Aceptar la diferencia es tarea importante en la vida

• En ocasión del Día Internacional por la Tolerancia, Claudio Arturo Tzompantzi Miguel afirma que la educación es crucial para cuestionar las verdades absolutas y aprender que no se debe dañar al otro

La tolerancia no es una indulgencia ni es indiferencia, sino respeto y entendimiento de que las diferencias en cultura, formas de expresión y creencias nos enriquecen. Es decir, es un primer paso para construir la democracia.

Aceptar la diferencia es tarea importante en la vida

Así lo asegura el académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, Claudio Arturo Tzompantzi Miguel, con motivo del Día Internacional por la Tolerancia, que se conmemora el 16 de noviembre. Esta celebración fue instituida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1996, con el fin de buscar la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos.

“Algo fundamental en este día es el respeto a la otredad, a la diferencia, lo que nos hace una sociedad más equitativa, plural y democrática, y es una de las tareas más importantes de la vida: aceptar la diferencia”, señala.

Más que una aceptación pasiva del otro, es comprender cómo se desarticula la intolerancia que adquiere formas de injusticia, violencia, discriminación, marginación, etcétera.

La tolerancia, agrega el universitario, está enmarcada por preceptos como justicia, no violencia, compasión -es decir, que todo el mundo esté libre de sufrimiento-, la creación de comunidad.

Estos principios son fundamentales hoy que las sociedades sufren una polarización a partir de ideas, creencias y valores, por conceptos como raza, clase, género, orientación sexual para calificar a los “otros”.

 

Aceptar la diferencia es tarea importante en la vidaMente cerrada

“Todos, todas, todes somos, en algún momento, un otro. Estas ideas y creencias hacen pensar que unos somos más que otros y así se crean diferencias, condiciones de desigualdad, valores, actitudes que tenemos hacia la otredad.

“Por ejemplo, ante la migración, pensamos que esos otros vienen a robarnos algo propio: nuestro trabajo, la tierra, nuestra cultura y entonces tenemos una idea de que son nuestros enemigos. Al verlo así -que es una forma de intolerancia-, negamos también que su diferencia puede ser enriquecedora”, explica el experto en temas de derechos humanos y género.

Actualmente los problemas de intolerancia tienen que ver con la discriminación, el odio hacia las mujeres, la homofobia -aversión hacia cualquier otra identidad sexo-política que no sea la heterosexual-, el nacionalismo exacerbado.

El universitario detalla que en nuestro país son preocupantes los problemas por cuestión de género. Por ejemplo, en el caso de ellas se piensa que su lugar es el hogar, que deben ser madres, sumisas y cuando rompen con ello hay intolerancia, violencia pues no se acepta que puedan ser iguales al otro.

Están también los problemas raciales. Aunque la mayoría de la población en México es morena, persiste la visión de que a quienes les dan los trabajos y brindan oportunidades es a las personas de tez blanca.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, 73.3 por ciento de los mayores de 15 años considera que la clase social es el principal motivo de discriminación en nuestro país.

Además, 24.2 por ciento dijo que no le rentaría un cuarto a una persona con VIH-Sida; 24.2 por ciento a un inmigrante; 22.5 a un gay o lesbiana y 16.4 por ciento a alguien de un partido político distinto al de su preferencia.

De igual forma, 11.5 por ciento de los encuestados no le rentaría a una persona de una religión distinta; 6.5 por ciento a un adulto mayor; 6.2 por ciento a una persona con discapacidad; 5.5 por ciento a quien tiene la piel morena; y 5.4 por ciento a un indígena.

“La intolerancia la podemos entender como una mente cerrada, que no es plural, que tiene miedo a ver la diferencia o no sabe qué hacer con ella. Estas mentes cerradas producen y reproducen estas ideas de ver al otro como enemigo, pero hoy nada es cerrado, todo es abierto y cambiante”, asevera el académico.

Detalla que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) establece varios aspectos para trabajar a favor de la tolerancia. Uno es contar con un marco legal que busque la igualdad entre hombres y mujeres, que proteja los derechos indígenas, de grupos desfavorecidos. “Que tengamos una normatividad que nos invite a pensar que esa diversidad nos hace más democráticos”.

Aceptar la diferencia es tarea importante en la vidaConstruir democracia y paz

La educación también es crucial, pues si la intolerancia surge de mentes cerradas que adoptan ideas y creencias como verdades absolutas,  debe fomentar el cuestionamiento de esas creencias, así como la escucha al otro.

Además, inculcar no dañar a los otros por ningún motivo. “Es darnos cuenta que el otro es digno, es una vida que vale igual que la nuestra y que las personas siempre estamos en convivencia”.

El acceso a la información es importante para que la población cuente con datos veraces, oportunos, relevantes, que le permita romper con ideas y creencias que generan intolerancia, a fin de construir democracia y paz.

“También está la toma de conciencia, lo que hacemos individualmente: qué opino de las mujeres siendo hombre y de la violencia que están viviendo; qué opino de la diversidad sexual y de género que cada vez conocemos un poco más y va más allá de una supuesta naturaleza y heterosexualidad; cuál es nuestra actitud sobre el racismo y el clasismo. ¿Una persona vale por sus pertenencias, por cómo viste o su tono de piel?”, cuestiona el académico.

La Declaración de Principios sobre la Tolerancia enfatiza que esta no es solo un deber moral, sino un requerimiento político y legal para los individuos, los grupos y los Estados. La sitúa en el marco del derecho internacional sobre garantías fundamentales, elaborados en los últimos 50 años, y pide a los Estados que legislen para proteger la igualdad de oportunidades de los grupos e individuos de la sociedad.
Aceptar la diferencia es tarea importante en la vida

Las dos ciudades

La ciudad huele a comida, gasolina, humo, aceite quemado, flores, mugre, perro callejero… y, a veces, sólo a unos cuantos minutos de diferencia a cloro, perfume, café. De las tinieblas, de los murales agrietados, llenos de costras del Eje Central, del mariachi con cubrebocas que espera un cliente, del Cine Mariscala abandonado, de los indigentes que duermen en las entradas de los comercios cerrados… a las calles de Polanco, el barrio de las tiendas exclusivas: Armani, Dior, Rolex; del restaurante que ofrece su menú de 5 tiempos a domicilio, ¡por 4 mil pesos podremos comer platillos preparado por un chef internacional!

Hay calles de la ciudad en la que sólo transitan los que viven en ella. Sólo ellos conocen los riesgos, los atajos, los callejones sin salida. Quienes viven allí saben que muchas de sus calles no estarán iluminadas la mayor parte del año, que los taxis se negarán a entrar.

Claudia Alarcón: “Una de las nociones que más destacan en estos momentos con el tema de la epidemia es cuestionarse lo que implica vivir una vida normal, lo que implica la normalidad. En el sentido de cómo socialmente hemos construido ciertos estilos de vida a los que la gente aspira, para los que trabaja, para los que se sacrifica, para los que literalmente deja la vida. Estas estructuras normalizadas de estilos de vida, en una situación como ésta nos obliga a cuestionarlos. Y la manera de poderlos cuestionar creo que es viendo justamente las excepciones, o todo lo que se sale de esa norma. El asunto es que las excepciones o lo que se sale de la norma justamente es la decadencia de la sociedad”.

Santa ganó ayer 50 pesos, sólo un cliente, sólo un corte de cabello. “Saldremos de ésta”, dice. La escucho y recuerdo que los chilangos hemos visto a nuestra ciudad contra las cuerdas: en 1985, en el 2017. Ojalá tenga razón.

Fernando trabaja de mariachi, es una tradición familiar. Hace unos días lo contrataron para cumplir con la última voluntad de un fallecido por COVID-19. Los mariachis usaron cubrebocas y guardaron su sana distancia. Hay miedo, hay incertidumbre, es cantar o quedarse sin comer.

Fernando: “Dentro de los clientes que tenemos hay muchas familias y ellos lo que hacen es, ¿sabes qué?, a nuestro muertito le gustaba mucho la música de mariachi y nos lo dijo: cuando yo me muera tráiganme música de mariachi y todos contentos o si quieren llórenme, pero yo quiero escuchar mi música”.

En las calles de la colonia San José Insurgentes un par de músicos cargan su marimba. Mientras algunos les toman fotos desde sus ventanas y escriben en sus redes sociales: “me alegraron el día”, ellos tienen el rostro sombrío, hay seriedad y silencio en sus rostros. No se quedaron en casa…porque tienen que comer.

En su libro “El Coloso de Nueva York” Colson Whitehead afirmó que “la ciudad te conoce mejor que ningún ser humano porque te ha visto cuando estás a solas”.

Jason Y Ng escribió en su libro “Hong Kong no es ciudad para lentos” que allí es duro ser pobre, pero aún es más duro ser pobre y viejo, una sociedad de apáñate sólo y de ponte las pilas”.

El director de cine Spike Lee piensa que Nueva York es una ciudad con estilo, ego y arrogancia.

El premio Nobel de Literatura Pamuk dijo que la amargura paraliza Estambul, pero también es una excusa para la parálisis”.

¿Cómo es la Ciudad de México? Es una ciudad llena de cicatrices, de barrios polvorientos, que sólo tienen agua potable una vez a la semana, que cuando llega la temporada de lluvias sus casas se inundan y sus calles se alfombran de lodo y desperdicios. Pero también es una ciudad llena de museos, de ferias del libro, de maratones; en la que conciertos de cello y violín se instalan en algunos de sus barrios.

Ciudad dividida, polarizada, chairos y fifís, La Merced y Presidente Mazarik, Microbuses destartalados y autos del año que se apilan en los segundos pisos de un mausoleo de vehículos.

Alejandro Peña: La sociedad como sistema produce desigualdad y pobreza, lógicas de dominación.

Pedir disculpas y derribar estatuas, ¿para qué?

Octubre, el mes que nos da la oportunidad de reflexionar sobre lo sucedido hace más de 500 años. Recientemente, el presidente de México insistió en que España debe pedir perdón por la “imposición” y el “saqueo” en la conquista. Esto despertó mi curiosidad con respecto a la percepción general en mi círculo cercano sobre la conquista y, sobre todo, acerca del impacto que “pedir disculpas” pueda tener en el México actual. Decidí sentirme influencer y hacer una encuesta en Instagram preguntando a mis seguidores sobre si “¿AMLO tiene razón?” al insistir a España que pidan disculpas – 80 porciento de las respuestas fueron “NO” mientras que el otro 20 dijo que “SÍ”, y aunque es una muestra poco significativa (pues mis seguidores son pocos), me resultó muy interesante leer el porqué de sus respuestas.

De las diversas conversaciones que tuve con mis pares y compañeros, llegué a distintas reflexiones que compartiré a continuación. Cabe mencionar que mis pensares al respecto parten desde mi situación como mujer y pedagoga comprometida con la educación y con lucha de los pueblos originarios, mas no perteneciente a ninguno.

Comencemos con el porqué no disculparse. Si consideramos que el objetivo de dicho perdón es el de cambiar la narrativa sobre el “descubrimiento” de América, pedir a la España actual que se disculpe con el México actual por hechos ocurridos hace más de 500 años resulta poco eficiente para lograr dicha meta. De cierta manera, buscar que España pida perdón a México mantiene el mismo esquema colonial, pues continúa repartiendo culpas por lo ocurrido, creando enemistades con otros y jerarquizando a unas sociedades sobre otras, mas no empodera a los mexicanos y mucho menos a los pueblos originarios ni trae ningún beneficio para ellos.

Por otro lado, el sí recibir una disculpa de España podría resultar en una forma de cierre para sentir que “se hizo justicia” y, por ende, para comenzar a cambiar la narrativa sobre la conquista; no obstante, las disculpas no se exigen, y un perdón forzado e institucional no hace nada por desmantelar un sistema colonial y paternalista. Es decir, concuerdo con que es necesario cambiar la narrativa del “descubrimiento”, y si bien el reconocimiento de los hechos históricos es un gran paso hacia eso, es precisamente sólo el primer paso, y no basta con analizar o criticar la punta del iceberg de un problema estructural y profundamente arraigado en nuestra cultura e ideología. La conquista supuso una irrupción violenta en la vida de los pueblos indígenas, y el acto violento -tanto físico como simbólico de la colonización- cambió drásticamente la condición social, económica, cultural, laboral y lingüística de los indígenas. Por ende, es necesario abordarla desde un proceso de cuestionamiento y reflexión crítica, no solamente de lo ocurrido, sino de las implicaciones que sigue teniendo en la sociedad.

De acuerdo con Franz Fanon (1961), el colonialismo condena a la alienación, a la pasividad y a la dependencia. Es necesario poner fin a la historia de la colonización, así como a las prácticas de discriminación y opresión sistémicas derivadas de una sociedad postcolonial.

