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De sequía a diluvios: ¿qué son y cómo nos afectan los latigazos hidroclimáticos?

California es el laboratorio mundial de los extremos: lluvias torrenciales, sequías y ahora incendios intensos en menos de tres años. ¿Qué está pasando con el clima?

En los últimos años, California (Estados Unidos) ha experimentado severos contrastes climáticos. Entre 2022 y 2023, enfrentó precipitaciones extremas que provocaron inundaciones generalizadas. Durante 2024, las sequías volvieron a hacerse presentes en el estado y, al iniciar 2025 —específicamente el 7 de enero—, comenzó una serie de incendios forestales que concluyó el 1 de febrero.

Esta creciente volatilidad climática, que alterna abruptamente entre lluvias intensas y sequías severas, es un claro ejemplo de los llamados latigazos hidroclimáticos. Este fenómeno, cada vez más frecuente en California y otras partes del mundo, refleja los efectos del cambio climático al intensificar y acortar los ciclos entre extremos opuestos, dificultando la planificación y la respuesta ante desastres naturales.

«En un planeta más caliente pueden presentarse lluvias más intensas, pero también sequías más fuertes.»

De acuerdo con un estudio elaborado por investigadores estadounidenses y suizos (Swain et al., 2025), estos fenómenos han aumentado entre un 31 % y un 66 %, y se prevé que en el futuro afecten especialmente al norte de África, Oriente Medio, el sur de Asia y el norte de Eurasia, así como el Pacífico y el Atlántico tropicales. No obstante, la mayoría de las regiones del planeta también experimentarán estos cambios.

Frente a este escenario, es urgente comprender qué son los latigazos hidroclimáticos, cómo se manifiestan, qué consecuencias generan sobre los ecosistemas y las sociedades, y cuáles son las estrategias más eficaces para anticiparse y adaptarse a ellos. Un conocimiento claro de estos eventos es clave para que tanto la población como los tomadores de decisiones desarrollen modelos de planificación climática acordes con esta nueva realidad de extremos cada vez más frecuentes y severos.

¿Qué son los latigazos hidroclimáticos?

«A estos cambios bruscos entre extremos opuestos los conocemos como latigazos hidroclimáticos: transiciones rápidas entre sequía y exceso de lluvia», explicó el Dr. Alejandro Jaramillo Moreno, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.

El ciclo del agua es un proceso natural: el agua se evapora, forma nubes y cae como lluvia, repitiéndose una y otra vez. Pero este ciclo también puede dar lugar a eventos extremos. A veces hay lluvias intensas e inundaciones; otras veces, sequías prolongadas. Lo nuevo no son los extremos en sí, sino la rapidez con la que se suceden.

Estos latigazos han aumentado en frecuencia debido principalmente al calentamiento global:

«A mayor temperatura, la atmósfera puede retener más vapor de agua, y eso intensifica el ciclo del agua», comentó Jaramillo Moreno.
«No solo tenemos más extremos, sino que también aumenta la posibilidad de transiciones rápidas entre ellos.»

Además del cambio climático, estos eventos están influenciados por fenómenos como El Niño o la Oscilación Madden-Julian, que afectan tanto al océano como a la atmósfera, intensificando o haciendo más frecuentes los latigazos en ciertas regiones.

¿En qué se diferencian de otros eventos?

Aunque pueden parecer simples episodios de sequía o tormentas intensas, los latigazos hidroclimáticos no se limitan a un solo fenómeno, sino que implican una transición abrupta entre los extremos del ciclo hidrológico.

«Una sequía o una tormenta aislada ocurren por sí solas y no implican necesariamente ese salto al extremo contrario», dijo el experto.
«Los latigazos son más complejos y pueden tener impactos más graves, porque la rapidez del cambio toma por sorpresa a la sociedad.»

¿Estamos preparados para enfrentarlos?

Tomando como referencia a California, donde estos eventos son cada vez más comunes, preguntamos a Jaramillo Moreno si las comunidades están suficientemente informadas y preparadas.

Su diagnóstico es claro: la infraestructura actual fue diseñada para un clima más predecible, no para cambios tan bruscos como los que hoy enfrentamos. Las presas, los sistemas de drenaje y las alertas tempranas ya no son suficientes.

«Lo más importante es aprender a adaptarnos con flexibilidad, porque ya no podemos seguir tratando sequías y lluvias intensas como problemas aislados.»

Se necesitan nuevas estrategias de gestión, más dinámicas y capaces de responder a ambos extremos al mismo tiempo.

Una nueva forma de gestionar el agua

Más allá de infraestructura y políticas climáticas, la gestión del agua juega un papel crucial.

«Los sistemas de gestión deben ser más flexibles y adaptarse rápido a los cambios del clima», señaló el investigador.
«Canalizar demasiado un río puede evitar una inundación puntual, pero también impide que el agua recargue los acuíferos, dejándonos más vulnerables a futuras sequías.»

La clave está en una gestión integral e informada, basada en ciencia, pronósticos climáticos y soluciones naturales.

Adaptarse a un clima cambiante

El desafío no es menor, pero tampoco es imposible. Para enfrentarlo, es indispensable:

  • Actualizar infraestructura
  • Diseñar políticas para extremos simultáneos
  • Mejorar los sistemas de alerta y planeación urbana
  • Fomentar soluciones basadas en la naturaleza
  • Comunicar claramente los riesgos a la población

«En el fondo, hay muchas formas de adaptarnos, pero todas deben ser flexibles, interconectadas y pensadas para un clima en transformación», concluyó Jaramillo.