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Alma Guillermoprieto, premio Princesa de Asturias, en la UNAM

Alma Guillermoprieto, nació el 27 de mayo de 1949 en la Ciudad de México. Bailarina de profesión se muda a Nueva York para continuar con sus estudios en danza, “mi vida en la danza había sido predecible y rutinaria, aunque no muy normal. En México, mi país natal, me había integrado a una compañía de danza moderna a mis doce años; cuando llegué a Nueva York a mis dieciséis para reunirme con mi madre, seguí bailando”. En 1969, se muda a Cuba para dar clases de danza, hecho que marca su fin en esta profesión:

Todo ha sido un accidente que empezó, tal vez, a los veinte años, cuando me rechazaron en una compañía de danza en Nueva York. Por despecho, acepté entonces una invitación de las Escuelas Nacionales de Arte en La Habana para ir a dar clases de danza contemporánea.

Hasta ese momento mi vida se enmarcaba en la rutina dura, absorbente, y maravillosamente predecible de la danza. Vivía en Nueva York, trabajaba de mesera, y todas las tardes asistía a un estudio a tomar clases de las que dependen los bailarines para habilitar y perfeccionar la escritura que hacen con el cuerpo. Con suerte, hay también ensayos con algún coreógrafo. Con suerte hay presentaciones ante un público grande, o diez personas. Con suerte hay aplausos sinceros. Peor lo real, el sustento, el pan de una vida en la danza es la clase diaria, con su horario puntual, sus ejercicios repetidos como oraciones, su sudor y su estasis. Pero en fin…divago.

Quise entrar a la compañía de una coreógrafa a la que idolatraba, no me aceptó. Me ofrecieron una plaza en el lugar que menos me hubiera podido interesar en todo el mundo, me pareció un buen lugar para esconder mi humillación, y aterricé en una Cuba aún en plena efervescencia revolucionaria. Nunca volví a ser la misma. Tampoco volví a bailar. La fe revolucionaria es dura, y exige sacrificios absolutos: la danza me pareció de repente una disciplina frívola.

Su experiencia en la isla la marcó, y junto con ella el resto de su obra periodística. Sin embargo, hasta 1978 se da su incursión en el periodismo como reportera, siendo la Revolución en Nicaragua, lo que la llevaría a adentrarse en el periodismo.

Hasta ese momento jamás se me había ocurrido escribir un reportaje, pero me pagó los gastos del viaje un pequeño medio de gran prestigio por aquel entonces; Latin American Newsletters, que se editaba en Londres. Por casualidad, por desgracia, por accidente, por suerte, conocía a uno de los editores desde hacía ya algún tiempo, y él había intentado convencerme un par de veces de que me vendría bien ser reportera. Estalló la revolución en un país del que nadie había oído hablar, faltaron corresponsales, y ahí fui a dar.

A partir de la cobertura periodística hecha en Nicaragua y con la experiencia de una Cuba revolucionaria, Latinoamérica se volvió un tema recurrente en su obra periodística, como ella misma lo explica:

América Latina es la región con la que yo sueño cuando estoy fuera, y me ha tocado estar fuera mucho; pero, por otro lado, también es el país donde nunca jamás acabamos de ser nosotros mismos, donde nunca jamás logramos nuestras metas, donde nunca jamás las cosas que deberían ser son. Es una combinación de todo eso. Y, al mismo tiempo, yo quería transmitir esa sensación de intimidad que busco con los lectores al contarles un cuento. Lo que yo cuento es reportería, obviamente, pero lo cuento con la intención de seducir, de mantener a los lectores en un estado grato mientras escuchan un cuento.

Y añade:

El periodismo es también una forma de autobiografía. Inevitablemente, uno escribe sobre lo que vive. Entonces, en esa autobiografía mía siempre ha jugado un papel axial la figura de Fidel, a lo que se suma –porque estamos en América Latina– el enorme papel simbólico que ha jugado la Revolución cubana, que es un punto de referencia inevitable. Son treinta años de estar escribiendo sobre la misma región, treinta años en los que Fidel ha envejecido, yo he envejecido y América Latina también ha ido cambiando su perspectiva sobre lo que significa la Revolución cubana, salvo algunos sectores.

Para 1979, Alma Guillermoprieto ya era reportera para The Washington Post, medio para el cual cubrió la guerra civil en El Salvador del lado de la guerrilla:

En enero de 1982, durante los más álgidos debates en el Congreso sobre los crímenes de guerra del gobierno salvadoreño, mi amigo y colega del New York Times, Ray Bonner, me avisó que la guerrilla salvadoreña lo había invitado a entrar a su zona de control en la provincia de Morazán, frontera con Honduras. En ese momento, aunque trabajaba sin contrato y me pagaban centavos por palabra, yo era de hecho la encargada de la cobertura de Centroamérica para el Washington Post. Moví cielo y tierra para obtener mi propia invitación, y cinco días más tarde logré entrar.

Sin embargo, cabe señalar que uno de los rasgos que marcan el estilo y punto de vista como autora, es que todo su trabajo periodístico está escrito en inglés, “el ser bilingüe, el haber pasado parte de mi adolescencia en Estados Unidos, el escribir para un público norteamericano y el escribir en inglés, en efecto, me permiten distanciarme y asombrarme. Y yo vivo en un estado de asombro permanente frente a lo que me debería resultar una realidad familiar”.

Su estilo meticuloso la lleva registrar los detalles, característica que la hizo salir del diarismo para adentrase a un periodismo de largo aliento “no me había percatado de que no sabía escribir como reportera de periódico. Entonces, hubo ahí un malentendido que felizmente se resolvió cuando me salí del periodismo diario y empecé a ser reportera para The New Yorker. De alguna manera, nací para escribir en el New Yorker de los años noventa. Escribí la primera nota, me la aceptaron y me pidieron la segunda; escribí la segunda y me pidieron la tercera. Y no hubo de por medio ni sufrimiento, ni reajuste. Me resultó lo más natural del mundo”.

En 1995 y a petición del propio Gabriel García Márquez, Alma Guillermoprieto se une al taller inaugural de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, desde entonces ha dictado diversos talleres para jóvenes periodistas.

(Fragmento de la tesis de Doctorado “Crónica de guerra del periodismo de autor: elementos y recursos de construcción del punto de vista” de Ariadna Razo Salinas http://132.248.9.195/ptd2016/septiembre/094169340/Index.html)