Por supuesto que hay gran valor en reconocer que el 12 de octubre no debe festejarse, no obstante, el mero reconocimineto -sin crítica, praxis o reacción congruente- es insuficiente. No basta con exigirle a un tercero que pida disculpas por algo ocurrido hace cientos de años si como sociedad no tomamos acciones que reconozcan o validen a los pueblos originarios. No solo no es suficiente, sino que resulta incongruente denunciar el genocidio ocurrido durante y tras la conquista, pero seguir infantilizando o haciendo menos a los pueblos indígenas. Pedirle a un tercero que pida perdón por lo que hicieron sus antepasados no guía la conversación hacia encontrar soluciones emocionales o conceptuales; reconocer el hecho histórico, escuchando las distintas narrativas, puede llevar a un cierre, pero eso no resuelve las implicaciones actuales del postcolonialismo, ni invita a la acción. Comprender que el 12 de octubre no es una celebración no quiere decir que no deba ser recordado; por el contrario, es un día para conmemorar pues nos brinda una oportunidad de reflexión y cuestionamiento.

Entonces, considero que es necesario enfocarnos en lo que sí podemos controlar y cambiar desde nuestra trinchera. Cuestionemos los hechos y las narrativas, no para exigir que nos pidan disculpas, sino para aprender a pedir disculpas. Es importante cuestionarnos hasta dónde estamos colonizados, sí, pero también hacia quién y de qué manera hemos actuado para entonces ser congruentes con nuestras acciones, críticas y reflexiones.

Como pedagoga, una de las frases que más frecuentemente escucho es que “sólo la educación puede salvar al país”, y estoy de acuerdo, sobre todo porque la educación son esas conversaciones que suceden a partir de que nos cuestionamos lo que siempre hemos aceptado y/o dado por hecho; a partir de que un día decido sentirme influencer y preguntar a mis seguidores. Aprendamos a cuestionar, reenfocar y desmenuzar las narrativas que se nos han contado para transmitirlas de manera más crítica y reflexiva. Preguntémonos los por qués y para qués de las cosas; por ejemplo, el por qué y para qué de ese “perdón” de España. ¿Es esta la forma correcta de cambiar la narrativa del “Día de la Raza”?, ¿verdaderamente va más allá de buscar culpables y de deslindarnos de la responsabilidad de la discriminación actual hacia los pueblos indígenas?

Cuestionemos de qué manera transmitimos estos conocimientos para cambiar las narrativas desde el fondo; ¿cómo les enseñamos a las niñas y los niños de hoy el “descubrimiento” de América?, ¿qué narrativa queremos que ellos aprendan y transmitan?

Y sobre todo, seamos congruentes con las acciones que tomamos a partir de que nos hemos cuestionado; preguntemos ¿de qué sirve derribar estatuas de Cristóbal Colón, si seguimos preguntando “cuánto es lo menos” al comprar artesanías?, ¿de qué sirve buscar disculpas de los españoles “colgándonos” del estandarte de los pueblos indígenas, si nuestros actos contribuyen a perpetuar la alienación de los mismos?, ¿para qué seguir buscando la solución fuera si el verdadero cambio de narrativa está en nuestras reflexiones, críticas y acciones?

 

*Pedagoga por la Universidad Iberoamericana (UIA) y representante de América Latina para la Junta Directiva de Up with People International Alumni Association (UWPIAA)

Retrovisor: Las seductoras de la Independencia

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Nota original de: UNAM Global
Fecha de publicación: 3 de abri de 2017
https://unamglobal.unam.mx/retrovisor-las-seductoras-de-la-independencia/[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_video link=”https://youtu.be/gmnnevz96s4″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Los artistas plásticos suelen representar iconográficamente a la Independencia de México como una mujer. Sin embargo, resulta irónico que la memoria colectiva e incluso la historiografía suelan olvidar o relegar la participación de las mujeres en ese episodio de la historia de nuestro País. Cuando pensamos en la Independencia, por nuestras mentes desfilan algunos pocos nombres femeninos: acaso los de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario o Mariana Rodríguez del Toro.

Por fortuna, historiadoras como Carmen Saucedo Zarco han rescatado del cementerio del olvido a una gran cantidad de mujeres que participaron en la Independencia, entre ellas, a un grupo a quien califica como las seductoras.

Gertrudis Bocanegra. Después de que la guerra le arrebató a su esposo e hijo, se entregó por completo a la causa insurgente. Le fue encomendada la tarea de ir a Pátzcuaro para averiguar el estado de las tropas realistas, conspirar y convencer a sus elementos de desertar. Fue capturada y pasada por las armas en octubre de 1817.

Carmen Camacho. Solía convencer a soldados realistas de cambiarse al bando insurgente mientras compartía con ellos algún trago. Pero cuando trató de convencer a José María García, éste la acusó con sus superiores, quienes la sentenciaron a muerte. Fue fusilada el 7 de diciembre de 1811. De su cuerpo colgaron un cartel que decía “seductora de tropa”

María Tomasa Esteves y Salas. Además de fungir como espía consiguiendo información del ejército realista, se encargaba también de persuadir a los soldados realistas de integrarse al ejército insurgente. El propio Agustín de Iturbide reconoció que de no ser por el patriotismo de su tropa “habría sacado mucho fruto por su bella figura”. Fue ejecutada el 9 de agosto de 1814 y su cabeza expuesta en la plaza de Salamanca.

Juana Barrera, María Josefa Anaya y Luisa Vega. Fueron delatadas por el Cabo Ignacio Ibarra y detenidas por el Coronel Ordóñez, quien le informó al virrey Calleja que “franquearon hasta sus propios cuerpos al logro de sus ideas”. También fueron fusiladas.

Si bien solemos relacionar la palabra seducir como el acto de atraer sexualmente a otra persona y, aunque algunas de ellas sí lo hicieron, su principal fin no era carnal, sino político y la extrema severidad del castigo que recibieron, es la muestra del peligro que constituían para los realistas.

Así como ellas, son muchas las mujeres que participaron en este y otros episodios de nuestra historia y son afortunadamente cada vez más los historiadores e historiadoras que nos hablan de ellas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Lecturas nocturnas: Star Wars y la Filosofía

El Giro y el miedo a la bici

Hace unos días se celebró en Turín la centésima cuarta edición del Giro de Italia, la ciudad piamontesa fue la primera de las 21 etapas que componen la competencia que se lleva a cabo en el mes de mayo desde 1909 en su versión masculina.

El sábado fui testigo de la tercera partida más veloz en la historia de la competencia, ganó en casa la “maglia rosa” el piamontés Filippo Ganna, con una media de 58.748 km/h con la que corrió los 8,6 kilómetros del circuito que partía de plaza Castello.

Fue una suerte que después de una tímida y nubosa primavera, el sábado pudiéramos disfrutar de un día soleado que invitaba a la gente a participar en un evento tanto esperado por la comunidad de ciclistas.

Admito que durante los años que viví en la CDMX, la bicicleta no formó parte de mis principales medios de transporte, es más, tengo en alta estima a quienes a pesar de todos los riesgos que puede representar la bici en una ciudad como la nuestra, la usan cotidianamente.

Tenía tanto miedo de usarla, que aunque pagué la suscripción al servicio de sharing de la ciudad, lo usé apenas un par de veces… la conocía desde siempre, la usaban tíos, mi padre, mi hermano, ex parejas, incluso cuando mi marido empezó a aficionarse pensé que se trataba de algún tipo de maldición.

Con la pandemia, muchos buscamos medios alternativos al transporte público para poder movernos. Empecé a caminar más, pero mi naturaleza retardataria pronto me mostró las desventajas de este sistema. Pensé en la cuestión no resuelta de la bici y busqué una que se acomodara a mis necesidades, después de batallar con la bicicleta de montaña y su estructura que no me resultaba del todo amigable, encontré una “bici de ciudad” que me hizo sentir por primera vez dueña de la calle.

Desde entonces sólo podía contar las ventajas de usar la bici como principal medio de transporte. No extraño que en el metro o el autobús el cubrebocas me empañe los lentes o buscar estacionamiento cuando vamos en auto.

Durante este periodo particular, donde socializar es tan difícil, la bicicleta se ha convertido también en un pretexto para hacer ejercicio y encontrarte ciclistas buena onda en el camino.

Después de la salida de los primeros ciclistas del Giro, junto con mi pareja aproveché para pedalear en los espacios verdes de la ciudad. Con el éxtasis de la competencia, nos encontramos varios grupos de ciclistas amateur en uniformes y bicis profesionales, otros con bicis rescatadas del fierro viejo, triciclos, monopatines, … el movimiento era la orden del día.

Cerca del final de la competencia, regresábamos a casa al lado del río Po sobre un carril para ciclistas. Vimos que un niño de unos seis años venía hacia nosotros en sentido contrario a toda velocidad y como pudimos, frenamos, pero el pequeño derrapó y cayó. No sé cómo se llenó de hojarasca y tierra hasta la espalda, escuché que su padre venía gritando a lo lejos en bicicleta.

Cuando llegó, se acercó para gritarle, que debía tener más cuidado, que apenas habían salido de casa. Ni siquiera tomaba aire. El niño, tirado en el piso. Estaba entre los gritos del don que me ponían nerviosa y las ganas de levantar al niño, decirle que no era su culpa, que cuando uno rueda, esas cosas pasan.

Levanté la pequeña bici, se la di al padre, que sólo hizo pausa en el regaño para darme las gracias, después levanté con mucho cuidado al niño, mientras le preguntaba si estaba bien, lo tomé un poco apenada, pensé que no debía tocarlo una extraña, pero las palabras de su padre parecían pegarlo al suelo.

Busqué su mirada y con sorpresa vi que estaba enojado, ni una lágrima, afortunadamente estaba bien.

Seguimos nuestro camino, coincidimos con el final de la etapa de ese día del Giro, y vimos varios de los autos que cargan las bicis y cámaras que siguen a los ciclistas, como sorpresa extra del día, cruzamos camino con el número 168 de la competencia sobre avenida Reina Margarita y le dije a Toño: “síguelo”, mientras yo me quedaba inevitablemente atrás.

Después de una llanta ponchada, llegamos por fin a casa. Esa noche después de la cena seguí pensando en la mirada de enojo del niño. Comprendí que el enojo es una emoción que (a muchos de nosotros) nos enseñan los adultos para lidiar con nuestras emociones complicadas, vergonzosas y primitivas.

Desee que el pequeño pudiera algún día vivir sus emociones sin filtros ni estereotipos, llorar si hace falta, sentir miedo, vergüenza, dejar de ser el espejo de los adultos que nos rodearon en los años tiernos, sentirnos, para no destruirnos. Sentir la misma libertad y agilidad que me tomó tanto tiempo experimentar sin miedo a caerme, porque cuando uno rueda, esas cosas pasan.

*Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

Luchamos porque estamos vivas, y no sabemos hasta cuando

Cuando era niña pensaba que el ocho de marzo era un día para celebrar. Un día en el que las mujeres podíamos festejar y reconocer el camino recorrido hacia la equidad de género. Apreciaba que me felicitaran y me llenaba de orgullo ser mujer. Qué ingenua.

Crecí en una familia encabezada por mujeres, cosa que en la infancia me “alejó” del machismo de la sociedad. Mi mamá siempre nos dijo a mis hermanas y a mí que no había nada que no pudiéramos hacer y, en caso de que lo dudáramos, ella nos demostraba que todo era posible. Se movía en el medio de la política y encontró siempre la manera de abrirse camino “a pesar de” ser mujer. Nos educó como mujeres luchadoras y feministas desde el principio a través de su ejemplo.

Siguiendo su ejemplo en la escuela siempre luché por las pequeñas cosas. Pensaba que la equidad de género consistía en hacer entender a mis compañeros que las mujeres, o niñas, éramos igual de capaces; me enfurecía que se asumiera que los niños eran mejores en matemáticas, que los maestros pidieran sólo a los hombres que cargaran y acomodaran las sillas y bancas, y que las canchas de futbol estuvieran reservadas para los niños en la hora del recreo. Pensaba que la equidad de género era demostrar que yo también era buena en matemáticas, que podía cargar bancas y que me encantaba jugar futbol; que se trataba “sencillamente” de romper con los roles de género impuestos y tan arraigados a la sociedad. De nuevo, qué ingenua.

En tercero de secundaria, un compañero me acosaba de manera explícita; me decía cosas como “se me para cuando te veo” o “cuando me masturbo pienso en ti”. Al principio lo dejé pasar, hasta que decidió que era buena idea masturbarse en clase viéndome fijamente. Sin saber cómo reaccionar, hablé con mi hermana mayor y su novio para que me aconsejaran. Lo prudente hubiera sido reportarlo a la dirección, pero mi cuñado me pidió que le dijera quién era y, al día siguiente, a la hora del recreo lo levantó de la playera del uniforme y lo amenazó para que no se me volviera a acercar. Fue un acto escandaloso en el que se involucraron las autoridades; a los pocos minutos, estando en la oficina del prefecto, me dijo que se tomarían cartas en el asunto inmediatamente pero que “por favor procurara traer la falda del uniforme un poco más larga para no volver a provocarlo”. Me sentí enojada e impotente de que me culparan a mí de provocarlo; me pareció una incongruencia que la culpa fuera mía y de mi falda, cuando era la misma escuela la que me obligaba a usarla. Ésta no ha sido mi única experiencia de acoso, pero fue en la que empecé a entender que la lucha a la que yo me venía sumando desde años antes era mucho más grande que el poder o no cargar las bancas del salón.

