Enrique Gómez Carrillo, el cronista errante de la modernidad hispanoamericana, escribió Del amor, del dolor y del vicio en 1898, una obra que desborda los límites morales y estéticos del romanticismo tardío latinoamericano. En ella, el guatemalteco articula una reflexión sobre la pasión como forma de conocimiento y sobre el deseo como energía que subvierte los órdenes sociales y literarios de su tiempo.

Esta novela no se centra en el amor romántico ni en los vínculos convencionales, sino en la pasión y el deseo transgresor, aquel impulso vital que se convierte en vicio cuando desafía las normas establecidas. El título mismo funciona como una clave simbólica: el amor y el placer son fuerzas capaces tanto de elevar como de destruir al individuo.
Modernidad, erotismo y decadencia
A diferencia de sus contemporáneos latinoamericanos, Gómez Carrillo abandona la narrativa moralizante para adentrarse en los pliegues del alma moderna. Su estética bebe del simbolismo europeo y del decadentismo finisecular, y sus personajes —el dandi, la prostituta, la mujer fatal, el flâneur— encarnan la crisis espiritual de una sociedad que busca el goce estético como antídoto al vacío existencial.
La protagonista, Liliana, apodada “la Muñeca”, no es objeto del deseo masculino, sino sujeto de su propia sensualidad. Se observa, se admira y se desea; se atreve a experimentar su cuerpo como territorio de libertad. Ese gesto, radical en su contexto, la convierte en una de las primeras figuras femeninas de la literatura hispanoamericana que reivindican el erotismo como autoconciencia.
El escándalo y la sutileza
La aparente “inmoralidad” de la novela —señalada por la crítica conservadora de principios del siglo XX— radica menos en sus alusiones eróticas que en la sutileza con que las formula. Gómez Carrillo sugiere sin nombrar, insinúa sin describir, y transforma la sensualidad en metáfora estética. Lo que escandalizó a sus lectores guatemaltecos y peruanos no fue el contenido explícito, sino la posibilidad de que una mujer, como Liliana, pensara y gozara libremente.
Navarrete Quan recuerda que “el erotismo nunca es explícito: todo es ambiguo, insinuado más que descrito”. Ese juego de claroscuros, de velos y sugerencias, es la marca más depurada del estilo modernista.
Bohemia y arte de vivir
El París que recrea Gómez Carrillo no es sólo escenario, sino símbolo. Allí se funden la vida y el arte, el placer y la desilusión. Los personajes viven entre cafés, tapices y orquídeas; rodeados de arte y belleza, buscan en la estética una forma de redención. Sin embargo, la bohemia que habitan no es la miseria del barrio latino de Murger, sino una bohemia refinada, aristocrática, donde la decadencia se viste de elegancia.
El autor define esta condición con ironía: “La bohemia es la juventud pobre que se consagra a las artes y lleva su miseria con orgullo”. En Del amor, del dolor y del vicio, esa pobreza no es material sino espiritual: la carencia de sentido en una existencia saturada de estímulos.
Una novela vigente
Más de un siglo después, la obra conserva su potencia crítica. Al problematizar las relaciones entre erotismo, libertad y moral, Gómez Carrillo anticipa debates contemporáneos sobre el cuerpo, el deseo y las identidades de género. Su protagonista, atrapada entre la pasión y la condena social, es un espejo de la mujer moderna que intenta decidir sobre su propio destino.
Del amor, del dolor y del vicio —reedición digital del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM dentro de la colección Novelas en la Frontera— es, más que una novela breve, un documento cultural que testimonia el tránsito del romanticismo moralista al modernismo cosmopolita.
En su trasfondo, late una pregunta que aún nos interpela: ¿puede el deseo ser un camino hacia la libertad o es, inevitablemente, una forma del vicio?
