguridad. En lugar de ser un factor de esperanza, el futuro es lo que no está asegurado y, por lo tanto, lo que asusta. De este modo, la ansiedad y la desconfianza se convierten, paradójicamente, en lo que tenemos en común en todo el mundo.
La especialista señaló que la innovación es la réplica a los efectos de la globalización. Ya que los bienes y servicios cambian constantemente, la mejor manera para no experimentar el cambio es producirlo e innovarlo constantemente; pero esta práctica es estrictamente técnica y siempre tiene como resultado más competencia, urgencia y desigualdad en la carrera hacia el éxito.
En ese sentido, comentó que ante los perniciosos efectos de una competencia salvaje, la innovación también tiene otra misión, que consiste en dirigir la globalización hacia los propósitos sociales y ambientales. Para llegar a ese punto, se requiere un cambio en la manera de pensar para examinar los aspectos económicos de manera diferente.
“Es necesario incluir el sentido de existencia, los vínculos con otros y el futuro del planeta para que la actividad económica no sólo produzca cosas, sino que también favorezca las relaciones humanas, las iniciativas y potencialidades de acción y significado”, señaló la doctora en Filosofía por la Universidad Paris XII.
La filósofa señaló que el innovador-creador no actúa sobre las cosas, sino sobre las ideas y los deseos. No transforma los objetos, sino nuestra relación con ellos. Actúa sobre el significado que tienen para nosotros, es decir, sobre sus valores. El creador ve el significado de las cosas, y por su sentido, mueve el mundo. Por ejemplo, un ingeniero es un técnico del cambio, pero el creador es el que inspira. Para el técnico, el cambio es un producto, es el resultado de los esfuerzos y el cálculo de la inteligencia. Para el creador, el cambio es un comienzo que inaugura una nueva historia que se vive para un bien, un servicio o un grupo. La creatividad es una fuerza inventiva que actúa a largo plazo.
“La debilidad de la mayoría de los sistemas educativos es considerar únicamente el sentido técnico de la necesidad para que la población adquiera el dominio digital del conocimiento (introduciendo el uso de la computadora a temprana edad), sin comprender que no se trata sólo de una pericia mecánicamente reproducible, sino de un cambio profundo en la relación con el mundo y la cultura”, dijo.
Castillo aseguró que con la internet se tiene que repensar la cultura democrática, pues el fenómeno es mucho más que un avatar económico, es un cambio profundo en la civilización que exige un nuevo acuerdo entre la economía, la política y la cultura.
Destacó que el uso de la computadora no es suficiente para democratizar la educación, ni para elevar el nivel cultural y promover los intercambios entre las personas. Los intereses de la industria digital (multiplicar el número de usuarios mediante la simplificación, diversiones atractivas, velocidad, desinhibición emocional) no son los intereses de la cultura pública o ética (incrementar la cooperación intelectual, intercomprensión, inteligencia colectiva, fomentar el acceso y participación en el conocimiento).