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Censo nacional de jaguares revela buenas noticias

Por primera vez en América se realizó un Censo Nacional sobre el Jaguar (Cenjaguar), animal emblemático de Mesoamérica y especie termómetro del estado de salud de los ecosistemas.

El Cenjaguar –apunta Gerardo Ceballos, del Instituto de Ecología– es un estudio precursor sobre el carnívoro más grande de los trópicos de América y es uno de los pocos censos de los felinos más grandes del planeta: entre ellos, el león, el tigre y el leopardo.

En todos sus rangos de distribución, desde el norte de México (antes desde el sur de Estados Unidos) hasta el norte de Argentina, es una especie en riesgo de extinción. Las poblaciones más grandes de jaguar habitan en la Amazonia (particularmente en Brasil, Bolivia y Ecuador).

En México, asegura Ceballos, la deforestación y la fragmentación y perdida de su hábitat (selvas, bosques y manglares) han sido una de las principales causas del decremento de sus poblaciones.

La caza furtiva, para obtener una presa como trofeo o para traficar su piel, cráneo y dientes, la caza de hembras para el tráfico de crías y la mortalidad causada por ganaderos (matan a los jaguares porque matan al ganado) también han causado la pérdida de la población del animal sagrado de las culturas prehispánicas.

El enorme deterioro de sus poblaciones en México y Centroamérica ocurrió por la cacería entre 1940 y 1980. En sólo un año, 1970, se embarcaron mil 500 pieles para “la moda en todo el mundo”. Aunque hay todavía caza furtiva, afortunadamente en 1987 se prohibió la cacería en México.

Otra causa de la disminución de sus poblaciones es la cacería de subsistencia para proveer de proteína a las poblaciones locales. Eso tiene como consecuencia que no haya suficientes presas que son alimento del jaguar. En muchas regiones la cacería de subsistencia se ha convertido en un negocio para la venta de carne de animal de monte, como venados, tapires, pecaríes y otros animales.

Asimismo, la población de jaguar ha sido mermada por las enfermedades que les trasmiten los animales domésticos. Los perros, al incursionar en la selva, pueden contagiarlos de enfermedades mortales como el moquillo.

Dos etapas

El censo, realizado con cámaras trampa que son sensibles al movimiento, abarcó dos etapas. Una de 2008 a 2010 y la segunda de 2016 a 2018. Este fue un esfuerzo de más de 10 años, que involucró a científicos destacados como Heliot Zarza, de la UAM-Lerma; Marco Lazcano Barrero, de El Edén; Antonio de la Torre, del Instituto de Ecología de la UNAM y José González Maya, de Procat Colombia.

Se estima que la población del jaguar a principios del siglo XX era de 20 mil ejemplares, anota Ceballos. La primera fase del censo indicó que el jaguar era una especie en peligro de extinción, porque ya sólo había alrededor de cuatro mil en el país.

Gratamente, la segunda fase mostró que la población aumentó en 800 ejemplares en 2018, llegando a cuatro mil 800, y que la especie aún se encuentra en casi toda “su área de distribución histórica”.

Hay avistamientos de jaguar en la vertiente del Pacífico, desde Sonora hasta Chiapas, y en la del Golfo de México, desde Tamaulipas hasta Tabasco, así como en la Península de Yucatán.

La recuperación de la población y del área de distribución del felino sagrado es producto de ambiciosas acciones de conservación con la sinergia entre la UNAM, la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, la Comisión Nacional de Áreas Protegidas, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional Forestal (Conafor), las ONG e instituciones filantrópicas (por ejemplo, la Alianza WWF-Fundación Telmex/Telcel), científicos y conservacionistas, así como la población (campesinos y comuneros) de regiones donde aún hay jaguares como Calakmul, Campeche, la Selva Lacandona, Chiapas, y Chamela-Cuixmala, Jalisco.

Foto: cortesía Gerardo Ceballos.

Acciones

La estrategia nacional para la conservación e incremento de la población del jaguar consistió en varias acciones: apoyar al gobierno federal para crear reservas naturales que incrementaron el área protegida.

Se estableció un programa nacional llamado Pago de Servicios Ambientales, en donde el gobierno federal paga, por medio de la Conafor, a las comunidades rurales para incentivar la conservación de sus selvas, así como de las poblaciones de jaguares y de otros animales y plantas silvestres.

Aunado a esto, Amigos de Calakmul (Gerardo Ceballos forma parte de esta asociación) ha impulsado la conservación de selvas en esa región mediante el pago por servicios ambientales desde hace 20 años. Actualmente tienen más de 120 mil hectáreas bajo este esquema de conservación, que con las del gobierno federal suman alrededor de 250 mil hectáreas protegidas.

En diversos medios, en los ámbitos nacional y regional, se promovió al jaguar como una especie icónica de la historia de México y fundamental para la conservación de ecosistemas. En los últimos 15 años se logró colocarlo como la especie de fauna silvestre más conocida de nuestro país.

Con ese fin se publicó un cartelón, con mensajes en ocho idiomas locales (maya y náhuatl) y en español, para informar que este animal está en peligro de extinción y hay que cuidarlo. Y en caso de pérdida de ganado por depredación, acudir a las autoridades para la reparación del daño a través del seguro ganadero.

Todas estas acciones de conservación ayudaron a la recuperación del jaguar. En 10 años, reitera, se incrementó 20 por ciento su población en México. De cuatro mil pasó a cuatro mil 800 ejemplares.

Hay avistamientos de jaguar en la vertiente del Pacífico, desde Sonora hasta Chiapas, y en la del Golfo de México, desde Tamaulipas hasta Tabasco, así como en la Península de Yucatán”

Claves

La meta es llegar a tener una población de ocho mil de esos felinos en la siguiente década. Con ese fin se trata de consolidar y crear nuevas reservas. Se promueve que la de Calakmul se incremente de 700 mil a un millón 200 mil hectáreas. También se trata de consolidar el fondo para el pago del seguro a ganaderos y el pago de servicios ambientales en unos dos millones de hectáreas.

Además, para la conservación será clave conectar todos los corredores biológicos donde vive este animal y acabar con las causas de su mortalidad. Una de ellas son los atropellamientos de jaguares y de otras especies. Ya se trabaja en pasos de fauna en carreteras y vías de trenes.

Finalmente, es un imperativo vincular ciencia y conservación (el equipo de Gerardo Ceballos es un caso único y paradigmático), porque la población seguirá creciendo y en consecuencia aumentará la demanda de alimento y de territorio. Y los efectos del cambio climático van a ser más severos.

Para Ceballos es necesario conservar el jaguar, no sólo por su importancia cultural e histórica en México (fue deidad del inframundo y guerrero jaguar en Mesoamérica), sino también porque su presencia es como un termómetro del estado de salud en que se encuentran bosques, selvas y otros ecosistemas que nos proporcionan servicios ambientales como agua potable y oxígeno, además de mitigar el impacto del cambio climático.

Cabe señalar que los resultados de Cenjaguar, reportados por la revista Plus One, pueden consultarse en el siguiente enlace: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0255555.