En 2009, en la primera Cumbre Global de Salud Mental, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer que, para 2030, la depresión se convertiría en la enfermedad más común de la humanidad, superando al cáncer y los trastornos cardiovasculares. Ante ese escenario, los científicos sumaron esfuerzos para encontrar cómo mejorar la calidad de vida de las personas que la padecen, pero aún continúan trabajando en ello.
Para tratar la depresión, trastorno mental que altera el comportamiento e incluso la salud física, actualmente se recurre a psicoterapias, medicamentos o la combinación de ambas alternativas.
Sin embargo, encontrar el tratamiento adecuado para una persona con depresión es una tarea de ensayo y error que puede durar meses o incluso años, tiempo en el que pueden empeorar los síntomas o se puede crear cierta resistencia ante los medicamentos. Entonces, ¿hay manera de acelerar este proceso? ¿Qué sucedería si se pudiera evaluar, con más exactitud, cómo la depresión está afectando el cerebro del paciente?
Un estudio elaborado por varias universidades de Estados Unidos, entre ellas Stanford, Columbia y Yale, identificó seis biotipos de depresión por medio de imágenes cerebrales combinadas con aprendizaje automático. Este descubrimiento, de acuerdo con Leanne M. Williams, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la Universidad de Stanford, podría ayudar a encontrar de forma más rápida el tratamiento adecuado para cada individuo.
Por su parte, los especialistas de la UNAM Ingrid Vargas Huicochea, coordinadora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina, y Gabriel Gutiérrez Ospina, investigador de la Facultad de Psicología, consideran este hallazgo como un gran avance.
“Abre perspectivas muy interesantes sobre la depresión. Primero, va a derribar ese mito de que es un estado de ánimo, para confirmar que es un estado mental. En segundo lugar, viene a reiterar que no hay una circuitería básica para la depresión, sino que es diferente para cada individuo —como ocurre con las personas que padecen autismo—, y entonces será necesario personalizar hasta cierto punto los tratamientos actuales”, comentó Gutiérrez Ospina.
Para Vargas Huicochea, este descubrimiento permitirá hacer mejores diagnósticos, ya que los actuales muchas veces sólo dependen de lo que diga el paciente y la capacidad de indagación del psicoterapeuta. Entonces, “contar con este material, que sin duda será un gran apoyo, nos va a permitir analizar mejor el cerebro e identificar qué es lo que está pasando en él”.
Los seis biotipos
Los autores del estudio analizaron datos de 801 participantes adultos previamente diagnosticados con depresión o ansiedad y 137 participantes sin depresión. Mediante imágenes por resonancia magnética (IRM), midieron la actividad cerebral de los participantes en estado de reposo, centrándose en las regiones del cerebro involucradas en la depresión y las conexiones entre éstas. Asimismo, se estudió la actividad cerebral en pruebas que evalúan el funcionamiento cognitivo y emocional.
Como resultado, se lograron identificar los siguientes seis biotipos de depresión:
- Depresión caracterizada por la hiperactividad en las regiones cognitivas, asociada con más ansiedad y con la anhedonia (incapacidad para experimentar placer).
- Depresión con niveles más altos de conectividad cerebral en tres regiones asociadas con este trastorno y la resolución de problemas.
- Depresión con niveles más bajos de actividad en el circuito cerebral que gestiona la atención.
- Depresión con una alta reactividad emocional.
- Depresión con menor actividad en las regiones cognitivas del cerebro y una menor conectividad en las regiones emocionales.
- Depresión que no presenta diferencias notables en la actividad cerebral.
A pesar de reconocer el avance que representa la identificación de estos biotipos, los expertos de la UNAM coincidieron en que aún no están completamente avalados. Por tanto, esta clasificación todavía no puede aplicarse en la práctica clínica y mucho menos ser utilizada para automedicarse.
“Incluso, yo aún no me atrevería a hablar de que se descubrieron seis biotipos de depresión; preferiría decir que son variables en los circuitos cerebrales. Es una propuesta interesante, que brindará un mayor rigor al diagnóstico psiquiátrico, pero necesitamos más evidencia para que los profesionales de la salud mental podamos emplearla”, manifestó la especialista Vargas Huicochea.
Gutiérrez Ospina, por su parte, a tiempo de recordar que la depresión es una mezcla de conductas, comportamientos y sentimientos que dependen de las circunstancias que rodean al paciente, advirtió: “Es un material importante porque serán cartografías del cerebro. Fungirá como apoyo, pero no será determinante, porque hay otras variables que no contempla el estudio”.
Evitaría tratamientos costosos
Aunque no hay mucha investigación sobre la relación costo-efectividad en el tratamiento contra la depresión, un ejercicio realizado en 2010 por una institución educativa mexicana dio a conocer que se puede hablar de un precio que va de 4 a 12 millones de pesos.
A los gastos directos que una persona tiene que cubrir por la atención de la depresión (servicios médicos, estancia en el hospital, medicamentos y tratamientos psicológicos), hay que agregar lo que se puede considerar un costo indirecto: la reducción o pérdida de productividad profesional derivada de este trastorno.
