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Al enfrentar la crisis del coronavirus, las visiones convencionales se quedan cortas

La aparición del coronavirus de Wuhan (o Covid-19) podría explicarse a partir de las alteraciones ecológicas y la pérdida de biodiversidad provocadas por el hombre; por ello, a fin de instrumentar estrategias efectivas contra esta epidemia (e incluso contra las enfermedades infecciosas emergentes que, sin duda, nos impactarán en un futuro) es preciso romper con la visión tradicional que priva en las ciencias de la salud y prestarle oído a otras áreas del conocimiento, señala el doctor Gerardo Suzán Azpiri, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.

A decir del académico, el actuar de las autoridades médicas ante la alerta sanitaria ha sido efectivo y oportuno, aunque algo corto de miras, pues se limita a resolver las adversidades inmediatas y no busca entender qué hay detrás del fenómeno. “Para comprender a cabalidad qué está pasando y cómo llegamos a esta crisis es preciso considerar el trabajo de matemáticos, físicos, computólogos, geógrafos, biólogos y otros profesionales para, a partir del diálogo, ir conformando un saber multidisciplinario que nos permita no sólo atender contingencias como la actual, sino prevenirlas”.

Con el objetivo de impulsar tales investigaciones en México, la FMVZ creó el Laboratorio de Ecología de Enfermedades y Una Salud (LEEUS) —del cual Suzán es investigador principal—, desde donde se busca responder a incógnitas como ¿por qué alguien puede contagiarse con virus o bacterias propias de murciélagos (como el Covid-19) o de otros animales filogenéticamente distantes del hombre? ¿Qué tanto participan la evolución, los eventos ecológicos, la historia o la economía en el salto de patógenos entre especies?

“Es más fácil contagiarnos de alguna variedad de primate que de una de roedor simplemente porque el primero se parece mucho a nosotros. Cuando nos infectamos de un ser tan distinto como un murciélago o un ave, la causa puede deberse a aspectos evolutivos o filogenéticos, pero también atribuirse a trastornos ecológicos, pues gran parte de las enfermedades emergentes achacadas a la fauna silvestre se dan por la alteración de los entornos naturales a raíz de la actividad humana, y por ello deberíamos indagar más al respecto”.

En ecosistemas sanos —explica el profesor Suzán— se observa a una gran cantidad de seres interactuando; esto proporciona no sólo resiliencia, sino resistencia contra la invasión de especies invasoras, plagas y patógenos. Se ha constatado que la biodiversidad ofrece servicios de amortiguamiento y a este fenómeno se le conoce como Efecto Dilución, ya que hace que enfermedades que suelen arrasar con los cultivos o aniquilar a los ganados, al adentrarse en entornos biodiversos de súbito pierdan fuerza y se desvanezcan.

“Tales ambientes son un freno para los virus y bacterias causantes de pandemias porque los patógenos, al verse frente a tal variedad de genomas y especies, se debilitan progresivamente al ir chocando con un mecanismo de defensa tras otro. Esto se ha demostrado en múltiples experimentos, lo que pone en evidencia que las acciones de conservación son excelentes estrategias para preservar la salud”.

Por el contrario, añade el académico, cuando el hombre deforesta, trafica con seres vivos, introduce granjas donde no había o caza a carnívoros que amenazan a sus rebaños, no sólo acaba con la biodiversidad, sino que se coloca en nichos biológicos que no le corresponden, convirtiéndose así en blanco de virus y bacterias con los que nunca había tenido contacto y que tienen el potencial de romper la barrera natural entre especies y contagiarnos.

A esto se suman las dinámicas económicas modernas, pues debido a las exportaciones e importaciones, el tráfico legal e ilegal de especies, las redes carreteras o los vuelos en avión, los virus y bacterias se extienden geográficamente como nunca antes. “En la actualidad nos bastan tres horas para estar en otro continente, cuando en siglos pasados esto implicaba meses de travesía en navío. Hoy los patógenos viajan por el mundo en aeroplano, tren, autobús o barco, y no respetan fronteras; a esto se le llama pathogen pollution, concepto que apunta a esta capacidad de dispersión inédita que hace de las pandemias un riesgo siempre latente”.

