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Embarazos: rangos de edad que aumentan las posibilidades de muerte de la madre o el bebé

Los extremos de la vida reproductiva son un factor de riesgo para que un embarazo presente complicaciones tanto para la madre como para el feto, advierte la doctora Zarela Lizbeth Chinolla.

Cuando habla de extremos de la vida reproductiva, la académica de la Facultad de Medicina de la UNAM se refiere a menores de 19 años y mayores de 35 que se embarazan.

En embarazos de adolescentes y sobre todo de mayores de 40 años, aumenta el riesgo de preeclampsia y diabetes estacional en la madre, así como el riesgo de que el bebé presente alteraciones cromosómicas (síndrome de Down, por ejemplo), que nazca prematuro o que el embarazo termine en cesárea.

Chinolla Arellano, médico obstetra con especialidad en biología de la reproducción, advierte que el embarazo de alto riesgo puede también conllevar la muerte de la madre y/o el bebé.

Si la madre es hipertensa o diabética, o padece obesidad o alguna enfermedad inmunológica (lupus, artritis reumatoide, etcétera), “aumenta mucho el riesgo”. Puede presentar preeclampsia con severidad (llega a tener un evento súbito y peligroso con su presión arterial, imposible de controlar con medicamentos), lo cual puede dañar sus órganos (el riñón, el corazón, el hígado) y causar alteraciones en plaquetas y líneas celulares en la sangre. Esto puede implicar incluso un desprendimiento de placenta, poniendo en riesgo su vida y la del bebé.

Si hay preeclampsia y el embarazo aún es “muy pequeño” (pocos meses o semanas de gestación), aumenta el riesgo de un nacimiento prematuro y, en consecuencia, a veces no hay posibilidad “de generar un parto”; entonces se recurre a la cesárea, cirugía que aumenta el riesgo de muerte. Sólo por el antecedente de preeclampsia, muchas mujeres terminan además como “hipertensas crónicas” (presión elevada).

Normalizan el embarazo en adolescentes

No se sabe con exactitud cuántas embarazadas adolescentes hay en México (considerando cuántos embarazos terminan en aborto o se interrumpen). Pero la proporción de las que llevan su embarazo a término (es decir, a los 9 meses), es de 13.7 de cada 1000 mujeres adolescentes.

Aunque la Secretaría de Salud estima que el embarazo adolescente se produce a los 14-15 años, quizá ésa no sea “una cifra real”. Se sabe de embarazos en “etapas menores”, pero no hay registro “por pena, pudor” o porque no lo mencionan las pacientes.

Por otra parte, agrega la doctora Chinolla, se ha incrementado el número de mujeres de más de 35 años que se embarazan por primera vez. Como ya cumplieron con sus expectativas laborales y personales, y cuentan con solvencia económica, buscan embarazarse con técnicas de reproducción asistida. Esto aumenta el riesgo de que sea un embarazo de alto riesgo.

En México, se calcula que las mujeres que son madres tienen en promedio 2.3 hijos. Este número varía según el estatus económico, la situación laboral y la educación. En la clase media se retarda un “poco más la maternidad” respecto a lo que ocurre en un grupo social de estatus económico más bajo.

No hay registro real de cuántas mujeres se embarazan por reproducción asistida, ya que la técnica de fecundación artificial no siempre se revela, ya sea por el temor de que se sepa que “no puedo embarazarme” o por cuestiones legales (uso de los seguros de gastos médicos por restricciones en las pólizas, así como también casos de situaciones familiares particulares que involucren lazos consanguíneos).

Pese al fácil acceso a anticonceptivos, a los programas y grupos que promueven la anticoncepción y a las redes sociales que “cumplen la función de cultura y educación”, muchas adolescentes no se cuidan para evitar un embarazo no deseado o una infección de transmisión sexual.

En zonas rurales (en algunos pueblos y rancherías de Chiapas, Michoacán, Oaxaca), con pocos servicios de salud, hay muchas adolescentes que se embarazan y mujeres muy jóvenes que van en el cuarto embarazo, y allá lo ven normal.

Embarazo en tiempos de COVID-19

En México, asegura la doctora Chinolla, en la primera etapa de la pandemia el riesgo de muerte materna estuvo más asociado a la COVID-19 que a la hemorragia obstétrica y la preeclampsia. Afortunadamente, la vacunación disminuyó en embarazadas la morbilidad y mortalidad por la infección del SARS-CoV-2.

En términos globales, más o menos 70 por cada 100 mil mujeres pueden llegar a tener un riesgo de muerte por embarazo. En el primer trimestre de 2021, se reportó un 8% de muerte materna entre las mujeres embarazadas que se sometieron a un aborto a causa de embarazo ectópico (una inserción anómala). En el segundo trimestre de aquel año, se reportaron defunciones por hipertensión en 28 de cada 100 mil pacientes.

En muchas partes del país no hay un diagnóstico eficaz porque muchas embarazadas no tienen acceso a marcadores específicos que se pueden tomar en la sangre ni a ultrasonidos para determinar el riesgo de presentar preeclampsia, o ni siquiera cuentan con un aparato para tomarse la presión en casa. Cuando llegan a consulta, muchas de ellas presentan ya un cuadro de hipertensión severo, incluso con problemas renales graves.

Hoy, gracias a las políticas de salud pública, la concientización y la profesionalización de recursos médicos, la mortalidad materna es “tres o cuatro veces menor que hace 10, 20, 30 años”. Sin embargo, esta reducción “no ha sido suficiente”.