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Cuéntame tu niñez y te diré cómo superas una ruptura amorosa

Desde pequeños nos han enseñado que las rupturas amorosas son difíciles; a todos nos ha pasado que no dejamos de pensar en la persona, le damos mil vueltas al asunto y queremos regresar a lo que teníamos. Sin embargo, nadie nos contó que todo empieza en la infancia, con los cuidadores y nuestro entorno.

Al respecto, en la década de 1960 el psicólogo John Bowlby propuso que dependiendo de las características que vivimos durante la infancia con los cuidadores vamos a interactuar con la pareja en la etapa adulta, explicó Rolando Díaz Loving, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.

“Los seres humanos somos una especie muy particular, no podemos vivir solos”, añadió el entrevistado. Por ejemplo, un bebé no puede sobrevivir sin la atención y protección de sus cuidadores, además, los necesita para desarrollar sus capacidades de subsistencia”.

Dependiendo de las características de cada uno, y de las personas que lo cuidan, el bebé desarrollará un estilo de apego para interactuar con los demás. De acuerdo con este planteamiento, existen tres tipos: seguro, evitativo y ansioso.

En el apego seguro, el bebé tiene la certeza de que el objeto de su amor es permanente. Es decir, cuando tiene hambre, está rosado, se siente molesto o con frío emite alguna forma de comunicación que los cuidadores interpretan de manera correcta.

Así, “se crea un vínculo entre la necesidad y la respuesta de sus cuidadores y aprende que ante esa necesidad tiene una atención inmediata”.

De esta forma, el bebé está tranquilo porque sabe que en un momento de necesidad, lo van a ayudar. Así, se convierte en una persona segura, a la que le gusta la intimidad y el acercamiento de pareja, pero también es independiente, creativo y productivo.

En el apego ansioso, el bebé tiene una necesidad y sus cuidadores no saben qué hacer. “Quizá el pequeño está irritable, llora mucho porque a pesar del talco sigue rosado, y el cuidador se desespera y lo abandona, luego regresa y lo despierta para ver si está bien”.

¿Qué aprendió el bebé? Que cuando tiene una necesidad sus cuidadores no la resuelven y lo desamparan. En la vida de pareja desarrolla un sentimiento constante de inseguridad y ansiedad de que lo van a abandonar.

En el apego evitativo, el bebé tuvo una necesidad y su cuidador fue no sólo negligente, sino que en algunos casos fue hasta violento. Así, el pequeño aprendió que “más vale que yo no dependa de los demás, porque me pueden dañar, y la persona se pone una coraza emocional”.

El rompimiento de acuerdo al apego

Dependiendo de estas interacciones las personas desarrollan su forma de entender el mundo. Es decir, cuando una persona establece una relación lleva consigo su propia estructura para interpretar lo que sucede.

“Cuando alguien nos dice creo que nuestra relación ya se acabó, respondemos de forma distinta dependiendo del estilo de apego que tenemos”.

Por ejemplo, una persona evitante piensa: “ya me imaginaba que esto iba a suceder, y no me vuelve a pasar, no me vuelvo a enamorar y rompo aquí y no quiero volver a ver a nadie más”.

Cuando existe un apego seguro, en el momento de la separación, la persona piensa: “tuvimos aspectos positivos, espero que te vaya muy bien y si en algún momento quieres regresar podemos platicar sobre ello”. A estas personas no les duele tanto una ruptura porque pueden estar bien solas.

En el apego ansioso la persona es insegura y considera que el mundo no es de confiar y tiene miedo al abandono. Entre más tiempo haya durado la relación más dolorosa será la separación. Empezar con una nueva pareja dependerá del proceso de sanación que tiene cada tipo de apego.

Cuando una persona crece en un espacio seguro, donde aprende a jugar, explorar y conocer, desarrolla todas las competencias y capacidades necesarias para que en la etapa adulta tenga una relación en la que se enfoque en lo constructivo y no en lo negativo.

Cómo superar la ruptura

Entre más se piensa en el rompimiento, menos se puede salir de él, y eso limita las condiciones para avanzar porque la persona todo el tiempo está triste, deprimida, sin ganas de salir y sin apetito.

¿Qué tenemos qué hacer? Aprovechar la situación para crecer y utilizar toda la energía en algo constructivo y positivo. Por ejemplo, aprender un idioma, tocar un instrumento, hacer ejercicio, aprender a cocinar o formar nuevas amistades, concluyó el académico universitario.

Efectivamente, las relaciones humanas son fundamentales para la especie humana, pero como individuos podemos aportar otras capacidades. “Además de estar en una relación como parte importante de nosotros, hay que aprender a equilibrar, también hay amigos y familia, así como hobbies individuales”.

La pareja es parte de la vida y no puede ser todo, porque se crea un desbalance y se pierde el equilibrio, concluyó.