El 24 de noviembre de 1974, un grupo internacional de paleoantropólogos y antropólogos estaba excavando en la región de Afar, cerca de Adís Abeba, capital de Etiopía, en busca de fósiles humanos. Uno de ellos, el estadounidense Donald Johanson, descubrió un pedazo de codo con anatomía humana. En la pendiente de una colina encontraron otros fragmentos de huesos.
En las semanas, meses y años que siguieron al hallazgo, y a medida que el equipo trabajaba para recuperar y analizar los restos fósiles, quedó claro que se había encontrado el esqueleto parcial de un ancestro humano que vivió entre 3,5 y 3,2 millones de años atrás.
Estos restos óseos pertenecen al esqueleto de una mujer de aproximadamente 20 años, de 1,10 m de estatura, con un peso estimado de 27 kilos, explica Ana Barahona, de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

El grupo de investigadores estaba dirigido por Donald Johanson y los paleontólogos franceses Yves Coppens y Maurice Taieb.
Este primer fósil homínido encontrado recibió el nombre de Lucy. “La historia del nombre es interesante porque durante la excavación los investigadores estaban escuchando en una cinta Lucy in the Sky with Diamonds, canción de los Beatles muy famosa en esos años”.
“Al llevar los restos óseos al campamento, empezaron a observar cosas extrañas, por ejemplo, la forma de la pelvis, diferente a la de otros homínidos, y la articulación de la rodilla”, explica la investigadora. “También el tamaño del cerebro, parecido al de un mono moderno, el chimpancé, y se dieron cuenta de que estaban describiendo algo que no se había descrito, por lo que se consideró un nuevo género y una nueva especie que llamaron Australopithecus afarensis, cuyo significado es monos australes, o monos del sur. Obviamente, esto hizo repensar la historia evolutiva de los seres humanos, de los homínidos”.
Esto abrió la puerta a más trabajo de campo, lo que permitió encontrar un yacimiento impresionante de restos óseos parecidos, por lo que se pudo hablar de una población de Australopithecus. Durante las excavaciones se encontraron más de cincuenta fragmentos óseos, que, en el caso de Lucy, significaron el 40 % del esqueleto del fósil de homínido más completo hasta entonces.
“Fue muy importante haber hecho la reconstrucción de estos restos óseos, porque a partir de este descubrimiento el linaje de los seres humanos se modificó; es importante mencionar que en el mismo lugar se encontraron restos pertenecientes al menos a dos niños, lo que confirmó los hallazgos”.
Los primeros homínidos erguidos
Lucy ya tenía las características morfológicas más cercanas a nosotros, como caminar erguida; su esqueleto es lo más parecido al de un humano actual, pero de menor proporción.
Una discusión recurrente en la evolución humana es en qué momento adoptamos la postura erecta y si fue esta o el crecimiento del cerebro lo que ocurrió primero. Eso es fundamental para entender la evolución humana porque, en el momento en que los primeros homínidos empiezan a dejar de andar en cuatro extremidades o andar en nudillos, como todos los primates, y adoptan la postura erecta, la morfología del cuerpo cambia, explica la académica universitaria.
“Por ejemplo, la inserción del cráneo en la columna vertebral la hizo más recta y no encorvada, lo que permitió el crecimiento del cerebro, cambió la formación de la cadera y la articulación de las rodillas, y se desarrolló una visión periférica. También cambió la forma de parir de estos homínidos y de nosotros, desde luego”.
Estos cambios fueron concomitantes con algo muy importante, que fue la capacidad de alimentarse no solo de frutas y semillas, sino también de carne. En el momento en que empezaron a agruparse y a vivir de la cacería, obtuvieron mucha más energía, lo que potenció que órganos como el cerebro se vieran favorecidos.
“Otra consecuencia del caminar erguido fue que nuestra capacidad de visión aumentó, porque no es lo mismo ir con la cabeza baja que tener la cabeza erguida; todo eso hizo que cada vez nuestro cerebro necesitara más energía”.
Una fase muy importante en la evolución de los humanos fue cuando las primeras poblaciones dejaron de ser nómadas y poco a poco se volvieron sedentarias.
Como nómadas, se alimentaban de frutos y semillas mientras estaban en un lugar, pero al agotarse tenían que moverse a otros sitios, lo que dependía de la época del año, pero debían migrar.
Al empezar a vivir en grupos y desarrollar técnicas muy elementales de agricultura, y posteriormente con el descubrimiento del fuego, esto permitió que se diera un salto en la evolución hacia lo que hoy conocemos como la humanidad.
“Fueron cosas que ocurrieron en un lapso que, desde el punto de vista de la evolución de las especies, es un tiempo supercorto. Cuando hablamos de 3,5 millones de años, en la escala geológica eso es ayer, antier, la semana pasada”.
“Este fósil resultó muy importante en la genealogía de los seres humanos porque fue el primer descubrimiento de homínidos con postura erecta y con un caminar bípedo”, explica Ana Barahona.
Al principio esto fue muy dudoso, hasta que años después se encontraron en el mismo campamento otros fragmentos óseos fósiles de infantes y de algunos adultos.
Este descubrimiento fue muy interesante porque dio inicio a una nueva forma de hacer paleoantropología y a que se introdujeran herramientas novedosas para su investigación.
Gracias a estas herramientas también se descubrió que los ancestros de los humanos, poco después de la aparición de Lucy, ya podían utilizar herramientas, y el descubrimiento del fuego también fue muy importante.
Todo esto, sumado a su visión periférica, a moverse en grupo, cambios en la alimentación y a tener un sistema locomotor con una forma diferente, permitió que pudiesen defenderse y sobrevivir en ambientes inóspitos. Por lo tanto, estos primeros homínidos ya no fueron solo recolectores, sino cazadores-recolectores. Esta posibilidad de comer otros alimentos, como la carne, rica en energía, permitió que estos primeros homínidos, por una parte, comieran con menos frecuencia y, por otra, que se desarrollaran y tuvieran mayor descendencia.
Gracias al desarrollo de otras técnicas y metodologías, se pudo reconstruir la totalidad del esqueleto, y se han hecho incluso reconstrucciones faciales de cómo podría haber sido la cara: con pómulos salidos, el maxilar inferior prominente y la pérdida del pelo.
“El esqueleto original está en una caja fuerte en Etiopía, pero hay reconstrucciones en muchas partes del mundo, de las cuales la más famosa es la que está en el Museo de Historia Natural, en Londres.
“El 24 de noviembre es una fecha paradigmática para los evolucionistas porque en ese día, pero de 1859, se publicó la primera edición de El origen de las especies, de Charles Darwin, que se considera como una obra fundacional de los estudios evolutivos. Es una fecha que los biólogos evolutivos conmemoramos, junto con el 12 de febrero, el Darwin Day”, señala Ana Barahona. “Darwin nació el 12 de febrero de 1809”.
“A partir de esa publicación se ha discutido, y seguimos discutiendo, nuestro pasado evolutivo, que nos liga forzosamente a otras especies de animales, haciendo ver que la especie humana no es una especie creada por un ser omnipresente (que en muchas culturas es el dios del cristianismo), sino producto de la evolución de las especies, al igual que todas las especies con las que hemos convivido a lo largo de nuestra historia”, finalizó la doctora Barahona.