En medio de la turbulencia desatada por el gasolinazo, los partidos de oposición han salido a demostrar una cosa: que sólo son un instrumento del sistema y que hasta ahora se dan cuenta. Su debilidad e ingenuidad de haber sido utilizados queda exhibida al pretender unirse a las manifestaciones ciudadanas de los últimos días, marchas de las que han sido expulsados entre gritos de “sin partidos” lanzados por los ciudadanos que estupefactos los miran, sin comprender su presencia.
No se entiende la participación de los partidos de oposición en las marchas. Los ciudadanos es lo único que tenemos, la manifestación en las calles, un repertorio de acción quizá ya rebasado y tal vez anacrónico, pero es lo que tenemos y hacemos uso de esta forma de acción para manifestar nuestro descontento. No se comprende la presencia de diputados y senadores en las marchas convocadas por la sociedad civil, como tampoco se entiende la convocatoria de líderes partidistas a asistir “en calidad de ciudadanos”.
Sólo demuestran que ellos no tienen poder de decisión alguno, no tienen peso en el sistema y el estado de cosas que ayudaron a construir (ya sea por acción u omisión) por lo que se ven arrastrados a las calles a protestar sobre lo que no pudieron ni quisieron defender, por ejemplo, en la tribuna del Congreso de la Unión. Hoy reniegan de las consecuencias de su adhesión al Pacto por México con el que se aliaron a Enrique Peña para “Mover a México”. Hoy de pronto se les han borrado de la memoria las coaliciones electorales que firmaron con el PRI para las elecciones estatales del año pasado. Hoy a la oposición se le olvida que sus votos a favor de las reformas energética y fiscal le dieron al PRI la mayoría que necesitaba para sacar adelante las reformas estructurales. Es un juego de coaliciones informales coyunturales que ha permitido que el partido en el poder y los poderes fácticos mantengan los beneficios del poder y la oposición tiene la responsabilidad histórica de haber formado parte de ello.
Desde la teoría, un partido político puede ser concebido como un grupo intermediario entre la sociedad y el Estado, con capacidad para presentar candidatos a cargos públicos, que participa en los procesos electorales y en la toma de decisiones públicas dentro del marco de las reglas del juego generalmente aceptadas, sin embargo los partidos de oposición en México se agotan en la instancia electoral, ya que fuera de la presentacion de candidatos a elecciones no cumplen con la función básica de los partidos que es la de fungir como intermediarios ente la sociedad y el Estado.
Los ciudadanos en realidad no tenemos los instrumentos legales suficientes y adecuados para poder llamar a cuentas políticas y legales a nuestros representantes. Impotentes usamos las redes sociales y nos manifestamos; por su parte, la oposición hace lo mismo y muestra su debilidad. Parece que lo único que les queda, como a nosotros, es salir a la calle con mantas a gritar consignas. Se perciben tan fuera de la mesa de negociación que sólo pueden salir a las calles, tal como nosotros se sienten impotentes para hacer frente a las decisiones del Ejecutivo. Se muestran incapaces de examinarse con el objetivo de afrontar su responsabilidad y plantear soluciones para intentar paliar los efectos del monstruo que ayudaron a crear.
Sería importante que alguien les recordara que ellos son también parte del sistema contra el que se manifiestan, que ellos también son gobierno en estados y municipios y más aún que forman parte del Congreso de la Unión, por lo tanto, aunque parezca verdad de Perogrullo y sea reiterativa: también forman gobierno. Al salir a las calles la oposición nos está diciendo que no hay pesos ni contrapesos, que no son capaces de hacer valer su posición en los órganos de representación y que no tienen voz ni voto en las decisiones trascendentales de nuestro país.
Como ciudadana tengo dos preguntas ¿por qué votaría por un partido político que no tiene la capacidad de participar efectivamente en las decisiones públicas?, ¿por qué votar por la oposición? Y esas no son preguntas retóricas.
*Maestrante en Humanidades en la Universidad Autónoma del Estado de México