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Bacterias que “hablan”: el lenguaje secreto de los microorganismos

  • Esta historia está inspirada y dedicada con mucho cariño a María Becerro Gadea, indígena tetelcinga y abuela de los autores.

ENTRE VOCES EN MÖSIEHUALI Y SEÑALES BIOQUÍMICAS: LA HISTORIA DE GLORIA Y MARÍA.

En esta ocasión les contaremos una aventura que enlaza a una niña curiosa llamada Gloria, a su abuelita María y a las bacterias, que, aunque no lo crean… ¡tienen mucho en común!

Esta historia comienza en Tetelcingo, un pueblo indígena del estado de Morelos (México) con tradiciones ancestrales que se reflejan en sus festividades llenas de danzas, colores y sabores. Entre ellas, está una muy especial: “La fiesta de la cosecha”, donde cada tercer domingo de octubre los pobladores acuden a la iglesia para celebrar al patrono Cristo Rey y a la Santísima Trinidad. ¡Las calles del pueblo se transforman en un festín visual y aromático!, se adornan con papel picado de colores vibrantes y grandes arcos hechos de flores y palma. De estos arcos cuelgan calabazas, plátanos largos, elotes, naranjas y panes en forma de borrego, simbolizando la abundancia de la cosecha. Además, la gastronomía juega un papel fundamental, ya que se preparan platillos tradicionales como el mole de guajolote y la calabaza en tacha. El aroma de estos platillos se mezcla con el del copal, creando una atmósfera única que envuelve a todo el pueblo. Cada año, Gloria escucha historias de esta gran celebración, pero en esta ocasión acompañará a su abuelita María a la iglesia para llevar una ofrenda.

Al llegar a la iglesia, la abuela María es recibida por sus amigas, pero ellas no la saludan con un típico ¡Hola!, si no con un: “¡Yetlajca María!, tlasojcömati ca bentli”, a lo que la abuela María responde, «Amo cana itla, ¡Ijnecuisti bielic! ¿quiemi quipaliebia?». La conversación siguió, pero Gloria no entendía ni una sola palabra y estaba muy confundida. De regreso a casa, le preguntó a su papá sobre el idioma que escuchó hablar a la abuela María y con una sonrisa su papá le explicó: «Tu abuelita María habla mösiehuali, una variante del náhuatl en Tetelcingo. No todas las personas del pueblo hablan o entienden el español, por eso se comunican por la lengua mösiehuali».

Al día siguiente, Gloria llegó muy contenta a la escuela, porque el día iniciaría con Biología, su clase favorita. El tema de la clase era: “La comunicación bacteriana”, ¡Nuevamente algo de comunicación y ahora en bacterias! Gloria recordó la conversación de su abuelita María, así que escuchó con mucha atención al profesor: «Chicos, las bacterias “hablan” entre ellas a través de un mecanismo llamado quorum sensing, que es un término en inglés que une dos vocablos: quorum (de asamblea, reunión o comunidad) y sensing (de la capacidad de “sensar”; esto es, de interactuar o comunicar). El quorum sensing les permite producir y percibir moléculas químicas que actúan como señales que solo ellas entienden. Estas señales les indican qué hacer: moverse, colonizar o producir antibióticos para combatir a otros microorganismos.

Pero, como su nombre lo indica, para que esto ocurra necesitan “quorum”, que significa: el número de individuos necesarios para tomar una decisión, es decir, cuando se alcanza una alta concentración poblacional. Imaginemos a 10 bacterias en un frasco de 1 litro, para su diminuto tamaño, ese volumen es inmenso y será difícil que logren comunicarse. Pero, conforme pasa el tiempo y se multiplican, ¡llegan a ser millones de bacterias en el frasco!, esto significa que hay una alta concentración poblacional que envía y recibe una mayor cantidad de señales químicas que les permite llegar a un acuerdo grupal (esto es, una decisión de quorum) y decidir qué función realizarán en beneficio a la comunidad, lo cual es importante para enfrentar cualquier desafío, por ejemplo: combatir o defenderse de un patógeno o sobrevivir bajo condiciones desfavorables».

Gloria fascinada, pregunta: “¿cómo platican entre ellas sin que se entere un enemigo?», « ¡Buena pregunta, Gloria!, la molécula señal es como una palabra en un lenguaje desconocido para los patógenos. Por lo general, en las bacterias Gram-negativas, su lenguaje se basa en la producción y percepción de moléculas que tienen un nombre complicado: N-acil homoserina lactonas. Mientras que, las bacterias Gram-positivas secretan y detectan péptidos modificados. Sin embargo, solo las bacterias que “hablan el mismo lenguaje”, es decir, que producen y detectan la misma molécula química, podrán entenderse. Al escuchar esta explicación, Gloria exclama: « ¡como mi abuelita María!, ella es de Tetelcingo, un pueblo indígena de Morelos que habla mösiehuali, una variante del náhuatl que solo ellos entienden». «Yo sé algunas palabras que me enseñó mi papá, pero pronto lo hablaré como mi abuelita María para comunicarnos sin que los demás lo descifren, ¡así como las bacterias!»

A la par, se escuchó otro estudiante: «Profesor, ¿es posible que las bacterias se comuniquen con otros seres vivos?», Gloria como toda una experta en el tema de comunicación bacteriana, contestó: «Sí, porque mi abuelita María habla mösiehuali con sus amigas, pero español conmigo». El profesor muy contento por la participación de Gloria responde: «Así es, pueden hablar con otros seres vivos, ¡incluso con nosotros! Las bacterias no solo se comunican entre ellas, sino que también tienen una forma de “llamar” a otras especies para coordinarse y, a veces, incluso para hacer “negocios” entre ellas. En nuestro cuerpo, las bacterias y los humanos tienen una relación de trabajo muy ocupada, por ejemplo, en nuestro intestino, “hablan” con nuestras células para ayudarnos a digerir los alimentos. A cambio, nosotros les damos un lugar cómodo para vivir y mucha comida (¡las sobras de nuestra comida!)

De igual manera, a veces, las bacterias pueden enviar señales a otras especies para coordinarse en la naturaleza. Por ejemplo, algunas bacterias pueden enviar señales a las plantas para ayudarles a crecer, y las plantas, a su vez, ofrecen nutrientes a las bacterias. Es como un trueque donde todos se comunican y hacen tratos (o “negocios”) para ayudarse mutuamente.

Lamentablemente, la clase terminó chicos, espero no olviden que las bacterias son grandes comunicadores en el mundo microbiano. No solo hablan entre ellas, sino que también tienen maneras de interactuar y colaborar con otros seres vivos».

Con el tiempo, Gloria decidió ser científica y estudiar a nivel fisiológico y molecular la comunicación bacteriana. Desafortunadamente, no logró dominar el mösiehuali como su abuelita María, pero imagina que las bacterias sí lo hacen, permitiéndoles comunicarse y organizarse sin que otros se enteren.