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Supercomputadora Miztli apoyará en uno de los mayores retos de la herpetología

A decir de Edward Drinker Cope, un reconocido herpetólogo del siglo XIX, el género Aspidoscelis no sólo es el grupo más complejo, sino el reto más arduo para quienes se dedican a la sistemática de las lagartijas, por lo que el profesor Adrián Nieto Montes de Oca busca establecer el árbol filogenético de estos animales.

Dichos reptiles habitan del sur de Estados Unidos a Costa Rica, aunque la mayor diversidad de especies radica en México. “Hay cerca de 40 reconocidas y decidí trabajar con este grupo porque su sistemática aún está lejos de resolverse. En esto nos apoya de la supercomputadora universitaria Miztli”, explicó el académico de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.

Una de las razones que han complicado esta labor es que los Aspidoscelis son fauna con una gran variabilidad en su patrón de coloración (puede haber diferencias entre poblaciones dentro de una misma especie); presentan variación ontogenética —los jóvenes pueden verse muy diferente a los adultos—, y una tercera parte de estas especies constan exclusivamente de hembras que se reproducen de manera clonal (sin necesidad de machos).

Entonces, ¿por qué abordar la perspectiva de la sistemática?, se le pregunta. Porque ella se plantea preguntas simples como cuántas especies hay y cómo se relacionan, y abre puertas a interrogantes más allá de su ámbito y relevantes para la biología evolutiva, como ¿cuál es la razón de esa diversidad o por qué un grupo es más diverso que otro?, explicó.

A fin de entender la variación interpoblacional, geográfica y ontogenética de estos seres se suelen comparar caracteres moleculares y, sobre todo, secuencias de ADN, rubro que ha avanzado a pasos agigantados en los últimos 20 años, al grado de que hace dos décadas sólo era posible secuenciar uno o dos genes, mientras que hoy, con las técnicas actuales —también llamadas de nueva generación—, es factible obtener los datos de miles.

“Sin embargo, los programas para hacer esto suelen colapsar incluso en ordenadores potentes como los que tenemos en el laboratorio; por ello solicitamos acceso a la supercomputadora de la UNAM, Miztli. Los resultados ya comienzan a fluir”.

 

Miztli, una herramienta crucial

Nieto Montes de Oca comenzó a trabajar con el género Aspidoscelis desde 2001 y en estos 16 años ha aprendido a lidiar con estas lagartijas escurridizas que, por las velocidades que alcanzan, son difíciles de ser capturadas. A lo largo de este tiempo ha recolectado más de mil muestras de organismos de todo México y conseguido ejemplares de Estados Unidos y Centroamérica a través de colegas.

Además, dentro de este grupo hay especies antiguas y distintivas, así como poblaciones recientes en proceso de especiación, las cuales no han tenido tiempo de diferenciarse. También llega a pasar que hay ejemplares que a nivel morfológico son idénticos a otros, pero a nivel molecular no, o puede darse el caso opuesto: ser diferentes morfológicamente y similares a nivel molecular.

“Por ello no es trivial ni sencillo delimitar las especies y para ello debemos muestrear varias poblaciones y obtener más datos para ver cuántas hay. Aquí es donde entra la supercomputadora”, expuso.

Consciente de lo útil de esta herramienta para descifrar la sistemática de dichos reptiles, el profesor Nieto esperó a que la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) lanzara su convocatoria para usar a Miztli.

“Presentamos nuestro proyecto, que por ser más pequeño que otros que entran a concurso fue considerado ‘semilla’, lo cual nos da derecho a usar el equipo durante 50 mil horas, como máximo, lo cual es suficiente para lo que queremos hacer”, aseveró.

 

 

En busca de árboles filogenéticos

Hasta el momento, y con el apoyo de Miztli, el profesor Nieto ha separado todas las secuencias generadas por especie y hecho algunos análisis —los más básicos o preliminares—, lo que le ha permitido obtener los primeros árboles filogenéticos, “es decir, ya tenemos nuestras primeras hipótesis de cuántas especies hay y cómo se relacionan entre sí”.

Para el académico, disponer de estos árboles filogenéticos es crucial pues permite plantear preguntas que caen en el ámbito dentro de la biología evolutiva, como el origen de la reproducción clonal.

“También podríamos indagar por qué algunas especies tienen el vientre negro y otras no. De hecho, por esta vía podemos suponer cómo surgió cualquier característica a nivel morfológico, fisiológico o conductual. Las filogenias son la puerta a muchas respuestas”, dijo.

No obstante, reconoció, aún se deben realizar otros análisis para establecer si hay flujo génico entre las poblaciones a fin de determinar si las especies que se cree que existen son independientes o están en proceso de formación.

“Aún queda camino por recorrer, aunque todo valdrá la pena porque los árboles filogenéticos son una ventana al tiempo, pues posibilitan saber qué originó a cada especie parental, saber cuándo surgieron y hacer reconstrucciones históricas de cómo era el hábitat, el clima y factores ambientales que promovieron ciertas características”.

Después de dos décadas de trabajar con las Aspidoscelis, el profesor Nieto coincide con Edward Drinker Cope al decir que este género es uno de los retos más arduos para los herpetólogos y que en el campo de su sistemática se ha hecho poco, lo cual considera lógico.

“Siempre dejamos lo complicado al final y por ello, en lo que toca a estos animales, los avances son contados. Por eso decidimos asumir este desafío; sabemos que es una labor difícil, pero alguien debe hacerla”.

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