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El mundo maya revela caminos

 

¿Qué esconden 102 kilómetros cuadrados de selva en el área maya? Integrantes del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), y de la escuela e instituto nacionales de Antropología e Historia (ENAH e INAH, respectivamente), han realizado un hallazgo sorprendente: debajo de una densa capa de vegetación han hecho una aproximación precisa a la estructura arquitectónica del sistema de asentamiento Dzibanché y los centros de Ichkabal y El Ce-dral, Quintana Roo.

También han detectado vías de comunicación, una auténtica red de carreteras que unía los centros cívico-ceremoniales, además de la infraestructura de producción agrícola que consistía en campos levantados, camellones, albarradas y obras para el almacenamiento de agua en gran escala.

Preguntas

A partir de este nuevo mapa surgen infinidad de preguntas. Por ejemplo, se observan caminos o sacbés que conectan Dzibanché, Kinichná y Tutil, más anchos que el Periférico de Ciudad de México. Pero, ¿por qué tenían ese tamaño?

Asimismo, se aprecia una impresionante infraestructura hidráulica, decenas de aguadas, una de 365 por 375 metros y tres metros de profundidad, para almacenar millones de litros de agua o unidades domésticas, una tras otra. ¿Cuánta gente habitó la ciudad? Estos son sólo algunos cuestionamientos por resolver.

“Con tecnología LIDAR (Light Detection and Ranging), capaz de penetrar con pulsos de láser la cubierta vegetal –con árboles de hasta 20 o 30 metros de altura– hemos visualizado la integración del espacio urbano: unidades habitacionales, infraestructura agrícola y de comunicaciones, edificios relacionados con el poder, todo en una sola imagen”, explicó Gerardo Jiménez Delgado, del IIA.

El uso de esa herramienta promete un cambio paradigmático en la forma de entender las sociedades del México antiguo. Aún más: esta investigación, que incluye el estudio de sistemas agrícolas, podría impactar en el presente, y al comprender por qué y cómo los mayas habitaron la región durante varios siglos, aplicaríamos ese conocimiento en la actualidad. La arqueología debe tener una utilidad social, opinó Javier López Camacho, académico de la ENAH.

Dzibanché, vocablo maya que significa escritura en madera, fue un importante asentamiento que tuvo su apogeo en el Clásico Temprano y que dominó un amplio territorio al sur de Quintana Roo. Fue descubierto en la década de 1920 por el arqueólogo inglés Thomas Gann.

“Como señaló el también arqueólogo Enrique Nalda, se trata de un sitio atípico porque, a diferencia de otras áreas en el Petén central, como Tikal, que tienen un epicentro marcado, en esta urbe hay varios grupos arquitectónicos, como Tutil y Kinichná, que se unen mediante caminos o sacbés”, apuntó.

Tecnología LIDAR

En noviembre pasado, Adriana Velázquez Morlet, directora del Centro INAH Quintana Roo, realizó las gestiones para cubrir con tecnología LIDAR la franja que va de Dzibanché a Ichkabal, a 12 kilómetros al noreste.

Ya se contaba con imágenes aéreas, y ahora es posible apreciar ciudades orgánicamente estructuradas, incluida una densidad impresionante de unidades habitacionales. Luego de procesar los datos crudos recabados por una compañía, Gerardo Jiménez obtuvo una imagen que permite apreciar los espacios agrícolas, fundamentales para el abastecimiento de alimentos, tanto en las partes bajas que se inundan estacionalmente, como en las altas, con lo cual se aprovechaban los terrenos durante todo el año, expuso López Camacho.

El LIDAR, añadió Jiménez Delgado, es un sensor láser que puede estar montado en un avión, avioneta, helicóptero o dron, y emite miles de pulsos de energía láser por segundo, que rebotan. El producto resultante es una nube de puntos, cada uno con coordenadas X, Y y Z; “la que trabajamos fue masiva, con cerca de dos mil millones de puntos; el procesamiento se hizo con programas y algoritmos especiales”.

La primera misión del algoritmo es detectar el terreno y diferenciar entre vegetación y estructuras arqueológicas. Se forma el modelo digital del terreno, en donde se distinguen las calzadas, las unidades domésticas, los campos levantados. También se utilizó sombreado digital para hacer más evidentes los rasgos en la visualización de la información y obtener mapas finales. De esta manera, resulta sorprendente la parte de infraestructura para producción de alimentos y abastecimiento de agua. En una sola imagen se observa un fenómeno urbano totalmente integrado, resaltó el investigador universitario.

Finalmente, Javier López concluyó que el estudio de los sistemas agrícolas hará posible establecer por qué esa civilización permaneció en el sitio varios siglos, a diferencia del poblamiento masivo del sur de Quintana Roo a principios de la década de 1970, que produjo el agotamiento de los suelos. “Saber cómo los antiguos habitantes aprovecharon ese recurso debe servirnos en el presente”.