La paleontología actualmente es un campo profesional muy diverso. Sin embargo, a lo largo de su historia fue vista como una ciencia de menor rango o incluso obsoleta. Si bien los estudios paleontológicos se han realizado desde hace mucho tiempo, para entender cómo fue la vida hace millones de años, ciertamente los paleontólogos no recibían el crédito que merecían.
Desde la antigua Grecia, hay registros que hablan de fósiles. Pero no fue hasta la aparición del naturalista francés Georges Cuvier (1769 – 1832) que la paleontología cimentó sus bases. Cuvier es el padre de la ciencia que estudia e interpreta el pasado de la vida en la Tierra por medio de los fósiles.
Al ser una ciencia multidisciplinaria, la paleontología tiene diversas áreas que se ocupan de los restos de seres vivos que alguna vez estuvieron en la Tierra (peces, plantas, hongos, bacterias), su evolución o los entornos en los que vivían, entre otros aspectos.
Sin embargo, uno de sus estandartes ha sido el estudio de los dinosaurios. Esos reptiles que habitaron el planeta durante cerca de 160 millones de años cautivan a niños y adultos por igual, pero no siempre tuvieron la fama que hoy gozan; de hecho, en gran parte del siglo XX fueron relegados.
Desde que Cuvier estableció a la paleontología como ciencia, tuvo un gran impacto el estudio de fósiles, incluidos los restos de dinosaurios. Científicos estadounidenses y europeos mostraron su interés en estos “lagartos terribles”; entre ellos, podemos citar a Richard Owen, Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh. Sin embargo, la atención que recibieron los dinosaurios disminuyó considerablemente en la década de 1920.
Durante más de medio siglo, el estudio de los dinosaurios y la paleontología estuvieron en crisis, al grado de considerar que esta ciencia ya era obsoleta. El detonante de esta situación fue la Gran Depresión de 1929, y luego hubo factores como el auge de la tecnología después de la Segunda Guerra Mundial, los estudios sobre la genética en las décadas de 1950 y 1960, la carrera hacia el espacio exterior en las décadas de 1960 y 1970 y los estudios sobre los primeros humanos. Todo esto hizo que se limitaran los fondos para realizar expediciones en busca de dinosaurios o hacer estudios sobre los que ya se había encontrado.
La vida se abre camino… (y la paleontología también)
Durante la década de 1970, la paleontología y el estudio de los dinosaurios comenzó a repuntar. El descubrimiento del Deinonychus, por parte de John Ostrom a finales de los años 60, cambió el concepto de estos reptiles ampliamente. De creerlos criaturas lentas y poco inteligentes, los estudios revelaron que eran activos, inteligentes y seres con comportamientos hasta cierto punto similares a los de los animales actuales.
Si bien ese cambio de percepción fue un punto de quiebre, la paleontología y el estudio de los dinosaurios todavía necesitaban, por decirlo así, un último empujón.
A la par de este nuevo despertar de interés por los dinosaurios, el escritor y guionista Michael Crichton comenzó a redactar la novela Jurassic Park, en 1983. Teniendo en cuenta el panorama de entonces, Crichton trabajó a marchas forzadas y terminó su obra en 1990. Un año antes había conocido a Steven Spielberg, uno de los directores más afamados en aquel tiempo (y también actualmente). Ambos trabajaban en una propuesta piloto de la serie de televisión ER y Spielberg, que ya había leído la obra, se interesó en llevarla a la pantalla grande. Sin embargo, ésta no era su prioridad, ya que deseaba realizar el filme La lista de Schindler, para crear conciencia sobre el Holocausto.
La novela logró un éxito considerable; medios como The New York Times, The Washington Post y El País destacaban su narrativa. Pero la película fue el disruptivo que inició un nuevo despertar para la paleontología y el estudio de los dinosaurios.
Bienvenidos a Jurassic Park
Tres años después de la publicación de la novela, se estrenó la película. La expectación era muy grande, porque tanto científicos como el público general aguardaban ver a los dinosaurios en movimiento. Y Jurassic Park jugó con esta idea, a pesar de que hubo algunos errores en cuanto a rasgos físicos de los dinosaurios.
