Quienes aseguran que nada interesante puede ocurrir en una mañana de domingo tal vez ignoran que fue un 4 de diciembre de 2016, en punto de las siete, cuando en la estación Balderas arrancó el programa MetRevolución, el cual —a través de señalamientos adheridos al suelo— comenzó a regular el ascenso y descenso de los usuarios y puso fin al caos del lugar, el cual llegó a ser tan de todos conocido que el músico Rockdrigo González lamentaba haber perdido en esos andenes a su amor, o al menos eso dice la canción.
“Desde entonces esta iniciativa se ha replicado en 13 estaciones. Con la primera logramos una disminución en tiempos de espera de un 15 por ciento y creemos que como ya hay más operando bajo este sistema, el índice se ha incrementado, pero aún falta corroborarlo. Sin embargo, al hablar con el personal del Metro sobre los resultados obtenidos en este poco más de un año, nos enteramos de algo que jamás contemplamos: en los sitios donde se ha instrumentado esta propuesta el número de robos y de acosos ha ido a la baja”, expuso el profesor Carlos Gershenson, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM.
El método usado por MetRevolución para regular el abordaje a los trenes consiste en colocar pegatinas en el piso, estrategia parecida a la de los maestros de baile de antaño que, para enseñar los pasos de un vals, pintaban huellas de zapato en la pista. En esta ocasión, el objetivo de las calcomanías es señalar dónde abrirán las puertas y dónde hacer fila para, tras dejar pasar a los pasajeros que salen, subirse al vagón, todo con una coordinación casi dancística.
“Al formarse en un sitio específico y esperar su turno, la gente no se apelotona ni choca entre sí y esto, además de hacer más fluido el tránsito, obstaculiza la labor de los carteristas, quienes procuran las aglomeraciones y se valen de la proximidad de los cuerpos para ocultar sus maniobras, al igual que los acosadores”, explicó.
Al escuchar que su programa había tenido este efecto, la primera reacción del profesor Gershenson fue sorpresa, pues cuando él, junto con el investigador Luis Pineda, la diseñadora Tania Pérez y los estudiantes Gustavo Carreón y Jorge Zapotecatl, hicieron el planteamiento original, en ningún momento pensaron en lo delictivo.
“O quizá especulamos mucho y el que haya menos ladrones se debe a que hay más policías en el andén —bromeó—. Esto es un beneficio agregado que nos llega de sorpresa; nunca anticipamos algo así”.
Soluciones simples a un problema complejo
En su álbum Re de 1994, el grupo Café Tacvba incluía como track número 9 el tema El Metro, que cuenta la historia de un hombre atrapado en la Línea 2, el cual desde un vagón grita: “Zócalo, Hidalgo, Chabacano he cruzado un millón de veces. He querido salir por la puerta, pero siempre hay alguien que empuja para adentro”.
A decir del investigador, más que estrofa de una canción esta actitud hostil es una de las causas principales de retraso en la corrida de los trenes. “Y no es que a los pasajeros le guste darse empellones y colisionar, más bien la experiencia les ha enseñado que ésa es la única forma de subirse al convoy, y este choque de individuos en contraflujo retrasa el cierre de puertas. Nosotros decidimos cambiar eso y comenzamos a plantear nuestra propuesta”.
Bajo el nombre de Guiando comportamientos para regular la movilidad urbana, en 2013, esta iniciativa fue aprobada por el Conacyt como parte del catálogo de Proyectos de Desarrollo Científico para Atender Problemas Nacionales “y con los recursos recibidos pudios comprar cámaras y equipos que nos permitieron crear simulaciones computarizadas a fin de entender cómo se comportan los usuarios en los vagones y en las plataformas”.
Justo en esta etapa, al doctor Gershenson le surgió un viaje a Singapur y Corea del Sur, lo que le permitió ver en acción a los metros de ambos países y observar que en sus plataformas había instrucciones gráficas a ras de suelo que agilizaban las interacciones entre individuos. A su regreso compartió esta información con sus colegas y entre todos adaptaron esa estrategia al contexto mexicano.
“A 13 meses de haberlas puesto a prueba podemos decir que estas señalizaciones son tan intuitivas que de inmediato la gente sabe qué hacer y dónde esperar. De hecho, hay quienes han interiorizado a tal grado la dinámica que ya la repiten incluso en estaciones que no se han sumado al programa. Usar estos mediadores para delimitar las áreas de salida, entrada y espera han cambiado las reglas del juego”.
Si la idea es buena, no importa el dinero
A la entrada del cuarto piso del IIMAS, donde Gershenson tiene su cubículo, hay calcomanías en el suelo que indican la ruta para avanzar y los puntos para ceder el paso. “Las puse yo, son las que nos sobraron de Balderas”, confesó.
Parte del éxito de MetRevolución radica en esto, en lo sencillo de instalar los señalamientos, pues el investigador colocó las pegatinas en su lugar de trabajo con la misma facilidad con que lo hizo en los andenes de Balderas, porque un dato no muy conocido es que fueron 12 universitarios (él incluido), y no el personal del Metro, quienes montaron todo durante la madrugada de un domingo de 2016.
“¿Así se divierten los profesores de la UNAM en las noches de fin de semana?”, o “¡nunca se había visto a tanto doctor trapeando andenes!” eran algunos de los comentarios de los vigilantes que atestiguaron las faenas, aunque de haber sabido a cuánto ascendía el valor total del material empleado en esta intervención sería otra cosa la que les hubiera provocado sorpresa, pues la suma apenas rozaba los 20 mil pesos, menos de lo que cuesta el nuevo iPhone.
“Cuando una idea funciona no se necesitan grandes montos y, por ello, no pasó ni un día y ya estábamos en la mayoría de los medios. La noticia de lo que habíamos hecho se viralizó y de todas partes comenzaron a buscarnos”, recordó el académico.
De hecho, el lunes 5 de diciembre de 2016 no hubo periódico o emisión de radio o televisión que no mencionara esta iniciativa, y aquel día las redes sociales se llenaron de posts y tuits en apoyo a lo logrado en el metro Balderas.
¿Y a qué se debe la buena acogida que tuvo MetRevolución?, se le preguntó a Gershenson. “A que es un ejemplo de lo mucho que se puede lograr con una intervención mínima. Abundan los proyectos caros que no solucionan nada o que empeoran los problemas. Aquí la historia fue diferente, al grado de que más de una persona nos dijo que esto les daba esperanza, pues si habíamos logrado algo así en el Metro, no era impensable que esto se repitiera en otros ámbitos. Es alentador ver que acciones pequeñas logran grandes cambios”.