No ha pasado un año desde que la ONU —a través del IPBES— advirtió que el planeta atraviesa una crisis igual de severa que la del calentamiento global: la de una extinción masiva que tiene al borde de la desaparición a más de un millón de especies de plantas y animales. “Además de los evidentes, otro de los problemas surgidos de esto es que, al disminuir el número de especies, en automático se disparan las enfermedades infecciosas emergentes pues, al perder variedad, mantenemos a los patógenos en tasas muy altas”.

Los animales, centinelas de nuestra salud

Siguiendo esta línea de investigación, el doctor Suzán ha colaborado en varios trabajos con sus colegas del LEEUS e incluso ha viajado a Panamá para medir la probabilidad de transmisión de hantavirus vía ratones, tanto de zonas ecodiversas como de áreas deterioradas, y así ha constatado que la fauna es un óptimo indicador de qué tan bien o mal se encuentra un ecosistema. Con base en esto, una de sus propuestas para evitar escenarios tan complicados como el planteado por el Covid-19 es monitorear a animales silvestres y domésticos, y convertirlos en centinelas de nuestra salud.

“Cada uno arroja muchísima información del lugar donde vive, de los parásitos que trae consigo e incluso de los padecimientos que podría diseminar, por lo que un monitoreo permanente permitiría diseñar estrategias diferentes a las habituales, y bastante efectivas, para frenar contagios. Por ejemplo, se ha visto que en zonas con abundantes murciélagos hematófagos basta con reforestar para que las poblaciones de murciélagos frugívoros, insectívoros y polinizadores suban, y que las infecciones de rabia bovina caigan”.

En estos momentos, el Laboratorio de Ecología de Enfermedades y Una Salud de la FMVZ trabaja con entidades como el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM, el Center for Disease Control and Prevention de Estados Unidos o el Institut de Recherche pour le Développement de Francia con el propósito de desarrollar modelos que permitan entender mejor estas dinámicas y de detonar el número y calidad de los estudios multidisciplinarios en México.

Para el doctor Suzán, el brote del coronavirus de Wuhan es una oportunidad para entender por qué se dan estos escenarios y cómo evitarlos. “Es preciso indagar qué pasa en China como para que ahí surjan padecimientos de tan alto impacto como el SARS o el MERS pues, aunque se ha señalado que esto es porque en sus mercados se venden especies silvestres o por su deficiente manejo de los alimentos, lo mismo acontece en otras partes del mundo y no se repiten los resultados, a menos que no hayamos monitoreado bien”.

Mientras más entendemos qué está pasando, más nos damos cuenta de que la respuesta es mucho más compleja de lo que creíamos, refiere el profesor. “Al respecto hay trabajos muy interesantes como uno titulado ¿Son los depredadores buenos para tu salud?, donde vemos cómo los carnívoros silvestres mantienen a raya a las poblaciones de animales portadores de enfermedades zoonóticas y la conclusión se antoja inevitable: una medida eficaz para impedir contagios a los humanos es la conservación de los ecosistemas”.

¿Cómo evitar escenarios de crisis como el del Covid-19 en lo sucesivo?, pregunta el doctor Suzán, y él mismo se responde: “La clave está en cambiar de enfoque; no podemos seguir creyendo que la solución a todo es encontrar la vacuna precisa para un patógeno específico en el momento adecuado, sino apostarle a la prevención”.

¡Claro!, hay que desarrollar vacunas —acota—, pero quizá sería preferible hacerlo tras detectar cuáles especies se relacionan con brotes epidémicos y desarrollar opciones que nos protejan no contra uno, sino contra varios virus al mismo tiempo, y eso se lograría con un monitoreo constante de la fauna. Asimismo, reforestar y no permitir la pérdida de especies son buenas alternativas, y también lo es el entender cuáles son los contextos humanos, de marginación y de desigualdad social que, al mezclarse, hacen que en ciertas áreas broten tales enfermedades. Saber esto nos permitirá actuar de forma oportuna y prevenir, y todo pasa por la multidisciplinariedad.