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Festejo universitario por los cien años de Ray Bradbury

Universo de Letras y la Cátedra Extraordinaria José Emilio Pacheco celebraron el centenario del escritor estadounidense Ray Douglas Bradbury con la transmisión de tres mesas de diálogo durante la tarde y noche del sábado 22 de agosto y una fiesta virtual con todo y pastel con velitas.

Bradbury fue un lector infatigable desde pequeño y autodidacta muy disciplinado.  Se formó asistiendo a las bibliotecas públicas de su localidad desde que tenía siete años de edad. Unas de sus primeras lecturas fueron las narraciones de Edgar Alan Poe, los relatos de Herman Melville y las historias de Edgar Rice Burroughs. Nació el 22 de agosto de 1920 en Waukegan, Illinois. “No podía ir a la universidad, así que fui a la biblioteca tres días a la semana durante toda una década”, dijo en una ocasión.

En la mesa final de la jornada, intitulada Queremos tanto a Ray, en la que participaron los escritores Cecilia Eudave, Alberto Chimal y Francisco G. Haghenbeck moderados por el autor de novelas gráficas Bernardo Fernández, Bef, quien además fue el coordinador del festejo, los participantes coincidieron en que no podemos perder la oportunidad de leer y releer a este autor multifacético, que es mucho más que un escritor de ciencia ficción y cuyos méritos literarios son enormes. Ray Bradbury, gurú para su propio tiempo, a quien su buena reputación le sobrevive, fue recordado como uno de los titanes de la imaginación de la literatura universal.

Cecilia Eudave comentó la relación entre Borges y Bradbury, a raíz del prólogo que hiciera el escritor argentino a la primera edición de Crónicas Marcianas. Dijo que ambos compartieron perspectivas literarias y un juego de intertextualidades. “Entre ellos se establecieron hilos conductores y vasos comunicantes. Borges desafió nuestra conciencia y apeló al intelecto del lector, y Bradbury lo hizo con nuestra humanidad”.

Eudave sostuvo que los cuentos del autor de El hombre ilustrado nos hacen ver lo imposible como posible, desnudan nuestra condición humana y critican a las sociedades tecnologizadas. “Su obra es esperanzadora (…) sacude nuestro escepticismo y nos hace sentir que todo es posible”.

Alberto Chimal apuntó que la obra de Bradbury va más allá de la categoría de ciencia ficción. “Es de los primeros que se aparta de los catálogos de las innovaciones tecnológicas. Los artefactos que son parte de sus innumerables historias están ahí por su belleza intrínseca y son herramientas que le sirven para explorar los diferentes conflictos de la vida humana. Nos hace observar el lado humano de las catástrofes. Es un autor que habla mucho de la muerte y de la forma en la cual necesitamos hacer las paces con esta realidad ineludible, y esto lo aborda con un lenguaje poético maravilloso y espectacular”.

Francisco Haghenbeck lo calificó como escritor positivo por naturaleza, un escritor social digno de su época, sin falla que reprocharle. “Su parte fantástica es maravillosa, es el poeta de la ciencia ficción. Su prosa está llena de metáforas, llega a tocar niveles muy altos, es excepcional”.

Después de expresarle su cariño en el centenario de su natalicio y desearle un feliz cumpleaños al tío Ray, invitaron a los usuarios a que disfruten de un autor inmortal que se expande y no se repite en sus cuentos y novelas, todos distintos. Estuvieron plenamente de acuerdo en que es “un escritor de peso completo” y con un registro global. “Es un contador de historias que nos recuerda la falibilidad de nuestro pensamiento”, añadió Chimal.

Para el cierre del festejo se reunieron la totalidad de los participantes en las mesas de reflexión. El divulgador científico Pepe Gordon presentó Los tatuajes del tiempo, un corto de la serie televisiva Imaginantes, como homenaje al escritor que tuvo un vínculo especial con México y que vio a los libros como espejos donde uno mismo se refleja. A esta celebración se sumó el poeta y ensayista Vicente Quirarte, así como el biógrafo autorizado de Bradbury, Sam Sweller, quien dijo que su también amigo fue una persona muy sensible y feliz. “Estaría derramando lágrimas de felicidad viéndoles a través de la pantalla”, aseguró.

Ray Douglas Bradbury supo que viviría para siempre si se convertía en escritor. Durante la transmisión alcanzamos a escuchar el eco de su voz que expresaba con asombro: ¡Dios mío, estoy vivo!