Aunque en ese momento comprendí un poco más, jamás me imaginé lo profunda y dolorosa que sería la lucha feminista. No pensé que sería una lucha en la que no sólo buscaría que no me culparan por usar la falda del uniforme, o que no se culpara a las mujeres de ser víctimas de acoso y abuso sexual, sino en la que tendría que pedir que se respetaran mis derechos sobre mi cuerpo. No cruzó mi mente que tendría que exigir que se valorara, o al menos se respetara mi vida y la de todas las mujeres, y mucho menos me imaginé que saldría a marchar año tras año para pedir justicia por las miles de niñas y mujeres que han sido asesinadas por el simple hecho de ser mujeres.

Cada año, marzo me genera una serie de sentimientos encontrados; por un lado, me siento orgullosa, empoderada, amada y valiente. Por otro lado, siento miedo, impotencia, tristeza y coraje. Me siento orgullosa de ser mujer y de todo lo que las mujeres han y hemos logrado reclamar y reivindicar; me siento empoderada al alzar mi voz y seguir luchando; me siento acompañada y amada por todas las mujeres que se han unido a esta lucha; y me siento valiente de seguir aquí, día con día, sin rendirme.

También siento miedo de salir a marchar y de alzar la voz, porque conozco los riesgos que implica; siento impotencia por no poder hacer más, impotencia por no poder resolverlo todo o traer de regreso a todas las que ya no están; siento tristeza de pensar en las vidas que se han arrebatado como si no valieran nada; y siento mucho coraje por la forma en la que las autoridades y el gobierno han decidido reacccionar ante la gravedad del asunto, que su respuesta consista en ignorar algo que a mi parecer es obvio e impera atender.

Por un lado, me enorgullece que la exigencia de la lucha feminista nos ha dado el derecho al voto, el derecho a la educación, y tanto más, por otro, me enfurece que ahora tengamos que exigir el derecho a la vida. Por un lado, me siento acompañada y sorora hacia con todas las mujeres que forman parte de la lucha, por otro, me siento triste de las circunstancias que nos unen. Por un lado, me siento valiente y empoderada al alzar la voz y luchar, por otro, siento miedo de alzarla demasiado, siento miedo de ser la próxima.

Hace un año salí a marchar con mi mamá, mi hermana y otras mujeres importantes para mí; fue un día mágico, lleno de emociones encontradas, en el que me sentí acompañada, amada y empoderada. Este año decidí no salir a marchar, pero eso no quiere decir que la lucha haya cesado. Hoy me toca seguir exigiendo desde casa. Seguirme cuestionando e invitando a las y los demás a hacer lo mismo. Seguir alzando la voz para que no se culpe a más niñas y mujeres de usar la falda muy corta, sea o no la del uniforme; seguir exigiendo que se respete la vida de las mujeres como se respetan las canchas de fútbol en el recreo o las paredes de los monumentos; seguir exigiendo justicia por las que ya no están.

Mi lucha, mis sentimientos y mis pensares están presentes todo el año, pero definitivamente marzo los aviva aún más. Al igual que cuando era niña, pienso que el ocho de marzo es un día para reconocer el camino recorrido, y me sigo sintiendo orgullosa de ser mujer, pero ahora comprendo que, más que un día de celebración, es un día de conmemoración, lucha y exigencia. Que no es un día para felicitarnos, sino un día para desaprender y deconstruirnos. Ha sido ese cuestionamiento y deconstrucción lo que ha transformado mi ingenuidad en energía y coraje para seguir luchando.

*Mujer mexicana. Licenciada en Pedagogía por la Universidad Iberoamericana. 

Día de fuerza. Día de lucha

El 8 de marzo todo se pintó de morado: feeds de Facebook, Twitter e Instagram, fotos de perfil, el atuendo y maquillaje; los carteles, el pañuelo, las flores…

Abruma y conmueve tanto morado, y no sé si soy yo, pero este año lo he visto como ningún otro. Y no sólo es cuestión de atención selectiva. Atención selectiva sería ignorar que diario vemos en redes y medios la súplica para difundir sobre la desaparición de la hija, la hermana, la amiga o la conocida de alguien. Atención selectiva sería ignorar encabezados que nos reportan que encontraron el cuerpo de una niña que llevaba semanas desaparecida. Atención selectiva sería pretender que las autoridades reconocen la gravedad del asunto.

“Ya todo les ofende” “Ya todo es machismo” “Ahora resulta que a todas les han hecho algo”

No, queridx compañerx, no es “ahora resulta”. No me corresponde y estoy cansada de intentar convencerte de que a todas nos han incomodado, humillado, violentado, golpeado, manipulado. No tengo que convencerte de una realidad que es obvia y que ha estado frente a nosotrxs todo este tiempo. No tengo por qué convencerte de que nuestra lucha es válida y necesaria. Si no nos cuesta creerle a la víctima es porque sabemos cómo son las cosas.

En el fondo todos sabemos que es cierto, la violencia física, simbólica y estructural que se ejerce sobre las mujeres y niñas está tan imbricada en nuestro sistema y su esencia, que parece invisible; pero es precisamente esta sutileza y permanencia la que permea todo aspecto de nuestra vida, y por eso es que la misoginia y el machismo se reproduce individual y colectivamente con tal naturalidad.

Quizás explícitamente no nos demos cuenta; puede que nos sorprenda descubrir los micro machismos en las actitudes y comentarios que tenemos tan normalizados. Puede ser que genuinamente no consideráramos que referirnos a las mujeres como “zorras” o “viejas” no fuera quizás la mejor manera; o que diéramos por hecho que en las parejas siempre hay consentimiento; quizás asumíamos los roles en la familia y la pareja sin pensarlo dos veces. Porque todo esto es normal, ¿no? Así es la vida, así siempre ha sido.

De pronto nos dicen que todo lo que dábamos por hecho viene de la misma raíz, que todo se remonta a una misma base, sutil y violenta, y que quizás deberíamos cambiar y, entonces, viene el conflicto. Primero el conflicto cognitivo: “¡¿Cómo?! A mí me enseñaron a construirme, a tratar y a interactuar con hombres/con mujeres de esta manera. Así siempre ha sido. Todas las personas son así, todas las familias son así”. El conflicto cognitivo consiste en el encuentro y enfrentamiento de mis conocimientos e ideas previas con información nueva; requiere de una reestructura mental, un proceso que lleva tiempo y esfuerzo. Y muchas veces, el conflicto cognitivo se encuentra con un duelo emocional: “¿Entonces lo que me enseñaron está mal? ¿Somos malos? ¿Vivimos una mentira?”.

La construcción y lectura social del género sostiene y perpetúa la estructura social como la conocemos. De pronto se sacude esa base, enfrentamos el conflicto y el duelo; ante un choque emocional de este calibre, ¿qué sigue? Hay tres respuestas fundamentales: paralizarse, huir o atacar.

–       Paralizarse. Ignoro todo lo que pasa. Sigo con mi vida. “A mí no me afecta”, “mi vida está bien, no debo cambiar”.

–       Huir. Estoy en negación, rechazo el conflicto. Hago lo que sea para convencerme de que lo que creo y doy por hecho que está bien y no debería de cambiar. “Ellas se lo buscaron”, “Eso le pasa por andar sola, por vestirse así”, “No todos los hombres…”.

–       Atacar. No estoy conforme, sé que no estoy a salvo, no me gusta el panorama, y sé que si no hago algo moriré. Entonces reaccionamos, alzamos la voz y henos aquí.

Quizás efectivamente antes no nos dábamos cuenta o no podíamos poner palabras y conceptos para denunciar y describir el sistema patriarcal y la violencia machista que permea nuestra vida cotidiana. Quizás no, pero en el fondo siempre lo hemos sabido, si no, no nos dolería tanto enfrentarnos a este conflicto cognitivo y duelo emocional.

Duele porque da justo al clavo. Lo sabemos porque todas, todos, todes hemos vivido esta violencia, ya sea simbólica: “zorra”, “apretada”, “mamacita”, “no seas llorón”, “nunca vas a ser un hombre de verdad”; ya sea física: ese jaloneo que no fue normal, ese apretón de brazo que te preocupó, esa vez que te penetró después de que dijiste que no, cuando “sí querías, pero estabas muy ebria para decir que sí”, cuando te llevaron a la fuerza, cuando te desaparecieron; o ya sea estructural: “las mujeres son muy hormonales, no se puede confiar en ellas para decisiones importantes”, “aquí no vengas vestido así, viste como hombre/mujer respetable”, “las mujeres a la casa y el hombre a trabajar”. No importa qué tipo de violencia, pero todxs sabemos de qué se trata.

El sistema patriarcal machista heteronormal (sí, con todas las palabras que hacen que algunxs volteen los ojos) nos afecta a todas, todos y todes, pero hoy nos toca a nosotras las mujeres exigir y reivindicar lo que es nuestro y que nos corresponde. Cambiar la realidad en la que vivimos es chamba de todxs, pero hoy nos toca un espacio sólo para nosotras. Reclamamos nuestro espacio y lugar con morado, con arte, con frases, con flores; somos muchas y nos tenemos la una a la otra, sí, y es reconfortante y empoderante recibir esta oleada de morado y fuerza.

Hoy es un día de mucha fuerza, pero es también un día de mucho dolor.

“Era mi mejor amigo” “Era mi novio” “Me sentí sucia, me sentí culpable” “Me costó reconocer que no fue mi culpa” 

Es desgarrador, es abrumador, y nos duele a todas.

“…pero ahora, después de x años, puedo hablar sobre esto, puedo perdonar, puedo nombrar a mi agresor” “Quiero sanar, y sé que estaré mejor”

Hermana, yo sí te creo, siempre te voy a creer a ti. Yo te escucho, te acompaño y te apoyo en lo que pueda.

La culpa no era tuya, ni dónde estabas, ni cómo te vestías.

Algún día todxs vamos a entenderlo.

*Mujer y maestra mexicana. Lic. en Pedagogía por la Universidad Iberoamericana.

“Busco justicia y no descansaré hasta encontrarla”

“Busco a mi hija desde hace seis años. Un día el novio fue por ella para ir a dejarle unos documentos a la abuelita de él. Mi niña ya no regresó ese día. El hombre dice que la dejó afuera de la casa de su familiar y que al salir ya no estaba. Busco justicia para ella y no descansaré hasta encontrarla”, cuenta la mamá de Mireya, desaparecida desde 2014 en Cuernavaca, Morelos. Ella marchó este 8 de marzo para exigir justicia. 

Miles de mujeres se manifestaron ayer en las calles del Centro de la Ciudad de México. Los reclamos son los mismos de los años anteriores: alto a los feminicidios, violaciones, abusos y a la violencia contra la mujer.  

Vistieron de color morado, las mujeres portaron pancartas con alusiones a los agresores y contra el patriarcado: “Quiero vivir, no sobrevivir”, “Ojalá así nos protegieran”, “Hasta encontrarte mi niña”. 

Varios contingentes, a diferentes horas del día, partieron del Monumento a la Revolución rumbo al Zócalo. La marcha de ayer no fue tan numerosa ni tan organizada como la del año anterior pero las consignas y el mensaje eran el mismo: el fin de la violencia contra las mujeres.

 

 

Conforme los contingentes avanzaban había una constante: no existían los silencios, siempre se escuchaba una consigna, un canto, un grito. Hay mantas y carteles por todos lados. Piden que se atrape a un agresor, se muestran los datos de una adolescente desaparecida y en las calles de avenida Juárez alguien pinta con aerosol: “Sólo tenía 5 años”.

Todas se concentraron en la plancha del Zócalo. El gobierno federal tapió el Palacio Nacional con vallas metálicas. El muro de paz se convirtió en un muro de los lamentos: una lista de nombres interminables de mujeres que nunca fueron atendidas por la justicia. Ahí es donde ocurrieron los enfrentamientos. Detrás de las vallas las mujeres policías resistieron martillazos, empujones. Las manifestantes patearon las vallas, consiguieron tirar un par y el costo es recibir el gas de los extintores. Retrocedieron para limpiarse los ojos con agua y regresaron a esa tarea hormiga: gritaron hasta quedarse sin voz, patearon hasta que alguna valla cayera.

Quienes no pudieron salir de sus hogares enviaron mensajes de aliento en redes sociales o pegaron algún cartel en su puerta: “rompan todo hermanas”.