Steven Spielberg comentó en una entrevista que, al realizar una cinta sobre dinosaurios, no quería hacer la película mejor filmada, sino una que fuera creíble.
Niños, adultos, expertos en cine, paleontólogos… todos quedaron maravillados con la película. Fernando Mata Rosas, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó que “los dinosaurios deslumbran a los niños porque éstos los relacionan con fuerza, poder, control y ferocidad, todo combinado con un toque de fantasía, magia… lo imposible”. Pero el impacto de Jurassic Park no distinguió edades e hizo que la película se posicionara, hasta el estreno de Titanic, como la más taquillera.
Más allá de lo que dejó en el terreno fílmico, lo que la película le dio al campo de la paleontología fue un punto de inflexión. Para el profesor René Hernández Rivera, del Instituto de Geología de la UNAM, sirvió para enseñar la labor de un paleontólogo, que hasta ese entonces no eran tan conocida. Al igual que Hernández Rivera, varios expertos en paleontología alrededor del mundo coinciden: “Jurassic Park no sólo aumentó la popularidad de los dinosaurios, sino que también hizo visible la labor de los paleontólogos”.
En aquel tiempo también se dio una gran difusión de información académica y otro material referente a estos gigantes vertebrados. Ángel Alejandro Ramírez Velasco, profesor de biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, recordó: “Antes de 1993, todo lo que tuviera relación con los dinosaurios era escaso, en cuestión de libros, figuras, etc. Salió la película y fue un boom increíble de juguetes, de tarjetas coleccionables, de información”.
De las salas de cine a los museos
El entretenimiento y los Estudios Universal no fueron los únicos beneficiados por Jurassic Park. Los museos aprovecharon la “fiebre por los dinosaurios” y explotaron el interés del público. Las salas dedicadas a dinosaurios tuvieron una afluencia considerable y los paleontólogos vieron en esto una oportunidad para conectar con la curiosidad de la gente. Niños y adultos, por igual, se sintieron atraídos por aquellas bestias que deambularon por la Tierra hace millones de años.
Un artículo de The New York Times publicado 16 días después del estreno de la película mencionó que el Museo Americano de Historia Natural adelantó una exhibición sobre dinosaurios que tenía planeada para 1995, con el fin de aprovechar al máximo el impacto del filme. Aunque trabajaron a marchas forzadas, la exhibición se volvió un éxito. En sus primeros diez días, alcanzó una asistencia de 40 mil personas, y se preveía que alcanzaría a las exhibiciones más populares hasta ese entonces: una sobre la erupción del Vesubio montada en 1979 y otra sobre nuestros ancestros.
De igual manera, el artículo informaba que el Museo Peabody de Historia Natural, de la Universidad de Yale, en Connecticut, ya presentaba una exhibición de grandes dinosaurios como Apatosaurus, Camarasaurus, Camptosaurus y Stegosaurus, entre otros, y que el 4 de julio iniciaría otra con dinosaurios robóticos, llamada “Visiones de dinosaurios: ciencia y ficción en Jurassic Park”.
El legado de Jurassic Park
Si nos sentamos hoy a ver Jurassic Park, encontraremos que tiene muchos errores puntuales en la apariencia y los hábitos de los dinosaurios. Sin embargo, su contribución a la paleontología y el estudio de los dinosaurios es indudable. El filme no sólo “revivió” a estos animales, sino que despertó el interés en muchos niños y jóvenes que actualmente son paleontólogos.
“La película detonó un switch en mí. Yo ya estaba interesado por los dinosaurios, pero Jurassic Park provocó que quisiera saber más sobre ellos. Ver criaturas de ese tamaño moviéndose, cazando, corriendo fue algo muy novedoso”, contó José Luis Martínez Díaz, maestro en Ciencias Biológicas por el Instituto de Geología de la UNAM. “Reafirmé ese gusto”.