Durante su participación en la XXIII Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito BAQ 2022, un grupo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UNAM fueron reconocidos con la elección de un ensayo que presentaron.
“En la convocatoria académica de la Bienal (en la que participaron más de 70 universidades), el comité académico de la revista chilena ARQ hizo una selección de los ensayos críticos presentados, entre los que fue seleccionado Quiero verte feliz, del programa al habitar, ensayo del equipo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM”, informó Emilio Canek Fernández, profesor de esa Facultad.
Desde su inicio en 1978, la Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, se ha consolidado como uno de los referentes más importantes de la arquitectura mundial.
“La Bienal de Quito poco a poco ha sido reconocida, y en la actualidad es probablemente una de las de las más importantes del mundo. De arquitectura sólo tendríamos la Bienal de Venecia, Italia, la Bienal de Shanghai, China, la trienal de Lisboa, Portugal, y ésta, la Bienal de Quito, Ecuador”, explicó el académico.
En la Bienal convergen distintas propuestas que cada dos años han enriquecido la discusión sobre la producción arquitectónica y sus problemas actuales.
Con el fin de desplegar una serie de actividades en la ciudad, desde la edición del 2018 la bienal ha integrado una sección académica junto con un programa cultural.
Desde la primera iniciativa, la UNAM ha sido invitada para que sus estudiantes, junto a otros de diferentes universidades y escuelas de arquitectura de la región, analicen obras propuestas por la Bienal y realicen un ejercicio de crítica y reflexión junto a críticos especializados frente a las y los autores de las obras analizadas.
El arquitecto Fernández, coordinador del Colegio Académico de la licenciatura en arquitectura, junto con las arquitectas Jazmín Mariana Morales y Alexandra Camal Segundo acompañaron al equipo de diez estudiantes de la Facultad de Arquitectura, quienes fueron comisionados para hacer un análisis de dos pares de obras con el fin de detonar nuevos parámetros de comprensión de la obra arquitectónica y sus efectos.
Los estudiantes Luis Xocoyotzin Vázquez Santana, Daniela Vargas Cordero, Pedro Bonilla Artigas, Andrés Maximiliano Colorado Cervera, Oriana
Alessandra Durán del Valle, Carlos Enrique Granados Salazar, Esther Citlali Aguilar Ramírez, Mariana Vianey Borbón Rivero, Luis Antonio Calderón López, Esteban Juárez Piedras, Itan Aldaír Mateos Muñoz, María José Patiño Ávila y Erick Francisco Ruiz Vázquez fueron los encargados de desarrollar y presentar su trabajo en la Bienal.
Las obras que se analizaron fueron el edificio Narkomfin, de Moisei Ginzburg, en Moscú, Rusia, y el proyecto Do you see me when we pass?, del grupo Dogma; el segundo par de obras fueron el Conjunto San Borja, de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), de Chile, y el Conjunto Nonoalco Tlatelolco, en la Ciudad de México.
El equipo universitario discutió las obras comisionadas a la Facultad de Arquitectura y durante todo el año trabajó en el desarrollo de un ensayo, de un análisis de la obra del grupo Dogma y diseñó una serie de láminas.
El trabajo se presentó frente a los autores, frente a un crítico que también habló sobre la obra y frente a un profesional, arquitecto o arquitecta, que comentaron el trabajo presentado.
“El propósito de tener un espacio presencial en la Bienal -más allá de conocer la dinámica de una bienal internacional de arquitectura, que por sí misma es un aprendizaje importante- es poner a discusión una postura crítica sobre una manera de entender la arquitectura, que se da a través de los edificios que nos han presentado”, explicó el académico.
Los dos casos: el edificio Narkomfin y la obra del grupo Dogma son proyectos históricos. El caso del edificio Narkomfin es un proyecto de la década de 1920 en la Unión Soviética. El caso de Dogma es un proyecto muy reciente.
Nonoalco Tlatelolco
Parte de la convocatoria era que entre estos dos pares de obras, una iba a ser propuesta por la Facultad de Arquitectura de la UNAM. “Nos pareció interesante proponer Tlatelolco casi como una réplica espejo del proyecto de San Borja en Santiago de Chile, que sigue los mismos criterios de la modernidad de una arquitectura”, dice el arquitecto Fernández.
En Tlatelolco ha habido un movimiento de reapropiación de la unidad, al grado de que ahora los vecinos le han dado un carácter que comienza a revertir el proceso que la modernidad empezó a promover: la idea de que los espacios, al ser homogéneos, se prestaban al hacinamiento y a la inseguridad. Problemáticas sociales éstas que estaban reflejadas en los conjuntos urbanos. “En Tlatelolco estamos viendo cómo poco a poco está ocurriendo una dinámica completamente distinta, y eso es lo que nos parecía importante proponer en la Bienal”.
“Que alumnos y alumnas puedan estar frente a los autores del grupo Dogma para hacer una crítica de su obra a partir de un análisis, consideramos que le sirve al crítico porque le ayuda a entender otras posturas que se dan en otras latitudes. Le sirve el arquitecto y al despacho de arquitectura que está poniendo a discusión su obra, pero sobre todo le sirve a los alumnos, porque están haciendo la presentación pública de un proceso reflexivo que surgió en las aulas y que se compartió con los asistentes a la Bienal”.
Originalmente la invitación fue personal, pero se decidió que era necesario abrir la participación a otras profesoras y profesores y al alumnado, y se publicó una convocatoria en la que participó este grupo de alumnas y alumnos.
Esto permitió una dinámica en la que cada una de las generaciones que han participado -hasta el momento tres- hayan participado en la planeación de las actividades, los puntos de vista y el trabajo que implica la presentación de los ensayos, la exposición y los carteles.
Presentación
En la convocatoria solicitaban un ensayo crítico alrededor de una serie de preguntas detonantes. También estaba la comparación entre dos obras que históricamente no son coincidentes, bajo el pretexto del concepto curatorial de la inflexión.
Como complemento, solicitaron carteles, que se mostraron en la exposición de la Bienal y una serie de diapositivas que documentaron el trabajo gráfico junto con unos collages en los que se ve el proceso de abstracción de lo que significa el análisis realizado.
“Creo que la aportación como Facultad es el carácter crítico de la Universidad Nacional. Ésa es nuestra gran aportación, porque hicimos un análisis que no sólo se concentró en la parte formal de los elementos que cotidianamente vemos dentro de las producciones arquitectónicas que se publican, sino porque el análisis trasciende un sentido mucho más histórico para poder entender el contexto de las obras”, explicó el profesor Fernández.
Exponer las ideas más allá de las aulas, enfrentarse a un auditorio de mil 500 personas en el que está presente el autor o los autores a quienes se les va a hacer una crítica es una experiencia importante. En las dos ediciones anteriores había cierto temor de saber cómo iba a ser recibido un ejercicio crítico de una obra frente al autor.
“Afortunadamente, autoras y autores de las obras analizadas fueron muy generosos al entender que estamos en un proceso formativo. Los autores del análisis descubrieron todo lo que implica desde una solución arquitectónica que puede o no resolver una problemática. Hasta problemas mucho más evidentes, que incluso los mismos autores reconocen”.
“Pero el hecho de que alumnas y alumnos pudieran exponer sus ideas en un auditorio con estas características y someterse a un diálogo con figuras de talla internacional (como las que se presentaron en la Bienal), me parece que Ésa es la gran aportación”, finalizó el académico.