Comunidades indígenas urbanas en tiempos de pandemia

La pandemia derivada de la COVID-19 ha significado grandes cambios y adaptaciones en el estilo de vida de la mayoría de las personas. Desde adoptar el uso de cubrebocas y gel anti-bacterial, lavarnos las manos obsesivamente, quedarnos en casa en la medida de lo posible, y acostumbrarnos a hacer home-office, hasta perder un trabajo, buscar nuevas fuentes de ingreso y reconsiderar lo que verdaderamente es necesario para todas y todos. Pero ¿qué pasaría si, aun antes de la pandemia, no hubieras tenido acceso a estas oportunidades que tuvieron que cambiar? Por ejemplo, si no tuvieras un trabajo que perder o una escuela a la que asistir; o peor aún, si no tuvieras agua para lavarte las manos o una casa en donde mantenerte aislado y seguro.

La pandemia ha exacerbado la desigualdad social y ha visibilizado las brechas sociales que existen en el mundo y en nuestro país. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2019), cerca de la mitad de la población mundial no tiene acceso integral a los servicios sanitarios básicos y, en México, el 26 por ciento de la población carece de acceso a servicios básicos de la vivienda (CNDH, 2018). Esto quiere decir que más de un cuarto de la población mexicana obtiene el agua de un pozo, río, lago o por acarreo, no cuenta con servicio de drenaje o desagüe, no dispone de energía eléctrica y/o utiliza leña o carbón para la preparación de alimentos.

Dentro de esta estadística, los pueblos originarios son el sector más significativo. Según el Estudio Diagnóstico del Derecho a la Vivienda Digna y Decorosa de 2018 realizado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2018), “el 79.1 por ciento de la población indígena presenta un rezago de vivienda, […] el 56.3 por ciento de la población indígena presenta carencia por acceso a los servicios básicos de la vivienda” (CONEVAL, 2018, p.138), sin mencionar a las personas que son excluidas de las estadísticas porque no cuentan con una vivienda.

Tal es el caso de una comunidad indígena Otomí que reside en la Ciudad de México. Sus integrantes provienen de la comunidad de Santiago Mexquititlán, en el municipio de Amealco en Querétaro, pero residen en la Ciudad de México desde hace más de veinte años. Durante todo este tiempo han tenido que “perseguir” una vivienda y se han conformado con terrenos baldíos, edificios abandonados, entre otros.

Actualmente la comunidad reside en tres asentamientos de dicha Ciudad y sus “casas” consisten en pilares de madera con paredes y techos de lámina o de lonas reutilizadas. A pesar de que el Programa Actualizado de Derechos Humanos de la Ciudad de México establece “el derecho de todas las personas a tener un hogar, una comunidad segura donde vivir en paz y dignidad” (2018), las y los integrantes a esta comunidad han sido ignorados al tratarse de hacer valer dicho derecho. Su cumplimiento requiere seguridad jurídica de tenencia, disponibilidad de servicios e infraestructura, ubicación adecuada, condiciones de habitabilidad, entre otros factores que se le han privado a la comunidad por años.

La comunidad indígena Otomí que reside en la Ciudad, ha luchado por sus derechos durante las dos décadas. Aún con la pandemia, se les ha negado el acceso a servicios sanitarios y de higiene, aun teniendo registro de sus necesidades. Su actual lucha es por una vivienda digna, salud, educación y trabajo..

Frente a la pandemia, gobiernos y medios de comunicación invitan a la población mexicana a quedarse en casa, a lavarse las manos exhaustivamente, a hacer sus labores dentro de sus hogares, y a practicar el distanciamiento social. Sin embargo, esto resulta casi imposible para la comunidad indígena Otomí, por un lado, porque no tienen una vivienda en donde permanecer y mucho menos acceso a agua potable para lavarse las manos y, por otro lado, porque sus ingresos dependen de la venta de artesanías o de productos alimenticios en las estaciones del metro o en La Merced, actividades que obviamente no pueden ser transferidas a home-office.

En un hecho inédito, el pasado 12 de octubre, las y los integrantes de la comunidad indígena Otomí tomaron las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) exigiendo diálogo para hacer valer sus derechos. A varios meses de la toma, aún no hay respuestas claras. Vivir en las oficinas del INPI les ha resultado mejor que vivir en las calles pues son menos susceptibles a los cambios de climas, las lluvias o el frío de la Ciudad y, también, aislados y seguros al contagio de la COVID-19, sin embargo, ésta no es una solución.

Personalmente conozco de cerca a la comunidad indígena Otomí y he observado de primera mano la constante lucha y exigencia a la que se enfrentan. Ampliar la voz desde estas plataformas para dar a conocer su situación es una responsabilidad ciudadana y, aunque no sé cuál es el siguiente paso y tampoco pretendo proponer una solución desde mi privilegio, considero importante sumar esfuerzos para que la comunidad tenga acceso a servicios básicos y se les haga valer sus derechos. De esta manera, me gustaría invitarles a que reflexionemos acerca de las acciones concretas que estamos tomando para contribuir, o no, a esta situación: ¿de qué manera vemos y nos acercamos a las personas indígenas que viven en nuestras comunidades?, ¿qué juicios hacemos hacia las personas en situación de sinhogarismo antes de conocer su “lado” de la historia?, ¿cómo podemos contribuir a la transformación de dichos juicios desde nuestras palabras y acciones?, ¿nos damos cuenta de nuestros privilegios en esta pandemia o qué más necesitamos?

*Pedagoga por la Universidad Iberoamericana (UIA) y representante de América Latina para la Junta Directiva de Up with People International Alumni Association (UWPIAA)

Las enseñanzas de Diego Maradona

Diego Armando Maradona ha muerto (1960 – 2020). Sin embargo, en algunas cuantas horas ha dejado claro la trascendencia que tuvo como jugador y el legado irrefutable en las esferas de nuestra vida cotidiana. Bastaron algunos minutos para generar una locura en las redes sociales de todo el mundo. Líderes, políticos, presidentes de naciones, empresarios, personalidades, jugadores contemporáneos a Diego y de la nueva ola, así como millones de aficionados alrededor del planeta han mostrado su admiración y cariño por el héroe que, desde la pobreza, conquistó la gloria precisamente en el Mundial de Futbol de México 1986. Hay que señalar, sin embargo, que internet también mostró cientos de críticas a un personaje que, por otra parte, defendió a dictadores latinoamericanos y abusó de las drogas durante prácticamente toda su vida profesional.  

Y es que Diego Maradona, como menciona Jorge Valdano -otro contemporáneo del Pelusa- podría siempre dividirse en dos personas. La idea nace de su preparador físico, Fernando Signorini, quien solía decir -cuenta Valdano- que “con Diego iría al fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina”. Y es que así fue la figura del astro argentino: un fenómeno en las canchas y total controversia, excesos y rebeldía fuera de éstas.

Sin embargo, Diego Maradona nos deja muchas enseñanzas que son las que quisiera destacar tras su muerte. La primera y quizá la más importante es su capacidad mental para lograr un objetivo que tuvo desde niño. En Youtube podemos observar la inocente seguridad de un greñudo y desalineado pibe que cuenta con claridad: “mi primer sueño es jugar en el Mundial”. Lograrlo no fue sencillo, pues tuvo que adaptarse a la pobreza de su natal Villa Fiorito y afrontar las limitaciones que las carencias implican para convertirse en poco tiempo en un niño fenómeno, después es una joya adolescente para finalmente debutar en primera división con el equipo Argentinos Juniors en 1976.

A partir de ese momento, Maradona no paró. Se convirtió en la estrella argentina más extraordinaria del planeta y metió toda la cantidad de goles posibles bajo una técnica individual pocas veces vista por todos aquellos que alguna vez pateamos una pelota de futbol.  Una estrella mundial ascendiente que derrotaba a todos quienes se le ponían enfrente, ya sea con la casaca de la selección argentina o con la de los equipos que lo ficharon en su carrera Argentinos Junior, Barcelona, Nápoles, Boca Juniors, principalmente.

En México 1986 Maradona nos enseña otra faceta, la de líder. El líder que pudo pintarle a cara a todos los europeos que se le pusieron enfrente durante el torneo y que quisieron evitar que él cumpliera el objetivo planteado en su niñez. Nuestro país fue la plataforma para ver la mejor versión jamás vista de “el Diego”. A diferencia de las múltiples críticas que se le hacen a su connacional Leonel Messi ante su falta de liderazgo en momentos cumbre, Maradona no se inmutó de echarse el equipo en los hombros y llevarlos a la gloria.

Para muestra, el gol que lo sintetiza, el gol que resume todo lo que Diego Armando Maradona fue en las canchas, el gol que lo convierte en la figura inmortal que se venera con su muerte en Argentina. Es ese gol en el que gambetea a media selección inglesa hasta llegar al arco contrario y afianzar el pase de su selección a la final contra Alemania el que inmortaliza su figura para siempre.

En ese Mundial, Maradona llega a la cumbre y, al igual que el otro Dios del Olimpo futbolero, Pelé, Diego es levantado en hombros con sombrero de charro y un Estadio Azteca extasiado de las maravillas del argentino.

Curiosamente, Diego escribe en México su grandeza y a la vez el inicio de su debacle como estrella mundial. A pesar de que logra grandes éxitos en los siguientes tres años, principalmente con el modesto Nápoles italiano, las problemáticas extra futbolísticas empiezan a ser una constante en su vida. En 1990 se envuelve en el primero de muchos escándalos cuando se descubre su primer dopaje positivo por cocaína. En adelante, los problemas con directivos, organizaciones reguladoras como la FIFA y, sobre todo, con su propia personalidad y sus vicios jamás lo van a soltar.

Otra de las enseñanzas que nos deja Maradona es que, por paradójico que parezca, el futbol es un deporte sano, lindo, divertido y es, sin embargo, la fama y los intereses económicos los que lo contaminan.

Durante su infancia y luego en sus primeros años de futbolista profesional, Diego Maradona se convirtió en un auténtico genio cuya cualidad radicaba el regate descarado, la velocidad, el cambio de ritmo y que curiosamente lo tuvo en plenitud e idolatría durante toda la década de los ochenta. Sin embargo, con el éxito a tope, con la fama y el mundo a sus pies prácticamente en toda la década de los noventa, también inició la caída inevitable: su mitificación como figura deportiva también fue su crucifixión. Pero, como lo menciona en su despedida, el futbol no tenía la culpa de eso: “El futbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, que eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el futbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.

Hoy quizá los jóvenes no alcancen a dimensionar la grandeza de lo que fue este espectacular jugador de futbol. Con el trabajo físico y emocional, la preparación, alimentación y cuidados como los que tienen figuras como Cristiano Ronaldo, Messi, Neymar, Mbappé o Mané, Maradona parecería que no encajaría con el esquema de los grandes deportistas del siglo XXI. Pero quizá aquí radicaba su grandeza y su última enseñanza: la pasión que te mueve tiene que ser orgánica. No basta las cualidades físicas para ser una estrella, se necesita el hambre que jamás lo abandonó, el gusto por lo que haces, la pasión por tu profesión. 

En septiembre de 2018, Maradona regresó a México para dirigir un equipo de segunda división de Culiacán, Sinaloa: Los Dorados. Ahí nos dejó una última gran enseñanza de compromiso y humildad cuando, a la par de recibir un jugoso sueldo por sus servicios, no dudó ni un segundo en inyectar de pasión a un grupo de jóvenes que regularmente no alcanzan la fama de la primera división o bien van de salida en sus carreras. Maradona los inspiró y los llevó a la final en dos torneos de forma consecutiva. El destino no le permitió concluir su obra, pero el respeto y cariño quedó impregnado en esta ciudad señalada por un punto nodal del narcotráfico de México para el mundo.

En paz descanse Diego Armando Maradona, el mejor o segundo mejor futbolista de toda la historia. Sus jugadas, fintas, regates, movimientos y goles siempre serán recordados y documentados en las redes sociales para que todas nuestras nuevas generaciones disfruten de la leyenda del futbol mundial.

 

*Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM

Violencia hacia las mujeres durante la pandemia

El triunfo de un herido, nunca ha sido una disculpa del agresor”

Borys Cyrulnik

 

Bajo el contexto de la pandemia, las diferentes violencias, vulnerabilidades y la permanencia de una cultura de inequidad a nivel mundial se han agudizado, y la situación de las mujeres se encuentra en una clara desventaja. En particular, la violencia hacia las mujeres en México tiene dimensiones alarmantes que podemos reconocer a través de la percepción habitual de nuestro entorno, en los registros periodísticos diarios, en las estadísticas nacionales, etc. Asimismo, al ser la violencia cotidiana, se corre el peligro de normalizarla e invisibilizar sus causas y las formas de enfrentarla.

Los efectos de la violencia hacia la mujer se consideran consecuencias graves, y pueden ser físicos o psicológicos:  lesiones o daño físico como consecuencia directa de las agresiones (traumatismos de diversa intensidad, desde cuadros leves, a incapacidad severa y muerte); trastornos mal definidos y recurrentes sin evidencia de patología orgánica (cefaleas, dolor torácico, dolores articulares difusos, dolor abdominal inespecífico, trastornos digestivos, mareos, trastornos del sueño, etc.); trastornos psicológicos (trastornos ansioso-depresivos, confusión, inseguridad, accesos de llanto, ideación suicida, trastornos de la alimentación, disminución de la autoestima, etc.) (Arechederra, 2010). En concreto podemos decir que las mujeres sometidas a situaciones crónicas de violencia presentan una debilitación gradual de defensas físicas y psicológicas, lo cual se traduce en un incremento de los problemas de salud.

