Las Antillas no solo fueron el primer escenario del choque entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Allí se ensayaron estrategias, se impusieron sistemas coloniales y se alzaron las primeras resistencias. Esta es la historia antes de la historia.
Un laboratorio para la conquista
Antes de que Hernán Cortés pusiera un pie en las costas de Veracruz y comenzara la conquista del imperio mexica, ya se había trazado un camino de ambición y colonización en las islas del Caribe. Las Antillas, primeras tierras americanas bajo dominio español, fueron el laboratorio de la conquista: allí se ensayaron las estrategias militares, los sistemas de dominación, y se puso en marcha el modelo de encomienda que marcaría a toda la América colonial.
En sus paisajes tropicales se libraron batallas olvidadas, se extinguieron culturas enteras y se fue trazando lo que más tarde sería llamado la Nueva España. Las Antillas fueron más que un simple paso previo: fueron el primer escenario donde se encontró, con asombro, el “Viejo” Mundo con el “Nuevo”.
Para conocer algunas partes de esta historia, el Dr. Carlos Connover Blancas, del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, dictó la conferencia “Un lúgubre preámbulo. La conquista española de las Antillas, 1493-1517”.
Un poco de contexto
Hacia finales del siglo XV, el Caribe se dividía en las Antillas Mayores, habitadas principalmente por los taínos, y las Antillas Menores, donde predominaban los caribes.
Los taínos eran agricultores dedicados al cultivo de la yuca, con el cual elaboraban pan casabe, un alimento duradero que les permitía disponer de tiempo libre para desarrollar una vida social y cultural rica. Su sociedad era igualitaria, con un fuerte componente religioso expresado en ceremonias como los areytos y rituales con los cemíes, figuras que servían para comunicarse con los antepasados y las entidades sagradas.
Por otro lado, los caribes eran un pueblo guerrero con una organización social basada en linajes patrilineales y estructuras federadas. Practicaban la poligamia y tenían elaborados ritos de paso a la adultez que incluían pruebas de resistencia.
“Reconocidos por su habilidad en la navegación oceánica, utilizaban grandes canoas para desplazarse entre islas y organizaban ataques estratégicos contra las comunidades taínas, en los que capturaban cautivos llamados tamona. La guerra, la navegación y la participación activa de las mujeres en la preparación de armas envenenadas eran elementos centrales en su cultura”, comentó el Dr. Connover.
Una práctica que llamaba la atención de los caribes es que practicaban la antropofagia ritual, un acto profundamente simbólico que marcaba sus ceremonias guerreras. Antes de estos rituales, se entonaba una canción tradicional («Tamón Tamón Eje Eje») mientras el tamón era tratado con dignidad antes de ser ejecutado con un golpe en la cabeza. Posteriormente, su cuerpo era asado y consumido, aunque con ciertas excepciones: no se comían la cabeza ni los genitales, y el corazón era reservado para los guerreros más valientes. Según el testimonio de Jean Baptiste du Tertre, un misionero francés, este acto no respondía a necesidades alimenticias, sino a un deseo de venganza y reafirmación cultural.
Ambos pueblos poseían complejas culturas con distintas formas de organización, rituales y costumbres, que reflejan la diversidad y riqueza de las sociedades indígenas del Caribe antes de la llegada de los europeos.

