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El largo camino de la migración infantil


El problema de los niños migrantes que cruzan nuestro país rumbo a Estados Unidos —en especial quienes lo hacen por cuenta propia, es decir, los “no acompañados”— tiene muchas aristas y plantea más preguntas que respuestas, y aunque éste es un fenómeno de larga data, lo inédito es la cantidad actual de infantes dispuestos a emprender dicha travesía, indica Javier Carreón Guillén, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

Al respecto, el investigador señaló que la mayoría proviene del Triángulo Norte de Centroamérica (conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador) y que las causas de su trashumancia son tres: carencias económicas, buscar a un conocido en la Unión Americana o escapar de la violencia en sus lugares de origen.

Sin embargo, muchos de estos infantes son retenidos por las autoridades mexicanas y retornados a sus países. Según datos oficiales, el Instituto Nacional de Migración (INM) aprehendió a 36 mil menores de edad tan sólo en 2015 y de estos, la mitad viajaba sin su familia.

“Pero debemos tener cautela con las cifras, pues más que individuos éstas consignan eventos y no es extraño que una persona deportada intente cruzar dos o tres veces tras ser detenida, lo que redunda en una contabilidad engañosa. Lo indudable es que cada vez hay más niños migrantes y esto, en sí mismo, es preocupante”, refirió.

¿Deportados o refugiados políticos?

Las agresiones de pandillas, maras o el crimen organizado son el día a día en el Triángulo Norte de Centroamérica, lo que además de ser un lastre social que fragmenta a comunidades, obliga al desplazamiento de las personas, niños incluidos.

“Este contexto ha hecho que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos haya interpuesto quejas contra la política de deportaciones del gobierno mexicano debido a que los infantes de Guatemala, Honduras y El Salvador, por el mero hecho de huir de la violencia, deberían ser vistos como refugiados políticos y recibir albergue, como señala nuestra legislación”, explicó Carreón Guillén.

Según declaraciones de António Guterres en 2014 (entonces Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y hoy secretario general de la ONU), casi la mitad de los niños migrantes de los países referidos huye de amenazas contra su vida y seguridad.

No obstante, menos del uno por ciento de los detenidos por las autoridades migratorias son reconocidos como refugiados”, expuso el Human Rights Watch en su reporte de 2016. Sobre las razones para no concederles el estatus, Carreón adujo intereses económicos, pues costaría mucho extender esta protección a miles de individuos.

El modelo de Medio Oriente

Sobre cómo ayudar a los migrantes “no acompañados”, Carreón Guillén subrayó que quienes se dedican al Trabajo Social tienen un ejemplo notable en el Medio Oriente (en particular Irán, Irak y Siria), donde abundan los niños que deambulan sin rumbo, tras haber sido arrancados de sus familias por diversos conflictos bélicos.

“Afortunadamente, hay integrantes de diversas organizaciones no gubernamentales que al encontrar a grupos de infantes se acercan a pie —de hacerlo en auto serían tomados por criminales— y tras detectar a quienes sobreviven en solitario les ofrecen un balón; el único requisito es que vayan a una consulta médica. Una vez que atendieron sus problemas de salud y ya con más datos, los voluntarios se dan a la tarea de encontrar a sus padres, usualmente con buenos resultados”, dijo.

Para el académico, poner en marcha estas estrategias es algo no sólo factible, sino aplicable en el corto plazo, pues muchas de estas ONG tienen contemplado trasladarse a EU para hacer frente a las políticas migratorias que regirán durante la administración Trump y ello, inevitablemente, las hará venir a México.

“No podría ser de otra manera pues a grandes males remedios aún mayores. Debemos actuar ya, de lo contrario nos quedaríamos tan sólo en palabrerías y buenos propósitos”, concluyó.