Por ello, es preciso que la violencia hacia la mujer sea contrarrestada con estrategias asertivas, creadas a través de mesas de discusión, reflexión y trabajo entre diferentes actores y ámbitos políticos, académicos y sociales. Donde también se aborde la relevancia de los procesos de resiliencia y construir un campo de acción social que ofrezca la oportunidad de contribuir a la formación de una cultura resiliente que nos fortalezca para detener la violencia hacia las mujeres, donde se priorice una socialización en favor de la equidad y género.

La violencia no sólo produce impactos para las mujeres que la padecen, sino también para las mujeres que observamos cómo esto sucede y continuamente se repite. Eso genera estrés, al concebir un mundo que nos posiciona en desventaja social. Además, recordemos que al experimentar demasiado estrés durante tanto tiempo puede resultar en serios problemas de salud, incluso enfermedades cardiovasculares y trastornos psicológicos, tales como depresión y agotamiento. Diversos estudios han demostrado la relación que existe entre los niveles altos de estrés y el suicidio, el cáncer, las úlceras y el deterioro del sistema inmunológico. Al respecto con este último, afectar nuestro sistema inmunológico no resulta nada conveniente en tiempos de pandemia.

Dado lo anterior, es visible que los retos encaminados a la promoción de una cultura libre de violencia y que promueva la equidad de género, se han multiplicado en tiempos de pandemia y ante diferentes dimensiones de vulnerabilidad, por lo cual se requiere unificar esfuerzos donde se promuevan distintas acciones colectivas que permitan la reflexión y el análisis de las nuevas y viejas situaciones de adversidad que padecen las mujeres. En este sentido, es preciso discutir y reflexionar sobre las diferentes adversidades que enfrentan las mujeres en tiempos de pandemia, reconociendo la multidimensionalidad de la misma. La adversidad no responde solamente a un hecho azaroso como podría ser un accidente, el desarrollo de una enfermedad, un desastre natural, la adversidad también se construye socialmente.

De acuerdo con Quiñonez (2007), las repercusiones de la adversidad en las personas pueden analizarse teniendo en cuenta una serie de factores en los que se destacan:

  • La intensidad del impacto que produce la adversidad:aquí se puede establecer una diferencia entre enfermedades que invalidan en un alto porcentaje a la persona como, por ejemplo, la parálisis cerebral con cuadriplejia o las discapacidades que pudiendo ser temporales o permanentes, afectan solamente una parte del desempeño y funcionalidad del sujeto.
  • La etapa del ciclo de vida en que ocurre el hecho adverso:el sujeto puede haber desarrollado, por el mismo proceso de evolución propio de la edad, más o menos estrategias y condiciones personales que le permiten afrontar la adversidad. Por ejemplo, no se tiene la misma connotación de la adversidad que determina el nacer, por ejemplo, con una condición de invidencia, que perder la vista a la edad de la adolescencia.
  • Los mediadores de contención y respaldo:este factor hace referencia a las personas o grupos que apoyen y generen reconocimiento, acogida, protección, contención y respaldo ante la adversidad que se vive. Hay núcleos básicos de contención como los integrantes de la familia, la pareja, los amigos e instituciones de apoyo y protección. Pero también se pueden encontrar personas que ante un evento como un terremoto pierden todo su núcleo familiar y su grupo inmediato de interacción.
  • Las condiciones personales del sujeto que vive la adversidad:el sujeto que percibe la adversidad, es quien la define, le otorga un sentido, significado, apropiación y trascendencia en su vida y es el que elabora de manera creativa formas alternativas de superación de esa situación adversa para su posterior transformación (Quiñonez, 2007).

Dichos factores podemos interpretarlos y analizarlos en las diferentes adversidades que hoy en día padecen las mujeres bajo el contexto pandémico. De esta forma, podemos comprender de manera más profunda las implicaciones de la pandemia desde una perspectiva de género.

Ahora bien, enfrentar las adversidades no debe ser un proceso en soledad, la resiliencia también puede construirse socialmente y expandirse en la cultura de un grupo, comunidad, sociedad, es decir en un país entero. Recordemos que aun cuando la palabra resiliencia surge de la ciencia física y de la metalurgia, en las ciencias humanas se le ha asociado con adaptación, superación, capacidad y proceso. Desde mi experiencia como investigadora, me gusta más pensar en ello como un proceso, un proceso que involucra factores internos y externos, para sobreponerse a un evento traumático y sobrellevar la adversidad hasta lograr una transformación y proyecto de vida (Cyrulnik, 2001; Salazar, 2020; Villalba, 2003).

La resiliencia nos precede como humanidad, la resiliencia es posible en cada espacio donde exista vida; sin embargo, su construcción social no responde a determinismos lineales, por el contrario, se puede considerar como un proceso complejo. Es decir, necesitamos comprenderla desde una visión dialéctica, que se construye a través de relaciones, vínculos y determinados contextos, aun cuando el proceso de resiliencia se observa de manera más fácil a nivel individual, existe un entramado social detrás. De acuerdo a la experiencia que he adquirido durante mi trabajo en campo, el sentido relacional de resiliencia ocurre cuando existe un reconocimiento en conjunto sobre la posibilidad de transformación, resistencia y crecimiento bajo condiciones adversas, donde existe un reconocimiento sobre cultura y contexto bajo la expectativa de encontrar recursos y estrategias que favorezcan procesos, donde se prioriza el análisis de las fortalezas grupales y se incida en su potenciación, disminuyendo así las debilidades.

De esta manera, se pretende exponer cómo la resiliencia y los diferentes factores que la generan pueden contrarrestar las diferentes implicaciones de la violencia y la inequidad hacia las mujeres, construyendo una cultura resiliente, no solo de forma individual, sino social y que se refleje sobre acciones propositivas en la cotidianidad y permita una reconstrucción orientada a la transformación de las situaciones que colocan a las mujeres en medio de la adversidad.

La resiliencia es un proceso que permite no sólo la reconstrucción psíquica de quienes han padecido actos de violencia, sino también implica un crecimiento tal, que facilita a la persona una transformación de la adversidad que originó su vulneración. Es importante señalar que los procesos de resiliencia son heterogéneos, que suelen suceder de manera diferenciada, que cada individuo puede tener reacciones muy variadas al mismo evento o puede necesitar mayor o menor tiempo para procesar la experiencia; lo anterior, depende de variables tales como la edad, la historia personal o el significado que se le otorgue a dicha experiencia.

Por ello, considero relevante resaltar los aspectos positivos que muestran las mujeres en situación de adversidad y peligro, para incidir sobre procesos de resiliente que les permita fortalecerse y prepararse para enfrentar las nuevas dificultades de la vida, como lo es la pandemia. Esta nueva mirada puede conducir a un cambio social. Bajo este tenor, el propósito de promover la resiliencia es desarrollar un interés social para enfrentar, sobreponerse y resurgir fortalecidos, e incluso transformados, por las experiencias de adversidad. En este sentido, la promoción de la resiliencia se convierte en una necesidad de carácter público y urgente, que hoy se hace visible ante la permanencia y agudización de las violencias hacia las mujeres.

Sobreponerse no es fácil, pero sí es posible haciendo uso de recursos personales y sociales, que devuelven a quien ha sido herida la oportunidad de disfrutar la vida. En esta dirección, se hace énfasis a cinco recomendaciones primordiales para auxiliar a mujeres en situaciones de violencia: procurar el cuidado y autocuidado mental y físico; reconocer sus capacidades enfocadas a la autonomía; realizar actividades que potencien sus cualidades y fortalezas; recuperar y/o construir redes sociales; identificar los vínculos afectivos que les permiten reconocerse como personas únicas e irrepetibles.

Ahora bien, se reconoce que un proceso resiliente en soledad es complejo, y que su construcción también depende de factores sociales. Por su carácter fundamentalmente de naturaleza social y desde el nacimiento, el ser humano entra a participar en formas muy variadas de interrelaciones, que se constituyen en un complejo entramado social que permite a las personas establecer una gran variedad de vínculos afectivos, según sea su edad, condiciones, intereses y expectativas de vida (Quiñonez, 2007). Estas posibilidades de interacción y de establecimiento de vínculos afectivos, de manera general se podrían clasificar y caracterizar como interacciones constructivas, de expresiones afectivas de reconocimiento, contención, acompañamiento y soporte. En otras palabras, la resiliencia se teje entre el espacio de las personas y la comunidad humana que les rodea (Cyrulnik, 2001). En este sentido, es importante considerar los factores que dependen de las interacciones con los otros, la resiliencia se forja a través de la adversidad, por lo cual es necesario reconocerla, y esto implica integrar la experiencia en la identidad individual, familiar, grupal y comunitaria.

Generar resiliencia implica desarrollar nuestra creatividad, a través de ella surgen otras miradas y facilita la construcción de nuevas formas de intervención y participación en el mundo. De esta manera se activa, ante la necesidad de supervivencia, la construcción de otros mundos y a la vez de otro sentido a la existencia, que resignifica al sujeto en sí mismo. El sujeto no se detiene en el daño y en la destrucción, sino en la posibilidad de crear otras formas de existencia a partir de su potencial humano, crea otras metas y objetivos de vida a partir de las condiciones que la experiencia traumática le ha determinado (Quiñonez, 2007).

Es importante auxiliar a una mujer que ha padecido violencia incidiendo de forma creativa sobre su resiliencia, de manera tal, que se procure su desarrollo y fortalecimiento. La promoción de la resiliencia en las mujeres requiere intervenciones y acompañamiento que den lugar a re-significaciones de la adversidad para sobreponerse. Muchas de las situaciones adversas que padecen las mujeres son consecuencia de los estereotipos de género enraizados en prácticas sociales que es necesario transformar. Por ello, para la promoción de la resiliencia en mujeres, se requiere mantener una mirada atenta sobre la manera como las experiencias adversas se reproducen y transforman a través del tiempo y las culturas. De esta manera se podrán desarrollar intervenciones más creativas y efectivas para las distintas violencias que afectan a las mujeres en el mundo y para generar comunidad, una comunidad resiliente.

* Investigadora especialista en procesos de resiliencia frente a violaciones graves de Derechos Humanos. Programa posdoctoral de la Coordinación de Humanidades.

Referencias bibliograficas

Arechederra. A. (2010). La violencia masculina contra las mujeres en las relaciones de pareja, proceso y consecuencias. En: García-Mina, A. (2010). La violencia contra las mujeres en la pareja. Madrid: Universidad Pontificia Comillas.

Cyrulnik, B. (2008). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Barcelona: Gedisa.

–       (2001). La maravilla del dolor. Barcelona: Gedisa.

Salazar, K. (2020). A resilient hug. Relevance of accompaniment in cases of enforced disappearance. Peace in progress, Journal, 38, 7-15.

Quiñonez, M. A. (2007). Resiliencia. Resignificación creativa de la adversidad. Departamento de Caldas: Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Villalba, C. (2003). El concepto de resiliencia individual y familiar. Aplicaciones en la intervención social. Revista Intervención Psicosocial, 12 (3), 283-299.

Programa de Escuelas de Tiempo Completo, ¿está todo perdido?

En el escenario educativo actual del país, un importante tema de análisis e intercambio de opiniones es la reducción del presupuesto y posible extinción del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC) que la Secretaria de Hacienda y Crédito Público plantea en su Proyecto del Presupuesto de Egresos de la federación (PPEF) 2021, pues dicho programa no tiene asignado recursos hasta el momento.

Las peticiones, argumentos y solicitudes por parte de los actores educativos a las autoridades locales y federales no se hicieron esperar ante la repentina noticia que se posicionó en el debate entre docentes, directivos, padres de familia y en la opinión pública. La propuesta era clara para Esteban Moctezuma Barragán, titular de la Secretaria de Educación Pública (SEP): no dejar sin recursos el próximo año a las Escuelas de Tiempo Completo (ETC), que el programa continuara e, incluso, se fortaleciera. Ya existe un posicionamiento por parte del Secretario de Educación quien plantea que el programa podrá llevarse a cabo, pero con un “Modelo de Equidad e Igualdad”. Serán 5 mil millones de pesos con los que se podrán disponer, pero que estos provendrán del programa La Escuela es Nuestra. Depender de los recursos de otro programa es en sí mismo un problema más para el PETC.

El Programa de Escuelas de Tiempo Completo tuvo sus inicios en el año 2007. Nació como una propuesta pedagógica innovadora cuyo objetivo general era generar ambientes educativos propicios para ampliar las oportunidades de aprendizaje y el desarrollo de competencias de los alumnos conforme a los propósitos de la educación pública básica y desde la posibilidad que ofrece la incorporación de Líneas de Trabajo en la ampliación de la jornada escolar (Diario Oficial de la Federación, DOF, 2008).

