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Aunque Trump se fue, se espera un recrudecimiento del racismo y la extrema derecha

 

Una de las cosas que los pilotos más temen es la llamada “estela de turbulencia”, es decir, el vórtice o remolino dejado tras de sí por los aviones, la cual afecta el vuelo de cualquier aparato con el mal tino de ir muy cerca y detrás. Quienes han experimentado este fenómeno lo describen como un “tornado horizontal” que zarandea a las aeronaves, comprometiendo su estabilidad y haciéndolas muy difíciles de gobernar.

Para Sandra Kanety Zavaleta –académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM– algo parecido estaría provocando el paso de Trump por la Casa Blanca, pues aunque el magnate abandonó Washington en un jet justo cuando Biden juraba como presidente, le dejó a su sucesor un escenario inestable y un gran sector poblacional reacio a legitimar al nuevo gabinete y la dirección que tomará.

A decir de la internacionalista, ya desde 2016 se veía que las decisiones del empresario y sus discursos de odio y antiestablishment estaban haciendo de la arena social y política de los EU un campo minado donde, a todo momento, cualquier tipo de crisis podía estallar.

“Y es que el mandato Trump arrancó abriéndole la puerta a grupos racistas, islamofóbicos, antiinmigrantes, conspiranoicos y nenonazis, a los cuales empoderó (algo que el exlíder del Ku Klux Klan aplaudió en su momento). Ello no sólo los envalentonó al grado de hablar en público de supremacismo, sino que les dio una voz y una presencia pública que no están dispuestos a perder, de ahí que sigan haciendo ruido”.

¿Pero qué hizo que el discurso de este personaje tuviera tal efecto en sectores determinados?, pregunta Sandra Kanety. En que como buen hombre de negocios supo vender bien la idea de un país con una grandeza perdida, pero que inevitablemente le sería restañada debido a ese destino manifiesto del que tanto escuchan los estadounidenses casi desde la cuna, promesa englobada en su lema de campaña (y el cual en realidad funciona como eslogan): Make America Great Again.

“Esas palabras aterrizaron bien en gran parte de la población WASP (es decir, blanca, anglosajona y protestante) y, en especial, entre quienes temen que, en medio de la crisis actual de desempleo, algún extranjero les arrebate uno de los pocos puestos disponibles. Eso fue otra cosa que Trump supo hacer muy bien: jugar con los miedos de las personas”.

De ahí que, pese a que los analistas políticos auguraban una derrota aplastante del republicano en las elecciones de noviembre pasado, 74 millones de sus seguidores salieron a votar por la continuidad del trumpismo (lo cual no es poco, representa 47 por ciento del electorado).

Muchas de estas personas pertenecen a alguno de esos grupos radicalizados que tanta visibilidad ganaron con Trump, lo cual en opinión de la doctora Zavaleta llevará a un recrudecimiento del racismo y la extrema derecha en EU, pues aunque en los últimos años se han generado movimientos tan importantes como el Black Lives Matter, estas resistencias empoderan a los radicales, y viceversa, en una dinámica de vaivén que sólo aviva la polarización y los enconos.

“Trump se fue dejando tras de sí un escenario turbulento, con un Estados Unidos sumido en crisis económica severa, con 400 mil muertos debido a su mal manejo de la pandemia y con una sociedad fracturada y radicalizada. Es en estas condiciones que la administración de Joe Biden debe remontar el vuelo, esperemos que lo pueda hacer”.

Radicalismo al alza

Sandra Zavaleta recuerda que hace siete años, al escuchar a Trump hablar sobre sus planes de ser el candidato republicano, creyó que todo era una mala ocurrencia que quedaría en mera anécdota, y lo mismo pensaron comediantes como John Oliver, quien en 2013 le pidió al magnate contender por la presidencia tan sólo para darse el gusto de verlo hacer el ridículo; ya después el británico se disculparía por haber lanzado tal reto diciendo: “En mi defensa, no tengo defensa alguna”.

¿Quién podía adivinar que un personaje tan fanfarrón, ególatra y sacado de un reality show terminaría en la Casa Blanca?, plantea la profesora. “Eso debería ser un foco rojo a tener en cuenta, pues si alguien así pudo, nada impide que un individuo igual o peor lo haga de nuevo”.

Al intentar detectar qué características hacen tan atractivo a Trump para tantos, la doctora Zavaleta admite que estamos ante un hombre con una labia que sería la envidia de cualquier líder de secta, lo cual quedó demostrado el 6 de enero pasado cuando, tras 50 minutos de palabrería, convenció a una turba de lanzarse contra el Capitolio.

“Las escenas de aquel día son la mejor evidencia de lo peligroso de tener a un líder que haga sentir a los extremistas con la razón de su lado. Ese miércoles vimos a una horda de blancos furibundos enarbolando banderas secesionistas (la de los esclavistas sureños de la guerra civil) o playeras con las leyendas “Campo Auschwitz” y “6MWE” (que significa six million wasn’t enough o seis millones no fueron suficientes, en alusión a los judíos asesinados en el Holocausto). La pregunta es inevitable, ¿qué tipo de país desean personas así?”.

Debido a que sus opositores (e incluso sus seguidores) señalan a Donald Trump como el responsable directo del asalto al Capitolio, hoy el expresidente atraviesa un segundo juicio de impeachment, algo que parecería un sinsentido ahora que no está en funciones, pero en realidad el objetivo es inhabilitarlo de por vida para la política. “Él le abrió la puerta a los grupos radicales y, con este juicio, lo que persiguen los legisladores es evitar que este personaje contienda por la presidencia en 2024, o que alguien parecido llegue a la Casa Blanca”.

La doctora Zavaleta no está segura de si la estrategia servirá, pues aunque quiere confiar en que EU aprendió la lección, todavía tiene frescas las últimas palabras que soltó Trump antes de abordar el avión que lo llevaría fuera de Washington: “Volveremos, de alguna forma”.