El amor es una emoción que casi todos hemos experimentado y que se manifiesta como una fuerte conexión con otra persona. Sin embargo, no siempre perdura y, en muchas ocasiones, cuesta distinguir si es verdadero o solo una ilusión.
Lo cierto es que el cerebro tiene mucho que ver: libera hormonas y neurotransmisores que influyen en cómo sentimos. Entonces, ¿el amor existe o es solo un truco químico de nuestra mente?
Al respecto, Gabriel Gutiérrez Ospina, investigador del Departamento de Biología Celular y Fisiología del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, habló sobre las características del amor.
“Regularmente una persona entiende al amor a través de usos y costumbres, además del sentir corporal, y no tanto por un contexto más racional y psicoafectivo”.
De entrada, las primeras relaciones afectivas se establecen con los padres y son dependientes, pues ellos fungen como cuidadores. En ese marco se configuran las relaciones posteriores a lo largo de la vida, independientemente de la edad.
“Algunos se quedan con esa sensación de que, si hay una pérdida del cuidador primario, podemos morir”, explicó el investigador.
Del enamoramiento a los reclamos
Cuando una persona se siente atraída por alguien, lo primero que ocurre es el enamoramiento, un estado que el especialista describe como adictivo e ilusorio: uno proyecta en el otro lo que desearía tener para sí mismo y recrea la necesidad de ser cuidado, porque “siempre tenemos miedo a estar y morir solos”.
En ese momento se tiende a atribuir a la otra persona cualidades idealizadas que surgen de las propias carencias.
“Básicamente es casi una alucinación”, afirmó Gutiérrez Ospina.
Cuando el enamoramiento se desvanece, sobreviene la decepción: la persona siente que su pareja “ya no es la misma”, aunque en realidad nunca lo fue.
“Siempre vivió en el enamoramiento”, puntualizó.
En el mejor de los casos, ambos logran adaptarse al nuevo estado —más realista— y ajustarse para sostener la relación. A veces se logra, en otras ocasiones no.
El enamoramiento dura lo que tenga que durar, hasta que la persona reconoce que gran parte era ilusión. “Cada quien se ilusiona de forma distinta”, añadió el investigador.
Cuando no es amor verdadero
No se trata de amor si una persona reclama constantemente, de forma contenida o explícita, que su pareja no es lo que esperaba. “La realidad es que todo fue una ilusión de lo que uno se imaginaba que debía ser la persona amada”, explicó.

Después de esa transición hacia la desilusión, algunas personas deciden permanecer en la relación por el bienestar propio o por los recursos —afectivos o materiales— que brinda.
“Eso no es amor, sino algo absolutamente utilitario, aunque la gente diga que es amor”, advirtió.
Quedarse no siempre es una decisión consciente, sino una reacción inconsciente al miedo de perder esos recursos.
“Es mejor tener a alguien que nos cuide y apapache, aunque sea a las malas, que quedarse solo… a menos que se encuentre un sustituto.”
¿El verdadero amor existe?
Pocos conocen el amor verdadero, y rara vez llega. De acuerdo con Gutiérrez Ospina, se trata de un estado de conciencia mental que procura primero el bienestar propio y después el de los seres que nos rodean.
“Si lo piensas, deja de ser un sentimiento; nada que ver con el enamoramiento, y tiene mucha conciencia de uno mismo y del otro”, enfatizó.
Desde el punto de vista neurobiológico, el amor se construye mediante procesos de razonamiento, empatía y consideración. Por eso, no se localiza exclusivamente en el hipotálamo ni en la amígdala —estructuras más vinculadas con el deseo y las emociones intensas—, sino que involucra circuitos más amplios del cerebro, como la corteza prefrontal y el cíngulo anterior, relacionados con la reflexión y la autorregulación emocional.

El amor maduro genera un estado de bienestar integral, con calma corporal y serenidad cerebral. La neuroquímica participa en ese equilibrio al modular sustancias como dopamina, oxitocina y serotonina, que regulan la motivación y la vinculación afectiva.
Del enamoramiento al amor se activan mecanismos similares, pero se modulan de manera distinta: en el primero predominan los impulsos y la euforia; en el segundo, la estabilidad y la claridad.
“No dejas de hacer tus cosas por irte con tu pareja forzosamente”, concluyó el investigador.