Con el paso de los años, los objetivos del Programa se han modificado agregando nuevas metas; la formación de valores, el desarrollo de competencias, aprovechamiento óptimo del tiempo disponible para el trabajo académico, deportivo y cultural,  así también el suministrar alimentos al alumnado en aquellas escuelas que lo necesitaran, es decir, la jornada ampliada se aprovecharía para enseñar más tiempo contenidos curriculares, pero con el tiempo se añadieron acciones encaminadas para abatir la desnutrición y fortalecer el tejido social de la población.

A más de una década de la creación del PETC, los objetivos del programa y las metas parecen cambiar hacia el modelo de la Nueva Escuela Mexicana. Hoy en día existen muchas preguntas abiertas, sobre todo si el programa cuenta con resultados positivos, esto debido a que se cuenta con poca información sobre el costo beneficio del programa en México. Consideremos que es importante una actualización sobre esos resultados, aún así se cuenta con datos que se obtuvieron con instrumentos que miden logros académicos en años pasados. Los resultados de la prueba Evaluación Nacional del Logros Académicos en Centros Escolares (ENLACE, 2007-2013), indican un efecto positivo significativo del PETC en la prueba de Español y un efecto positivo, pero no estadísticamente significativo en Matemáticas. La prueba (PLANEA, 2015-2016) Plan Nacional para la Evaluación de los aprendizajes indica que, en términos de rendimiento académico, en el nivel primaria, el PETC ha logrado cambiar la configuración del desempeño en matemáticas, al incrementar el porcentaje de alumnos en niveles destacados y disminuir el porcentaje de aquellos que se encuentran en el nivel más bajo de desempeño (CONEVAL, 2018).

¿Hacia dónde va el cambio de objetivos y metas del PETC que se ha quedado sin recursos hasta el momento y qué será patrocinado por el programa La Escuela es Nuestra impulsado por el Gobierno de México? Analicemos el contenido del ACUERDO Número 21/12/19 por el que se emiten las Reglas de Operación del Programa Escuelas de Tiempo Completo para el ejercicio fiscal 2020. En dicho acuerdo se destaca el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que prevé como principios fundamentales de todos los programas y acciones gubernamentales: la honradez, la honestidad, la austeridad y el combate a la corrupción, principios que se han adoptado en el diseño del PETC. Asimismo, se ha alineado al Eje 2, denominado Política Social, en el que el objetivo primordial se orienta en el desarrollo de acciones que permitan que en 2024 la población en México esté viviendo en un entorno de bienestar. Incluso, en el  lineamiento 3.2 Población objetivo, de las Reglas de Operación de las ETC se menciona, que serán las escuelas públicas de educación básica de un solo turno aquellas candidatas a pertenecer al programa, en todos sus niveles y servicios educativos que cumplan con al menos uno de los siguientes criterios: a) sean escuelas de educación indígena y/o multigrado; b) ofrezcan educación primaria o telesecundaria; c) atiendan a población en situación de vulnerabilidad o en contexto de riesgo social, y d) presenten bajos niveles de logro educativo o altos índices de deserción escolar.

En síntesis, podemos reflexionar que la desaparición del programa no es una opción, pero si existirá una reorganización y evaluación del mismo. Tal vez seremos testigos que ahora dirijan los recursos realmente a los contextos menos favorecidos. Lo menciono porque conforme el PETC en 2014-2015 escaló y se le destinó mayor número de recursos, los criterios de inclusión de escuelas se volvieron ambiguos, de aquí que podamos encontrar escuelas de mucho prestigio (infraestructura y logro de aprendizajes) incorporadas al programa o aquellas que siendo doble turno absorbieron la matricula vespertina volviendo grupos numerosos que desfavorecieron en todos los sentidos el mayor logro de los aprendizajes.

Las reglas de operación son muy claras e invita a que las autoridades educativas dirijan acciones que mejoren las condiciones de vida de los educandos, con énfasis en las de carácter alimentario, por lo que el componente de apoyo para los servicios alimentación, se focalizará dando atención preferente a la población escolar ubicada en comunidades con alto índice de pobreza y marginación. En este momento, las palabras y posicionamiento del Secretario, cobran sentido al plantear que el programa podrá llevarse a cabo, pero con un “Modelo de Equidad e Igualdad”. Es preciso que éste no se olvide de sus maestros, quienes pertenecen a la población de México que en el año 2024 debe estar viviendo en un entorno de bienestar como lo expresa el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024.

De esta manera, es necesario que el PETC incluya a los docentes quienes están en un esquema de inseguridad laboral que vulnera en muchos aspectos a los trabajadores de la educación, aumentando con ello las desigualdades contractuales y volviendo visible la precarización laboral a la que es sometido el docente en una escuela de este modelo. La política educativa nacional debe ofrecer oportunidades de mejores esquemas de crecimiento profesional y económico que permitan posibilidades de un mejor proyecto de vida para sus maestros y maestras.

 

*Lic. en Educación primaria y Dr. en Pedagogía con acentuación en competencias (ENS-CIIEN)

Director de primaria

davidaniel2000@hotmail.com

Twitter @Davidaniel_

Alianza Tecnológico de Monterrey y The Jed Foundation

La música, una caricia resiliente en tiempos de la COVID-19

Nunca había existido una necesidad tan sentida en forma global como la de generar un eco potente que manifieste que ante esta pandemia la resiliencia es la más poderosa herramienta para sobrellevarla. Buscar la resiliencia frente a las diferentes adversidades de la COVID-19 nos presenta diferentes caminos, por ejemplo, hay quienes optan por fortalecer los vínculos pese a la distancia física que se tiene que seguir ponderando, hay quienes se muestran flexibles y no demoran en reconfigurar sus proyectos de vida, otros más se refugian en procesos creativos para construir nuevas formas de ver la vida. Sin duda, entre los caminos más prolíferos se encuentran aquellos construidos a través de acciones solidarias.

Sin embargo, vivir un proceso resiliente no necesariamente significa que no tengamos momentos oscuros, los cuales pueden manifestarse a través de la depresión, la desesperación, la ansiedad, la tristeza, la frustración entre otros muchos malestares. Por ello es importante identificar que la resiliencia no es un estado inamovible, más bien responde a un proceso, un proceso dialéctico, que responde a nuevas vulnerabilidades, que involucra factores personales y sociales para sobrellevar una adversidad (Salazar, 2020). Actualmente, las historias de enfermedad, muerte y otras diferentes pérdidas no nos son ajenas, en nuestro entorno o entornos más cercanos seguramente se experimentan o experimentamos procesos dolorosos ligados a la pandemia. La desesperanza danza a nuestro alrededor aguardando la distracción para hacer una entrada triunfal.

Ante tales escenarios, es importante seguir insistiendo sobre la promoción y la generación de procesos resilientes, entendiendo su complejidad y heterogeneidad. Si bien todos podemos desarrollar resiliencia, no todos tenemos las mismas alternativas y oportunidades para generarla. Además, la resiliencia se torna complejo cuando los entornos se caracterizan por las constantes pérdidas y la expansión de las diferentes vulnerabilidades. El proceso resiliente permite potenciar las fortalezas y no enfocarnos en las debilidades, reconocer nuestros recursos humanos y materiales para emprender, construir y hacer camino a través de la adversidad. Pero, mientras hacemos camino sobre esta adversidad ¿cómo podemos acompañarnos y darle una caricia a nuestro interior?

Dentro de los caminos resilientes existe una herramienta lúdica, que tiene la habilidad de levantar corazones en los momentos más difíciles del ser humano, esa herramienta es la música. Ante el ineludible hecho de que tenemos que caminar a través de la adversidad, debemos hacer uso de herramientas que nos permitan deconstruir escenarios de sufrimiento, acondicionarlos con elementos que nos permitan vivir con la plena conciencia de que nuestra oportunidad es el ahora. La música es una caricia resiliente que puede motivarnos, levantarnos y acogernos. La música por naturaleza, por sus usos y por la cualidad de canalizar emociones, es inherente al ser humano. Representa diversos elementos en nuestras vidas, desde aspectos académicos y en ocasiones estrictamente clínicos como la musicoterapia, hasta mero entretenimiento y por placer.

De acuerdo con Coplan (1994) los planos por donde se mueve la música nos permiten entender las funciones que puede tener y los usos que en cierta forma las personas le damos a la música, uno de ellos es el placer de escucharla simplemente, sin llevarla a otro terreno como el análisis o la teorización. Para “la música se percibe como un elemento que posibilita la resiliencia, no solo porque permite el contacto con elementos más primarios del humano, sino también porque da cabida a la representación que permite la transformación” (Sánchez, 2012:53).

Además, la música también tiene una función terapéutica, porque tiene:

… efectos bioquímicos, fisiológicos, en el ritmo cardiaco y pulso, en la respiración en las respuestas musculares y motrices, en las respuestas cerebrales, efectos psicológicos (puede despertar, evocar, provocar, fortalecer y desarrollar cualquier tipo de emoción, provoca la expresión de uno mismo, ayuda a desarrollar la capacidad de atención sostenida, iniciar a los niños en la reflexión, estimula la imaginación, desarrolla la creatividad y la memoria, ayuda a desarrollar el sentido del orden y del análisis, facilita el proceso de aprendizaje porque activa un enorme número de neuronas) y tiene efectos sociales y espirituales (Roa, 2016:12).

Pese a que en estos momentos la digitalización de la música y su reproducción son la manera más viable para disfrutar de ella, resulta también necesario deconstruir las ideas de las expresiones masivas de la música como si fueran las únicas, las verdaderas o las mejores para atender como sociedad, es decir, actualmente también se requiere romper con ideas de consumo estrictamente neoliberales en donde el arte, la cultura y la educación son moneda de cambio, la sociedad paga por el privilegio de tener acceso a una u otra, y se mal entiende que entre más cueste mejor será. Mientras que la tecnología abre las puertas de muchos hogares, son los artistas individuales, en pequeños colectivos, artesanos de la música quienes pueden generar procesos resilientes efectivos y más cercanos a propiciar resiliencia en la comunidad.

Ahora bien, más allá de los creadores están los espectadores del arte, todos nosotros que hemos usado a la música como refugio, como forma de identidad e interacción con otras personas, incluso culturas y formas de pensamiento. Si nuestra economía, nuestra salud y actividades cotidianas están cambiando, también nuestra manera de interactuar con la música, ya que esta no es externa al ser humano. Es una manifestación plenamente humana en donde podemos canalizar nuestras emociones y tener un sentido de pertenencia (Small, 1988), sobre todo en momentos específicos como el que estamos viviendo en donde para muchos, su entorno se ha desmoronado, sus fuentes de empleo mermaron de sobremanera o amenazan con dejar de existir, en donde la incertidumbre no permite que la razón actúe de la mejor manera posible, en donde el miedo a que nuestra salud y la de nuestra familia se vea afectada o ya lo ha sido. La música y el arte son nuestro mejor aliado para evitar que la olla de presión explote al no encontrar una salida emocional. A través de la música debemos regresar a nuestros elementos primarios como humanos, dando lugar a los sentidos, la conciencia, la naturaleza, el cuerpo y el espíritu.

La música es nuestra aliada como medio de comunicación intra e interpersonal, y lo que escuchemos o hagamos de música en estos momentos será el resultado de las circunstancias. Kandinsky (1912) habla de lo espiritual en el arte haciendo referencia a la importancia que tiene el momento presente para la manifestación artística. La humanidad ha pasado por momentos críticos en muchas ocasiones y ha sido el arte lo que mantiene lo humano dentro de una crisis, lo que en ocasiones nos hace calmar las emociones negativas sublimándonos en una pieza musical, en una pintura o un recuerdo emocional que nos trae la lectura de un poema, evitando así, una situación desfavorable o que empeore lo que ya se está experimentando.

En este sentido, la música es una necesidad humana, es parte fundamental de nuestro refugio. Como aseguran Montejano y Rojas (2020), estamos en transición y, por tanto, las decisiones de este momento se reflejarán en la posteridad ya que los efectos del distanciamiento social provocado por el distanciamiento físico apenas están comenzando a estudiarse y los movimientos surgidos a partir del fenómeno mundial son motivo de futuras investigaciones.

Dado lo anterior y dentro de los procesos sociales resilientes también tenemos que potenciar la creación musical, a través de su reproducción y enseñanza, pues la enseñanza musical y su aprendizaje significan disfrute, vínculos afectivos y sociales, potencializa la solidaridad, la responsabilidad, el compromiso, la disciplina y fortalece la autoestima (Perdomo, 2014). Además, quienes estudian y enseñan musica difícilmente resisten la tentación de hacer comunidad ante la oportunidad de replicar y compartir sus aprendizajes y enseñanzas. Al respecto, dice:

Cuando dos personas se vinculan por medio de instrumentos musicales, se establece una relación de interacción entre ellas: uno toca, el otro responde o imita; ambos tocan a la vez: se toca más fuerte, más suave; se llora, se ríe, se mira, se corre, etc., configurando de esta manera un dialogo sonoro y, por supuesto, comportamental (Sánchez, 2012:53).

