Aunque es bien sabido que los contaminantes presentes en el aire resultan dañinos para los pulmones y vías respiratorias, estos también pueden ser perjudiciales para el resto de órganos y sistemas del cuerpo.
Se estima que alrededor de 500 mil muertes por cáncer de pulmón y 1.6 millones por EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) pueden ser atribuidas directamente a la contaminación del aire, pero es probable que también lo sean 19 por ciento de todas las muertes cardiovasculares y 21 por ciento de las cerebrovasculares.
La polución del aire también ha sido relacionada con otros padecimientos, como el cáncer de vejiga y la leucemia infantil. La exposición a contaminantes afecta el correcto desarrollo pulmonar en la infancia y esto puede ser causante de deterioro o deficiencia pulmonar en la adultez.
La contaminación del aire se asocia con la reducción de funciones cognitivas e incrementa el riesgo de padecer demencia.
La materia particulada en el aire (o partículas en suspensión con un diámetro aerodinámico menor a 2.5 μm) se asocia con retraso en el desarrollo psicomotor e inteligencia infantil deficiente. Hay estudios que enlazan la contaminación aérea con la prevalencia, morbilidad y mortalidad de diabetes mellitus.
Está contaminación afecta al sistema inmune y se asocia con rinitis alérgica, sensibilización alérgica y enfermedades autoinmunes. También tiene relación con osteoporosis y fracturas óseas, conjuntivitis, enfermedad de ojos secos, blefaritis o inflamación crónica del párpado, enfermedad intestinal inflamatoria, incremento de la coagulación intravascular y disminución de la tasa de filtración glomerular. Enfermedad atópica y urticaria de la piel, acné y envejecimiento prematuro de la piel también se relacionan con la contaminación aérea.
La contaminación del aire es controlable, por lo que muchos de éstos efectos adversos a la salud podrían ser prevenidos.
Tabla 1
La contaminación ha sido asociada con los siguientes procesos pato-biológicos, adicionalmente a los efectos en los órganos:
Alergia: Sensibilización alérgica.
Sangre y vasos sanguíneos: disfunción endotelial, arterosclerosis, trombosis, deficiencias en la formación de hemoglobina; carboxyhemoglobinemia.
Huesos: Desmineralización ósea.
Cerebro: disfunción cognitiva, desarrollo psicomotor y de inteligencia deficiente, estrés social; desórdenes en el ánimo; síntomas emocionales desfavorables.
Cáncer: acortamiento del telómero, detrimento en los genes involucrados con la reparación de daños en el ADN; inflamación; respuesta inmune y oxidativa al estrés; efectos epigenéticos.
Diabetes y metabolismo: incremento de hemoglobina glicosilada, resistencia a la insulina, leptina y niveles de endotelina-1; baja de niveles de péptido-1 similares al glucagón, hormona Ghrelina y niveles de glucagón.
Ojos: Incremento de lagrimeo (agudo) y ojos secos (crónico).
Corazón: cambios en el ritmo cardiaco, BP, y tono vascular; reducción variable en el ritmo cardiaco, defectos de conducción.
Riñones: radio de filtración glomerular disminuido, incremento de mortalidad en pacientes bajo tratamiento de diálisis.
Tracto respiratorio: tos, flemas, dificultad al respirar, hiper reactividad bronquial, exacerbación de múltiples condiciones respiratorias; impedimento de desarrollo pulmonar, transformación de asma a EPOC; reducción del rendimiento atlético; descenso en las mediciones espirométricas (función pulmonar).
Reproductivas: parto prematuro; bajo peso en recién nacidos; mala calidad del esperma; mal desarrollo del feto; inflamación intrauterina; bajos índices de fertilidad; incremento en el riesgo de parto prematuro; aborto espontáneo, ruptura prematura de las membranas y preclamsia. La exposición durante el embarazo se asocia a neoplasma y asma infantil.
Piel: Envejecimiento
Sueño: Asociado al incremento de los síntomas de la apnea de sueño
General: acortamiento de la esperanza de vida, con efectos aditivos o multiplicativos en sectores vulnerables de la población.
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