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Investigadores de la UNAM participan en expedición al cráter Chicxulub y revelan primeros resultados

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Jaime Urrutia

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Ligia Pérez Cruz

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]• En el grupo internacional de 32 científicos de 17 países participaron Jaime Urrutia y Ligia Pérez, del Instituto de Geofísica
• Los resultados, dados a conocer en Science, arrojan evidencias sobre cómo se forman los anillos de picos y la compleja dinámica de los impactos de los asteroides

Científicos del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM dieron a conocer los primeros resultados de la Expedición 364 al centro del cráter Chicxulub –en donde se encuentra buena parte del registro de la evolución de la Tierra y de la vida–, ubicado en la península de Yucatán.

Jaime Urrutia Fucugauchi y Ligia Pérez Cruz explicaron que los resultados de la perforación del centro del cráter también abren una ventana a los estudios del Sistema Solar, pues la mayor parte de las superficies planetarias está marcada por cráteres de impacto; un ejemplo cercano es la Luna.

Los resultados, dados a conocer hace unos días en el artículo The formation of peak rings in large impact craters, en la prestigiada revista Science, arrojan evidencias sobre cómo se forman los anillos de picos y la compleja dinámica de los impactos de los asteroides.

El cráter se formó hace 66 millones de años, luego del impacto de un asteroide que afectó los sistemas de soporte de vida y causó la extinción del 75 por ciento de las especies, incluidos los dinosaurios. Ese hecho dio paso a la diversificación de especies y al surgimiento de los mamíferos, entre ellos los primates y los humanos. Por ello, el efecto de esa colisión dejó una huella importante para la evolución de la vida.

Urrutia, también miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, explicó que el cráter Chicxulub se localiza en la plataforma carbonatada de Yucatán, en el Golfo de México, y mide alrededor de 200 kilómetros; está enterrado, cubierto por alrededor de un kilómetro de rocas y, por ello, se encuentra muy bien preservado.

Se trata de un conjunto de anillos circulares, es decir, es un cráter multianillado, como los más grandes que existen en el Sistema Solar, y en su parte central presenta una cadena de montañas conocida como el anillo de picos.

Gracias a la expedición se pudo esclarecer cómo es ese anillo. Debajo de la cadena de rocas se encontraron otras, que estaban a más de 20 kilómetros de profundidad, y que fueron levantadas por el impacto: eso formó la cadena de montañas. Para poderse levantar hasta llegar casi a la superficie, las rocas debieron comportarse de manera dúctil, permitiendo que fluyeran como una gelatina.

En estudios previos y en otros sitios del cráter se habían encontrado fragmentos de unos cuantos centímetros de rocas muy profundas. En esta ocasión los resultados fueron contundentes: debajo del anillo de picos se hallaron más de 700 metros de ese tipo de material granítico.

También se observaron partes negras, correspondientes a la roca fundida por las altas temperaturas en el impacto, de varios miles de grados centígrados, similares a las de la corona solar. Ello se debió a que el meteorito se aproximó a la Tierra con una velocidad de 30 kilómetros por segundo, y la energía liberada por la colisión fue muy alta.

El cráter, el enorme agujero de 25 kilómetros de profundidad, se formó en 10 o 15 segundos; en tanto, el asteroide de tipo condrítico (como los restos más antiguos del Sistema Solar) se volatizó. En ese proceso, las rocas fragmentadas quedaron en la parte superior y debajo el material con comportamiento dúctil.

Estos resultados han permitido hacer un modelo de simulación de cómo se formó el cráter completo y, en particular, el anillo de picos, añadieron.

Pérez Cruz explicó que la perforación científica se hizo en un solo sitio, con base en la información previa que señalaba que ése era el borde del anillo de picos. “Se quería comprobar que estaba compuesto de rocas de basamento, muy profundas, de la plataforma continental”.

Del grupo internacional de 32 científicos de 17 países, 12 estuvieron a bordo de la plataforma de perforación, entre ellos la científica de la UNAM.

Se obtuvieron núcleos de perforación de una profundidad de 500 metros y hasta mil 340 metros de profundidad, con lo cual se traspasó el anillo de picos. Las siete toneladas de muestras se trasladaron a Texas, en donde se realizó una tomografía computarizada para caracterizarlas y ver los cambios de litología y el material fundido durante el impacto, o los diferentes tipos de granitos que conforman el basamento, por ejemplo.

Luego, los núcleos viajaron a Bremen, Alemania, en donde se ubica el repositorio del International Ocean Discovery Program; ahí se continuaron los estudios de laboratorio.

Los científicos explicaron que dentro de los objetivos del proyecto también se encuentra el estudio de cómo se recuperó la vida después del impacto; eso vendrá en una siguiente fase de investigación.

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