La música se parece al virus, se contagia, se transmite, viaja por muchos medios, pero al contrario del virus tiene la capacidad de potenciar nuestras fortalezas e incidir sobre nuestros procesos de resiliencia, tiene la habilidad de acariciar al corazón y aliviar el espíritu. Déjate acariciar musicalmente, retoma fuerzas con el oído y recibe el sonido con el corazón. UNAMusical y resiliente.

 

Bibliografía
Copland, A. (1994). Cómo escuchar la música. Fondo de Cultura Económica. México.
Kandinsky , V. (2014). De lo espiritual en el arte. Ediciones Coyoacán. México.
Lévy, P. (2004). Inteligencia colectiva. por una antropología del espacio. Biblioteca virtual em saude. Washington, EUA.
Montejano, Y. y Rojas, G. (2020). Música maestro, escenarios virtuales en tiempos del COVID-19. Perifèria, revista de recerca i formació en antropologia, 25(2), pp. 154-166
Perdomo, O. (2014). Resiliencia en la enseñanza musical en población infantil y juvenil en situación de desplazamiento forzado. Revista Amazonia, 3 (5), 5-33.
Roa, C. (2012). Nivel de Resiliencia en Mujeres Maltratadas por su Pareja. Repositorio de tesis Universidad piloto Colombia. Pp. 2-10.
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Small, C. (1998). Musicking: The meanings of performing and listening. Wesleyan University Press. EUA.

En primera línea contra el rezago educativo

Hoy inicia un nuevo ciclo escolar. No es un inicio de clases “normal”, pero sí uno histórico. Seguimos confinados como desde hace cinco meses. Las escuelas continúan cerradas, pero muchas personas han tenido que volver a sus trabajos rogando para no contagiarse al salir de casa. Personal de salud sigue en la primera línea dando su vida para que nadie más muera; maestros y maestras también estaremos en la primera línea para que ningún estudiante se quede sin aprender. Quedarnos en casa o ponernos un cubrebocas es un acto de amor y solidaridad colectiva, pero también lo es hacer algo desde cada trinchera para que nadie deje de aprender.

Han sido meses de incertidumbre, de miedo, pero también de tiempo para reflexionar. Iniciar el ciclo escolar es una oportunidad para repensar hacia dónde va la educación en México. Madres, padres, docentes, estudiantes y autoridades educativas tenemos en nuestras manos una oportunidad sin precedentes para renovar el qué queremos y el cómo lo haremos.  Poner al centro el aprendizaje y la salud emocional de nuestros (as) estudiantes implica hacer esfuerzos individuales y colectivos muy grandes y echar a volar nuestra creatividad.

Para iniciar el ciclo escolar propongo tres cosas simples que podemos hacer entre todas y todos para contener, aunque sea un poco, el rezago educativo:

1)    Tutorías entre pares. Docentes de diferentes generaciones júntense para que los más hábiles tecnológicamente le enseñen a los demás a usar herramientas que permitan el aprendizaje en tiempos de pandemia. A esto le llamo: Adopta a un maestro (a).

2)    20 minutos de asesorías. Si eres estudiante de secundaria, ayuda a uno de primaria; si eres de bachillerato ayuda al de secundaria; si ya estás en la universidad, no dejes sólo al de bachillerato. Si sabes o se te facilita algún tema, ofrece a tus vecinos o familiares unos minutos de tu tiempo para que despejen sus dudas contigo.

3)    Internet y televisión para todos. Si sabes de alguien que no tenga acceso a internet o no tenga una televisión y tú sí tienes, préstale tu wifi o tv un rato para que pueda hacer sus tareas.

Todo suma. Las pequeñas acciones no cambian las estructuras, pero no dejemos de hacer algo para crear comunidades de aprendizaje que permitan que nadie se quede fuera. Antes de la pandemia, millones de niños y niñas no asistían a la escuela por diversos motivos. Hoy los números han aumentado y mientras más pase el tiempo, el panorama se tornará más desolador si nos quedamos sin hacer algo. Así que por los que ya no están, por los que ya no pueden y por los que nos quedan, súmate. Sembremos semillas que ayuden a reconstruir nuestro futuro.

*Pedagoga y Mtra. en Aprendizaje y Políticas Educativas (UNAM-CREFAL)
vania0611@gmail.com
Twitter @VanuelosA

Wuhan, palabra a palabra

Desde su ventana la escritora Fang Fang puede ver las calles vacías. El silencio se impone en Wuhan, una ciudad de nueve millones de habitantes. Escribe desde el 25 de enero de 2020 una bitácora del confinamiento, el encierro, la lucha de los ciudadanos para sobrevivir en esta batalla contra un virus nuevo.

En sus notas conviven la angustia, el miedo y, por supuesto, el enojo. Lo que escribe es vigilado por el Estado-editor. Lo que publica en wechat y en weibo desaparece, como por arte de magia, en varias ocasiones. Sus críticas a la reacción tardía y a la falta de transparencia de las autoridades responsables despiertan la ira de cibernautas que la atacan y le piden defender a su país. Quieren ver banderas, no protestas.

La crónica de Fang Fang es un retrato de la arrogancia del ser humano y lo escribe con todas sus letras: “no somos el centro del mundo”. No lo somos, un virus nos tiene cercados.

Ante la crisis sanitaria una comunidad se organiza. La comida no falta, las brigadas de vecinos abastecen a quien no puede salir de sus casas. Los jóvenes que no se despegaban de sus celulares están en las calles ayudando a quien lo necesita. Artistas chinos que radican en otros países envían ayuda.

La autora del “Diario de Wuhan. Sesenta días desde una ciudad en cuarentena” (Seix Barral) sabe que tiene que contarlo todo y la reportera le gana la batalla a la reconocida novelista (Chinese Literature Media Award y el Lu Xun Literary Prize). Desde el encierro pregunta a sus amigos médicos, académicos, familiares y vecinos lo que ocurre en Wuhan. En medio de ese vértigo se da tiempo para recoger a su hija en el aeropuerto, la lleva a su casa, y de vez en cuando, la provee de comida que ella misma prepara.

De pronto cobran importancia los días soleados y la lluvia. Y cuando hace frío mira con admiración a los ciudadanos que no han descansado durante la epidemia: los que limpian las calles los policías y el personal de salud. Y también a los que no se quedan en su casa porque tienen que sobrevivir: “Le he preguntado a la vendedora si no tenía miedo de contagiarse, al seguir con la tienda abierta durante la epidemia. Me ha respondido con toda sinceridad: ‘Tenemos que seguir viviendo, ¡y tú también!”

Hay días en que la tristeza se impregna en las entradas de su Diario y le cuesta contarnos sobre los viajeros que no tienen dinero para el hospedaje, duermen en la estación del tren y buscan comida en la basura. O sobre el policía que acudió al auxilio de un enfermo que no podía bajar las escaleras del edificio donde vivía. Con gran esfuerzo lo cargó, pero ya era muy tarde, murió en sus brazos.

Fang Fang no se rendirá, aunque sabe en qué país vive. Anota en su Diario: “Estoy como un pájaro asustado, ya no sé que puedo decir y que no”. Unos días después: “Aunque los censores terminan borrando todas y cada una de mis entradas poco después de que las haya escrito sigo escribiendo”.

Lo que queda de la música en vivo en tiempos de cuarentena

El impacto de la crisis actual sobre el sector musical es severo en todo el mundo. No sólo se cancelan los conciertos y festivales que desde hace varios años se volvieron la mayor fuente de ingreso para los artistas , sino también se posponen los estrenos de discos y la promoción que los acompañaba. Para responder a la crisis, se desarrollan en distintos países programas de apoyo a los artistas y la industria musical. En México, la Secretaría de Cultura ha diseñado una convocatoria que busca, por un lado, “incentivar a la comunidad”, y por el otro, “garantizar que la sociedad tenga acceso a productos y contenidos de calidad”.

Con tanta incertidumbre, el impacto económico se vuelve también moral y emocional para los artistas: se rompe el vínculo físico con el público, elemento clave de muchas vocaciones artisticas. Sin embargo, y sin esperar la reacción de los gobiernos, hay una respuesta masiva por parte de lo que podríamos llamar la comunidad musical frente a la crisis actual. Esta respuesta se manifiesta a través de la explosión del número de conciertos y festivales virtuales. Arrancó primero con iniciativas individuales, tanto en el mainstream (como el show de Elton John en YouTube donde invitaba artistas como Billie Eilish y Mariah Carey para reunir fondos) como en las escenas más underground. Rápidamente se organizaron iniciativas colectivas como United We Stream (con los clubs de Berlín y el canal de televisión franco-alemán Arte), Far Away Together (por parte de la industria musical mexicana), Canada Performs (por parte del National Arts Centre con el apoyo de Facebook), entre otras.

Evidentemente, los conciertos virtuales producidos en la emergencia sanitaria no son un fenómeno nuevo. Se suman a la multitud de videos de performances musicales que se difunden masivamente en las plataformas digitales desde finales del 2000 (un fenómeno conocido como video turn ). Sean en vivo o no, con público o no, las representaciones audiovisuales de la música en vivo forman parte de cambios importantes relacionados con la digitalización de las industrias culturales y creativas. La crisis sanitaria actual acelera, o más bien empuja estos cambios, de tal manera que se encuentran inesperadamente con muchas prácticas culturales que se habían estabilizado a lo largo del tiempo. En este sentido, el concierto virtual en tiempos de cuarentena se vuelve un “problema” (en el sentido de las ciencias sociales) que merece atención e investigacion. El presente artículo propone tres ejes de trabajo.

● Economía de lo visual

El primer eje es económico. ¿Quién paga por los conciertos virtuales y quién se beneficia de ellos?
Cabe mencionar que el desarrollo actual de las representaciones virtuales de la música en vivo se hace sin un modelo económico definido. La mayoría de los eventos virtuales son gratuitos y no permiten generar ganancias significativas. Algunos eventos proponen apoyar a los artistas a través de donativos o comprando merchandising, pero en ningún momento esto puede compensar las pérdidas de una gira. Esta dificultad para generar ganancias tiene que ver con las plataformas digitales que difunden el contenido. Sabemos desde hace mucho tiempo que las plataformas como YouTube y Facebook viven del contenido generado por los usuarios y que el porcentaje que corresponde a los artistas es cerca de cero (value gap ). Eso hace que, en muchos casos, el costo de la producción de contenido musical en vivo dependa de estrategias de marketing y colaboraciones con marcas ajenas a la industria musical. Este fenómeno es conocido como branding y creció fuertemente con internet . Sin embargo, existen modelos alternativos que buscan fortalecer el equilibrio entre artistas, productores y difusores como el de Arte Concert en Francia, posible gracias al apoyo público del Centre national du cinéma .
Otra dificultad concierne a la negociación de los derechos. El hecho de que el concierto virtual se ubique entre contenido grabado y en vivo complica fuertemente la gestión de los derechos, lo cual frena el desarrollo de una oferta clara y homogénea. Por la misma razón, los artistas y colectivos independientes han sido los más creativos y prolíficos en la producción de videos de música en vivo hasta ahora. Ciertas empresas como Sofar Sound aprovechan esta situación para construir un modelo económico original: graban performances de artistas alternativos para promocionar sus eventos.
Además, la comercialización de un evento virtual tiene muchas variables, dentro de las cuales la más importante es tal vez el estilo musical. Por ejemplo, Medici es una plataforma de pago dedicada a la difusión de videos de conciertos de música clásica que ha logrado mantenerse desde el 2008. Su modelo es único y casi opuesto al de YouTube, debido al precio de entrada y a la alta editorialización de su contenido. Bajo la crisis actual, iniciativas de orquestas clásicas en el mundo han logrado atraer atención y seguimiento, como la de la Orquesta Filarmónica de Melbourne, de tal forma que presagia un futuro sustentable para el concierto virtual de música clásica.

Al contrario, para géneros como el rock, el metal o la música electrónica, es difícil imaginar cómo compensar la dimensión física, casi tribal, de la recepción durante los eventos musicales. Sin embargo, ciertos artistas independientes han logrado desarrollar formatos híbridos, más íntimos, en plataformas como Twitch o YouNow donde se pueden encontrar con sus fans y generar ganancias significativas a través de un sistema de propinas mucho más elaborado de lo que existe en Facebook, YouTube o Instagram . Este modelo se asemeja a modelos antiguos de financiamiento de los músicos o al de los trabajadores sexuales virtuales . En esa línea, el fenómeno de los conciertos virtuales actualiza cuestiones importantes acerca de la autonomía, del empoderamiento y de la independencia dentro de las industrias culturales y creativas .

