Un día sonó el teléfono en la casa de Julián Herbert (cuando tenía casa). No estaba. Su ex mujer le dijo: te llamó Guillermo Arriaga. El guionista de Amores Perros lo había llamado para felicitarlo.
El reconocimiento entre compañeros de oficio no ocurre muy a menudo. Arriaga contó en la presentación de su libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que su llamada era, sencillamente, para decirle: soy tu fan, quiero ser tu amigo Julián.
“Canción de tumba” es un canto al dolor, al abandono, la enfermedad y la muerte. ¿Quién puede cuidar a un ser que le hizo tanto daño? ¿Quién resiste y le hace frente a ser hijo de una prostituta? Un hospital, un cuarto y la leucemia omnipresente. En esa espera comienza esta novela.
Herbert cuenta a UNAM Global que ese texto ya lo ve “con alguna distancia”. Esas vivencias “ya no sé si pasaron o me las inventé. Hay como una relación fantasmática con el libro”.
El autor de “La casa del dolor ajeno” lamenta que su generación sea una decepción: “elegimos mal en el 2000 y jodimos la democracia de México; cargo con ese sentimiento, a nosotros nos tocaba ese cambio y no pudimos hacerlo”.
La historia lo ha decepcionado, y aunque siente que traiciona su infancia, es preciso en su crítica a la izquierda: “El proceso de descomposición de la sociedad cubana es responsabilidad de una forma dictatorial que no tiene justificación, ninguna disculpa. Pensar que un tipo fue un héroe durante 5 o 6 años no lo disculpa de décadas de opresión”.