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La pandemia, la fauna silvestre y el futuro de la humanidad

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Recuerdo vívidamente cómo hace más de 15 años seguí a mi guía local por una calle estrecha y muy concurrida en Yogyakarta, una ciudad y una provincia en Java, Indonesia. La ciudad es famosa porque es una puerta de entrada a muchos templos y sitios históricos como Borobudur, una estupa budista muy prominente, y Pranbanam, un grupo de más de 200 templos hindúes. Pero la ciudad también es famosa por su mercado de animales, un punto de acceso para el comercio legal e ilegal de vida silvestre. Mientras caminábamos, me ofrecieron muchas veces en la calle monos loris, en peligro de extinción y cuya venta estaba prohibida; los “domestican” extrayendo sus dientes para que no puedan morder. ¡A nadie parece importarle!

Después de caminar media hora, finalmente llegamos al mercado. A lo largo de los pasillos estrechos del mercado, docenas de tiendas llenas de jaulas con animales domésticos y silvestres para la venta. En muchos lugares, las jaulas estaban apiladas en condiciones sanitarias muy pobres. Había lagartos, nutrias, civetas, perros mapaches, monos, cacatúas, patos, gallinas, todo tipo de aves silvestres muy coloridas, muchos tipos de serpientes, incluidas pitones y cobras. Me detuve en una tienda donde tenían una ardilla voladora gigante en una pequeña jaula, que me llamó la atención. Las ardillas voladoras realmente no vuelan, planean. El animal era muy hermoso, con un color rojizo profundo. Me dio mucha lástima, por lo que decido comprarlo para intentar liberarlo en un área forestal cercana. Mi guía y el dueño de la tienda hablan muy poco inglés y no entienden que quiero comprarlo para liberarla. Intento complementar mi explicación con señales de las manos. Sin suerte. De repente, dos lugareños aparecen de la nada y comienzan a hablarme en inglés. Me preguntan si estoy interesado en comprar animales más interesantes como orangutanes, dragones de Komodo y otras especies muy raras y en peligro de extinción. Me invitan a ir a otro lugar donde tienen a los animales escondidos. Estoy preocupado. Estos son tipos peligrosos, integrantes de la mafia que manejan el comercio ilegal. Muestro algo de interés para poder obtener más información. Piden ver mi pasaporte para que puedan sentirse seguros de que soy un cliente real. Pido el precio del dragón de Komodo; 50 mil dólares, dicen. Ellos lo entregarán en cualquier parte del mundo, me comentan, y lo cual dudo mucho. Seguimos hablando y les pregunto cuál es la especie más exótica que tienen: un águila filipina indican. No me lo puedo creer. Es una especie extremadamente rara. Seguimos hablando y algunas personas se reúnen a nuestro alrededor. Mi guía comienza a inquietarse y me pide que nos vayamos. Prometo que regresaré al día siguiente. Con el guía desaparecemos en las calles llenas de gente que ahora se sienten como el cielo.

Años después supe que el mercado de animales de Yogyakarta no es una rareza. De hecho, es uno de los miles de mercados similares, que incluyen a los mercados húmedos en el sudeste asiático, donde la vida silvestre se vende como alimento, como medicina tradicional y como mascota. Hace poco vi con disgusto las imágenes de YouTube de un mercado en Indonesia (en el video denuncian erróneamente que está en Wuhan, China), donde los perros muertos que yacían con su propia sangre derramada en los pasillos, pitones cortados en pedazos, murciélagos y ratas asadas como kebabs, y así muchos otros animales domésticos y silvestres muertos. Y los pasillos llenos de jaulas y jaulas de animales silvestres vivos como civetas, ardillas y monos. Esos animales, muchos de ellos al parecer enfermos, sufrían confinados en condiciones insalubres e inhumanas. No es tan difícil entender, porque en esas condiciones son propicias para la propagación de las enfermedades infecciosas como la COVID-19.