Un terrible presagio
En 1502, el monje Fray Nicolás de Ovando fue enviado como gobernador a La Española (lo que actualmente es República Dominicana y Haití), la primera colonia establecida en el Nuevo Mundo. Hasta ese momento, los españoles sólo controlaban pequeños puntos, pero esa situación cambió por completo.
“Ovando llegó con una gran flota de 30 barcos y 2,500 colonos, estableciendo a Santo Domingo como el centro político y económico del Caribe. Fue también un gran constructor: levantó fortificaciones y consolidó el dominio español a través de una política de guerra total contra los pueblos taínos”, compartió el experto del IIFL.
Las campañas militares de Ovando fueron especialmente violentas. En el cacicazgo de Iguey, el cacique Cotubanamá murió heroicamente tras ser mutilado en combate. En Xaragua, Ovando traicionó a los líderes indígenas, incluyendo a la cacica Anacaona, que fue ejecutada a pesar de haber sido aliada de los españoles. Para 1504, tras diversas rebeliones y ofensivas, los españoles ya habían destruido los principales cacicazgos de la isla, como Marien y Magua.
El impacto de esta conquista fue devastador para la población taína. Las cifras sobre cuántos indígenas habitaban La Española al momento del contacto varían: algunas estimaciones hablan de 100,000, otras de hasta un millón. Para 1504, la población había descendido drásticamente a unos 60,000. Las causas fueron múltiples: enfermedades, trabajos forzados, y sobre todo la violencia.
“Todo esto se sabe gracias a que Bartolomé de las Casas, cronista de la época, documentó los horrores cometidos por los españoles: mutilaciones, asesinatos masivos y uso de los cuerpos indígenas como medio de entretenimiento o apuesta entre soldados”, destacó el Dr. Carlos Connover.
Pero más allá de la alta cultura de violencia que predicó durante su mandato, Ovando legó una estructura importante: las villas, que se convirtieron en la base del modelo colonial español en América y en el origen de muchas ciudades latinoamericanas actuales.
Una nueva era
Tras el establecimiento de los españoles en La Española, comenzó un proceso de expansión colonial hacia otras islas del Caribe. Desde posiciones estratégicas en el oriente y occidente de la isla, los conquistadores dirigieron su mirada a los territorios vecinos con el objetivo de someterlos.
Antes de pasar a analizar lo que sucedió en otros territorios, es necesario establecer dos momentos clave: el famoso sermón de fray Antonio de Montesinos, pronunciado en 1511 en Santo Domingo, donde los dominicos denunciaban las atrocidades cometidas contra los indígenas, calificándolas de genocidio y por tanto se excomulgó a los responsables. Esta denuncia generó gran escándalo y llevó a la promulgación de las Leyes de Burgos en 1512, que pretendían suavizar el régimen de explotación, aunque aún permitían la esclavización de indígenas considerados rebeldes o enemigos de la corona.
Por otro lado, la ya disminuida población taína de La Española sufrió un colapso demográfico sin precedentes. De los 60,000 que se estimaban en 1504, apenas quedaban 23,334 hacia 1514. El trabajo forzado en los lavaderos de oro, las enfermedades y la violencia contribuyeron al casi total exterminio de los taínos en la isla durante la siguiente década.
“Entre 1515 y 1516, el fraile Bartolomé de las Casas impulsó un proyecto para proteger a los indígenas, con apoyo del cardenal Cisneros. Se crearon congregaciones indígenas que contaban con cabildos propios y protección de religiosos. Aunque bien intencionado, el proyecto fracasó parcialmente al concentrar a la población y propiciar epidemias que aumentaron la mortalidad indígena”, explicó el Dr. Connover.
Puerto Rico, Jamaica y las Lucayas
En la isla de Puerto Rico, la conquista estuvo liderada inicialmente por Juan Ponce de León, quien logró establecerse con el apoyo del cacique Agueybana el Grande. Sin embargo, Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón, reclamó el control de la isla como derecho hereditario, desplazando a Ponce. La ocupación española enfrentó una fuerte resistencia taína, encabezada por Agüeybaná el Bravo, quien formó alianzas con otros caciques y con pueblos caribes de islas vecinas.

Como resultado de esa situación, en 1513, los taínos destruyeron Caparra, donde mataron a varios españoles y se llevaron el oro acumulado. Esta resistencia, aunque valiente y organizada, fue finalmente debilitada, lo que permitió la consolidación del dominio español hacia 1520.
A la par de estos eventos, en Jamaica, Diego Colón envió a Juan de Esquivel, quien fundó los asentamientos de Sevilla la Nueva y Melilla. Al principio no hubo resistencia directa, ya que muchos indígenas huyeron a las montañas. La economía se centró en la agricultura.
Mientras tanto, en las islas Lucayas (actuales Bahamas), los españoles llevaron a cabo una sistemática destrucción de comunidades indígenas, especialmente de los taínos. El declive de este grupo originario facilitó la consolidación de puertos esclavistas, particularmente en el norte de La Española, desde donde partían expediciones para capturar personas en todas las islas circuncaribeñas.
Muchos de los lucayos que escaparon se refugiaron en Florida, llevando consigo noticias de los horrores ocurridos. Esta situación provocó un efecto en cadena de enfrentamientos entre los indígenas locales y los españoles.
Cuba: resistencia y masacres
En paralelo, se desarrollaba la conquista de Cuba, liderada por Diego Velázquez. En 1511, inició su campaña enviado por Diego Colón y fundó la villa de Baracoa. Uno de los principales focos de resistencia fue encabezado por el cacique taíno Hatuey, quien luchó mediante guerrillas hasta ser capturado. Según Bartolomé de las Casas, Hatuey, antes de ser ejecutado, rechazó convertirse al cristianismo al saber que en el cielo estarían los españoles, prefiriendo ir al infierno.
“La conquista de Cuba continuó hasta 1513, con el avance de una gran columna militar encabezada por figuras como Pánfilo de Narváez y Juan de Grijalva. Durante este avance, ocurrió la masacre de Caonao, donde los soldados españoles asesinaron indiscriminadamente a una comunidad entera de taínos en un aparente trance de violencia colectiva. Este episodio fue clave en la transformación de Las Casas en defensor de los pueblos indígenas”, manifestó el investigador.
Velázquez fundó diversas villas en su expedición, como Cienfuegos y Asunción, y trasladó La Habana de la costa sur al norte en 1519. Con estas acciones, la conquista de Cuba se dio prácticamente por concluida, aunque marcada por una brutalidad que anticipaba lo que sucedería en el continente americano.

Crónica de una conquista anunciada
La Conquista de las Antillas, que duró más de dos décadas, no fue simplemente un capítulo inicial en la historia colonial de América, sino un oscuro preludio que reveló las dinámicas de violencia, explotación y resistencia que marcarían la expansión española en todo el continente.
La destrucción de culturas como la taína y la caribe, y el colapso demográfico sin precedentes, evidencian un proceso de colonización profundamente traumático para los pueblos originarios. Así, las Antillas no solo fueron el primer laboratorio de la conquista, sino también el primer escenario de resistencia indígena y reflexión crítica sobre el nuevo orden colonial que estaba naciendo.