Desde una perspectiva más amplia, la OMS estima que la depresión y la ansiedad son responsables de la pérdida de 12 mil millones de días de trabajo al año a nivel mundial, lo que representa una pérdida de productividad de un billón de dólares.
Al respecto de las dimensiones económicas de la depresión, Vargas Huicochea indicó que la reciente identificación de los posibles biotipos de este trastorno contribuiría a reducir los gastos del paciente, en tanto que se podría simplificar el proceso de diagnóstico.
“Hay personas con depresión que tardan alrededor de dos años en recibir un diagnóstico adecuado, y durante ese proceso ocurren diversas situaciones: se hacen exámenes de esto y de lo otro, piden permiso en el trabajo para hacerse los análisis, asisten a distintas consultas…”, dijo.
Y agregó: “Contar con un estudio que será muy específico es un gran paso que ayudará a cuidar la economía del paciente con depresión; además, servirá para que se deje de estigmatizar esta enfermedad. Mientras que una persona que presenta algún padecimiento del estómago, cáncer o tumor tiene los estudios para demostrarlo, alguien con depresión no cuenta con ese aval, y muchas veces lo vemos y decimos ‘Pero si está bien’. Entonces esto ayudará no sólo a reducir los gastos del afectado, sino también a sensibilizar mucho más a la población en general sobre este trastorno”.
Por otro lado, más allá de la reducción de gastos, Gutiérrez Ospina comentó que esta posible mejora en el diagnóstico evitaría que los pacientes entren en un estado de frustración y abandonen el tratamiento, situación que se da en al menos 30 por ciento de los casos.
“Los pacientes con depresión quisieran que su tratamiento fuera rápido y efectivo, pero para llegar a los mejores resultados se necesita una etapa de un constante acierto-error, y todo eso lleva tiempo. Este descubrimiento sin duda reduciría el aspecto económico, pero también brindaría mayor certeza, tanto para el paciente como para su especialista tratante”, apuntó.
Pendientes
Si bien ambos expertos enfatizaron que este hallazgo traerá grandes beneficios, recordaron que aún se deben considerar algunas cuestiones. Por ejemplo, además de analizar la actividad cerebral, se debería incluir la historia del paciente, es decir: sus antecedentes personales, si algún evento detonó ese malestar, la relación con sus padres o cuidadores primarios, entre otras cuestiones.
“La depresión no aparece de repente, sino que hay ciertos gatillos que la disparan”, afirmó Gutiérrez Ospina.
El investigador de la Facultad de Psicología también observó el sesgo poblacional del estudio, puesto que se enfocó mayormente en la población blanca. Además, indicó que se debería agregar un análisis de la microbiota, “para comprender por qué algunas personas crean resistencia a los medicamentos”.
La IA en la psicología y la psiquiatría
En tiempos de un vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial, cuando todavía no se alcanzan a determinar con claridad todas las contribuciones que esta tecnología puede traer para las áreas del conocimiento o en diferentes ámbitos de la vida humana, consultamos a Gutiérrez Ospina y a Vargas Huicochea sobre su posible aplicación en la psicología y la psiquiatría.
La investigadora estima que su introducción no será sencilla, ya que el factor humano es muy importante.
“Es fascinante lo que la inteligencia artificial nos puede o nos va a ofrecer, pero me parece que tendrá muy complejo entender el comportamiento humano porque hay una infinidad de variables que entran en juego: los componentes biológicos, la historia de vida de los pacientes, los estados patológicos de una emoción, cómo la persona los va viviendo. No creo que sea imposible lograrlo, pero ambas áreas son de abordaje fenomenológico con base en la observación y la experiencia, y en ese punto la IA no va a poder adentrarse de una manera profunda”, explicó.
Por su parte, Gutiérrez Ospina dijo que la IA “es como un niño pequeño al cual le estamos enseñando y tiene una gran capacidad de aprender y de mejorar ese conocimiento que adquiere”.
Sin embargo, advierte que hay algo que tienen un psicólogo o un psiquiatra, pero que la inteligencia artificial difícilmente aprenderá: empatía.
“Tendrá otras áreas de oportunidad, podrá desarrollar habilidades que le permitan tener un manejo de urgencia o de situaciones de pánico; pero le faltará la empatía, que muchas veces es necesaria para que la psicoterapia funcione”.
Ideas destacadas
- La depresión podría convertirse en la enfermedad más común en 2030, superando al cáncer y los trastornos cardiovasculares.
- Un estudio de varias universidades estadounidenses identificó seis biotipos de depresión, lo que podría acelerar el proceso de diagnóstico y tratamiento.
- Expertos de la UNAM destacan que este descubrimiento abre nuevas perspectivas en el tratamiento de la depresión, aunque señalan que aún falta evidencia para su aplicación clínica.
- La identificación de biotipos podría reducir los costos del tratamiento al simplificar los diagnósticos y evitar tratamientos costosos e ineficaces.
- La inteligencia artificial es vista como una herramienta prometedora en la psicología y la psiquiatría, aunque no puede reemplazar la empatía y comprensión humanas necesarias en la terapia.