● Estética de lo inmediato y real

Mucho se ha escrito sobre las particularidades antropológicas de la música en vivo: rompe con la cotidianidad, crea comunidades, permite experiencias estéticas únicas. Las dimensiones colectivas y físicas son claves para entender el poder social y cultural de los eventos musicales. Entonces, ¿cómo transmitir y traducir audiovisualmente estas particularidades? El hecho de poner en video la música en vivo reanima el debate acerca de la autenticidad del arte . Retomando la idea de que la música en vivo es un tipo específico de mediación musical , podemos hablar de la música en vivo como una “estética de lo inmediato y de lo real”, con códigos y formatos que buscan retratar una relación “directa” entre un artista y su público. Por ejemplo, los videos tradicionales de conciertos usualmente alternan y articulan tomas del artista, de su virtuosidad, con tomas de la reacción del público. En este sentido, podemos hablar de “dispositivos” de transmisión de música en vivo.
Estos dispositivos evolucionaron con la llegada de las tecnologías digitales y pusieron a prueba la creatividad de los videastas para afinar dicha estética. Este fenómeno dio a conocer nuevas formas de retrato de la música en vivo. Por ejemplo, los Take away shows de La Blogothèque usan ciertas limitaciones tecnológicas de las cámaras y se ubican en lugares originales o íntimos para generar un sentimiento de comunidad horizontal propio de la cultura indie . Otro ejemplo en el mundo de la música electrónica es Boiler Room que también empezó con un dispositivo visual limitado, al estilo de una webcam. Además, el dispositivo invirtió la posición del público: lo puso atrás del artista, lo cual crea un espectáculo ideal de la gente y de la recepción del show . En ambos casos, el dispositivo hace referencia a una estética lo-fi que consiste en visibilizar la mediaciones tecnológicas para intensificar la relación sensitiva .

En el caso de los conciertos virtuales hechos en casa que se multiplican frente a la cuarentena, los artistas no tienen otra posibilidad que operar bajo circunstancias técnicas escasas, lo cual genera en muchos casos un sentimiento de falta y no de culminación estética. Encontrar un lenguaje visual propio y pleno representa un reto mayor para el desarrollo de estos nuevos formatos.

● Plataformas e interacción mediática

Por otra parte, el caso de los conciertos virtuales es peculiar porque borra o, más bien, desplaza uno de los tres elementos fundamentales de la música en vivo: la presencia del público (los dos otros elementos son un momento y un lugar delimitados). El caso más emblemático de ausencia del público en la historia de las representaciones visuales de la música en vivo es el largometraje que presenta el concierto de Pink Floyd en Pompeya frente a tribunas vacías (1979). Existen otros ejemplos, pero este es único en su manera de desarrollar un discurso estético y filosófico a través de dicha ausencia . Sin embargo, para los demás, el valor de un concierto reside en la experiencia colectiva, compartida, aunque no sea de manera física. De manera general, la reacción y interacción del usuario se ha vuelto un elemento clave de la cultura digital. Por ello, es necesario ampliar la perspectiva más allá de la dimensión estética del performance e integrar al público en el dispositivo virtual, lo cual depende totalmente de la estructura digital de las plataformas de difusión.

Las plataformas más usadas actualmente permiten una interacción a través de un salón de chat (chatroom). En la mayoría de los casos, la presencia del público se hace muy tangible, dado el número importante de mensajes que sólo tienen como objetivo manifestar su presencia (eventualmente con su origen geográfico, ejemplo “saludos desde México”). El hecho de saber cuántas personas están conectadas al mismo evento es justo lo que permite que el evento exista como tal. Ofrecen la sensación de participar en algo que va más allá de lo individual. Estos espacios de interacción también pueden servir para desarrollar otras experiencias, como pláticas con el artista.

Hasta que empezó la crisis, estos modos virtuales de interactuar no tenían otro objetivo que ampliar y prolongar la experiencia física y presencial. Por ejemplo, el festival Coachella en Estados Unidos es transmitido en YouTube durante el evento, pero no es un evento virtual. El centro de atención es el evento físico donde se junta el público. Si los conciertos virtuales “nativos” pretenden ya no ser una excepción, por las buenas o las malas, podemos esperar que amplíen drásticamente su gama de opciones para interactuar.

Conclusión

En fin, el concierto virtual aún no puede pretender reemplazar el concierto tradicional, dado que carece de dimensión presencial (“estuve ahi”), física y colectiva. En comparación con un evento físico, su valor siempre será menor. Para encontrar un valor significativo, el concierto virtual se tendría que pensar como una experiencia distinta, propia. Hasta ahora, lo que le da valor o interés al performance virtual es sobre todo el contexto extraordinario de la crisis, más que su contenido.
Al mismo tiempo, este contexto permite que el concierto virtual se desarrolle masivamente, si bien el futuro de la industria musical ya no se puede imaginar sin ello. Los debates sobre el costo económico, social y ambiental de las giras y de los festivales amplifican el interés por estas nuevas modalidades de producir y consumir la música, más allá de la idea simplista de un regreso a lo local.

Referencias
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Los monstruos políticos no se encarnan en las palabras, se encarnan en las personas: Trump y las protestas civiles

El discurso de Donald Trump no es lo que realmente está ajusticiando a las minorías o grupos diferenciados en los Estados Unidos, sino que, son sus acciones o la carencia de ejecutarlas lo que da pie a cierto grado de permisión para una purga social. Por ejemplo, la falta de una condena más asertiva por parte de este mandatario hacia los mítines de “Unite the Right” durante los ataques a los contra-manifestantes en Charlottesville; y por otro lado, su mano dura con las protestas antirracistas, especialmente, contra el movimiento Antifa (antifascistas), el cual se ha anunciado recientemente que será incluido en la lista de organizaciones terroristas del gobierno, todo esto a raíz de las manifestaciones civiles y ataques contra los agentes policiales. Lo anterior, en el marco de un contexto violento tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos del oficial Derek Chauvin, un hecho ocurrido en el mes de mayo del 2020.

En definitiva, el posicionamiento de Trump suscita, por lo general, una imagen ambigua, sesgada o desbalanceada con respecto a la posición del gobierno federal de los Estados Unidos ante el descontrol de las manifestaciones civiles.

Como ha quedado claro, varios grupos han estado inmersos en disturbios y la represión se ha canalizado de manera distinta, claramente, dependiendo de los intereses a favor de la imagen presidencial, siendo los menos afectados aquellos grupos radicales con pretensiones racistas y nacionalistas como: Unite the Right, Alt-right o Ku Klux Klan.

De hecho, Trump acusa de terrorista al movimiento Antifa, pero no denomina con esta misma etiqueta a los grupos quienes favorecieron con votos su candidatura, o sea, al Ku Klux Klan (y a su exlíder David Duke) o la derecha alternativa (en inglés, Alt-right). En definitiva, sus palabras son un reflejo comunicativo de sus gestiones concretadas o de su ambigüedad discursiva para no perder partidarios.

No es el discurso cargado de xenofobia lo que más mueve a las personas de manera hostil. En realidad, son las gestiones prácticas de los gobernantes lo que genera bandos radicalmente opuestos, más cuando se empiezan a separar infantes de sus familias en la frontera o aprobar la construcción de un muro para separar países. Así, es evidente que su estrategia política de imagen tiene un alto contenido racializado, pero dicha representación es realmente fortalecida por la ejecución de compromisos dirigidos de manera complaciente a los grupos que lo votaron, entre ellos, los blancos evangélicos, gran parte del sector perteneciente al Ku Klux Klan y otros movimientos de ultraderecha con orientación nacionalista.

Empero, no estamos al frente de un líder o gobierno abiertamente racista, xenófobo, misógino, homofóbico o lo que sea, y es ahí mismo en donde recae su mejor estratégica política, específicamente, a todo lo referido sobre la supuesta “incomprensión” de la figura de Trump que alega los defensores del presidente por parte de los manifestantes u opositores.

En contraparte a lo mencionado, el fascismo es una ideología totalitaria, abiertamente racista desde su sistema jurídico, entre otras diferencias históricas. Aunque bien, el gobierno federal tiene rasgos fuertemente represivos dignos de un aparato coercitivo perteneciente a una potencia mundial como los Estados Unidos. A lo mucho, se le podría considerar a Trump como un proto-fascista, alguien que ha logrado un aspecto compartido con el fascismo tradicional cuando le habla directamente a la gente que tiene rabia y ellos ven una cuota de “verdad” en ese discurso. Esto es indiferentemente de la ambigüedad del posicionamiento presidencial, puesto que sus palabras están acompañadas de acciones concretas y precisas, siendo parte de lo que sus defensores le solicitaron a cambio de llegar al poder.

Si las fake news en los medios de comunicación masiva sobre la representación fascista de Trump tuvieran un peso más allá de la propaganda electoral (buena o mala), este tipo de estrategia informativa hubiera desencadenado desde hace tiempo atrás una serie de manifestaciones masivas en la mayoría de los estados, tal y como las que se pueden experimentar actualmente. Efectivamente, dichas protestas están sucediendo en un contexto de represión policial ante el malestar de la población afro por la violencia racial y de quienes no simpatizan con el asunto. Lo señalado hasta aquí, es un fenómeno histórico más relacionado con la larga duración, evidentemente, un problema debido a la discriminación provocado por la descarada falta de saneamiento del tejido social en los Estados Unidos.

Seré más claro. El filósofo Slavoj Žižek menciona que los efectos de lo políticamente correcto al querer legislar directamente ayudaron para elegir a Donald Trump como presidente, ya que esto habría roto la maquinaria tradicional del consenso político de los Estados Unidos. Aquella corrección política no ha aprendido la lección, se sigue señalando a las personas que no estén de acuerdo con una posición establecida como fascistas o con cualquier otra etiqueta monstrificante afán de desprestigiar al “otro”. Básicamente, es una manera perezosa de no pensar o no confrontar al adversario con argumentos discutibles, por consiguiente, es una vía fácil que no ofrece direccionar un criterio responsable sobre los eventos que están transcurriendo en el presente.

Ahora bien, Trump tampoco es un fascista o un mesías como tal, pensar de esa manera genera una vaga comprensión sobre las acciones de este político, por lo que, se termina frivolizando los hechos presentes con respecto a lo que está pasando realmente en las calles.

Hoy en día estamos de frente a la aparición de conflictos a flor de piel, en el marco de una pandemia mundial y dentro del territorio de una de las naciones más poderosas del mundo. Sin embargo, este reto de cambio social está sucediendo entre todo este posmodernismo ideológico y en un contexto informativo de noticias falsas, esperemos que este tipo de “oposiciones simplistas” no afecte la opinión de quienes quieran unirse a favor de las actuales protestas y las eventuales transformaciones sociales que se están dando en los Estados Unidos.

En otras palabras, lo primordial sería que nadie ayude a incrementar con sectarismos ideológicos una posible falta de criterio personal ante tanto bombardeo informativo, y así prevenir una inevitable caída en las ansias de cambio para los nuevos adeptos a la oposición en contra de las actuales gestiones del gobierno estadounidense, o sea, considero que es preferible intentar conectar nuevamente con la gente y no alejarla por culpa de pretensiones gregarias.

Efectivamente, se necesitan personas que piensen por sí solas y vean razonable o creíble el malestar de los detractores al gobierno, alejando a los indecisos de un pensamiento a favor del status quo o el establishment de los Estados Unidos. Todos debemos de salir de nuestra zona de confort y pensar más allá del qué dirán, por ende, una propuesta contraria a la ambigüedad de Trump.

No tengan miedo a que los etiqueten por decir que un presidente megalómano no necesariamente es un fascista. En este caso, llamemos a las cosas por su debido nombre para comprender mejor el problema, o sea, represión autoritaria contra la población civil. Cabe decir que, esta vía alternativa de pensamiento no va a causar un cambio drástico o permanente en la política, pero sí ayudaría potencialmente con mejorar el entendimiento (o sensibilidad) de muchas personas acorde con la situación vigente, por lo demás, eso se convertiría en un avance necesario durante estos momentos de crisis sanitaria y social a escala planetaria.

En resumen, los monstruos políticos no se encarnan en las palabras, se encarnan en las personas y se reflejan en sus acciones.

La pandemia desde el espejo

Antes del confinamiento las calles eran suyas. Marisol Cid tomaba su cámara y salía por una historia. No calcula sus fotos, las encuentra, mira y atrapa el instante. Late al ritmo de su obturador.

Del baile al barrio, de Veracruz a la Ciudad de México; de la arquitecta a la fotógrafa; del torbellino de la música, los rostros de Tepito, las fiestas, los sonideros; del poderoso blanco y negro, al encierro, al insomnio.

En sus fotos aparecen las proclamas de la lucha feminista: “Estado homicida”, “no más feminicidios”, mujeres en pie de guerra, con pancartas… pero también, la pareja que se ama en el centro de Coyoacán.

Su pasaporte para entrar a Tepito fue el baile. Hay ocasiones en las que sólo baila y tal vez tome una foto. En sus retratos desfila la expresión de un barrio, la fiesta, la devoción, la alegría, la familia. Hay miradas duras, ausentes. Marisol sabe que el permiso para tomar una foto se da con una mirada.

Y también está el espejo. Una mirada que reconoce todos los días. Su rostro rodeado de cenizas, sus hombros desnudos, un gancho de ropa junto a sus ojos, su cara fragmentada, espejo estrellado, dividido.

Instagram de Marisol Cid: https://www.instagram.com/_marisolcid/