Hoy el silencio de esta noche es roto por el ladrido lejano de un perro. Todo es silencio, tranquilidad, cotidianeidad. Trabajo en casa desde hace más de un mes. Las absurdas teorías de la conspiración que aducen que el COVID-19 fue creado en un laboratorio, y que su origen no es el tráfico y consumo de animales silvestres, tiene la intención de distraer a la opinión pública. Pretenden causar confusión, para evitar la gigantesca responsabilidad relacionada con permitir el tráfico de fauna silvestre. En realidad, esta pandemia es la historia de una muerte anunciada en numerosas ocasiones. El SARS, MERS y otras enfermedades virales aparecieron en las décadas recientes como preludio de esta pandemia. Ya se esperaba, pero creo que nadie imaginaba esta magnitud y que ocurriera tan pronto.

El tráfico de animales silvestres implica la captura, transporte y almacenamiento de millones de ejemplares cada año. Estos animales son transportados y mantenidos en condiciones de confinamiento inhumano e insalubre. Hacinados, muchas veces enfermos, generalmente están en contacto con animales domésticos y con personas, creando las condiciones ideales para que existan contagios de los animales domésticos a los animales silvestres y viceversa. Estudios del material genético del COVID-19 indican que está relacionado con un coronavirus de un murciélago o de un pangolín. Los animales silvestres, al igual que el hombre o los animales domésticos, son los hospederos de cientos de miles de virus y bacterias.

La causa de que varios coronavirus hayan brincado de animales silvestres al humano en las últimas dos décadas, se debe básicamente a la destrucción de los ambientes naturales y al tráfico y consumo de animales silvestres. El tráfico de la fauna silvestre es para satisfacer la insaciable y extravagante demanda de estas especies para el mercado asiático, en países como China, Vietnam e Indonesia.

Cobijado por las sombras me pregunto cómo llegamos a este escenario de horror, con el mundo abatido ahora por esta amenazante pandemia, fuera ya de control, cuando se sabía y se había alertado de este escenario en numerosas ocasiones. El comercio ilegal de vida silvestre es un negocio gigantesco. Es tan lucrativo como el tráfico de drogas, pero sin las implicaciones legales. El inmenso apetito de China y otras sociedades asiáticas por los animales exóticos ha promovido un crecimiento exponencial del comercio y sus ganancias. Aunque los mercados asiáticos son casi los únicos lugares en el planeta donde la fauna exótica se consume como alimento y medicina en tales cantidades, el comercio para consumo también es muy alto en África y el de mascotas es enorme en los Estados Unidos y Europa. La magnitud del comercio de vida silvestre en China es asombrosa. Se estima que más de 100 millones de animales son vendidos anualmente, con un valor de 74 mil millones de dólares estadounidenses, y que involucran a 14 millones de personas. Miles de especies de vida silvestre o sus productos se comercializan anualmente. Se matan a los elefantes por sus colmillos, los rinocerontes por sus cuernos, los pangolines por sus escamas, los ciervos almizcleros por su glándula de almizcle, los perros mapache por su piel, los monos por su carne y las serpientes por su veneno. De hecho, miles de otras especies son capturadas y vendidas como alimento, por su piel, como ingredientes para la medicina tradicional o como mascotas. Desde cualquier punto de vista, es una locura.

El comercio de vida silvestre y la pérdida de hábitat han llevado al borde de la extinción a muchas especies. Pero también son la causa fundamental de las enfermedades infecciosas emergentes como el coronavirus y el ébola. De hecho, la actual pandemia de COVID-19 está vinculada a los murciélagos o pangolines vendidos como alimento en el mercado de animales de Wuhan en China. Describiré esos dos problemas por separado.

Entre los ejemplos más conocidos de especies que se extinguen debido al comercio ilegal de vida silvestre se encuentran los elefantes y los rinocerontes. Se estima que un elefante salvaje es cazado furtivamente cada 15 minutos para obtener los colmillos para el comercio de marfil, que básicamente es para el mercado de China. ¡El número de elefantes perdidos en una década, de 2007 a 2017, fue de la asombrosa cifra de 144,000! La población actual es de 352,000, está disminuyendo aproximadamente en 8 por ciento anual. Esto significa que es probable que no haya elefantes salvajes en los próximos 15 a 20 años. ¡Qué tragedia! Es difícil explicar la emoción de poder contemplar esos majestuosos animales en la naturaleza. Cada vez es diferente, llena de expectativas y sorpresas. Hace dos años, fui al campamento de Nxabega en Botsuana para observar animales silvestres, Un día, en uno de los safaris fotográficos, en la tarde el clima era relativamente fresco y agradable. El paisaje era hermoso, con llanuras de sabana salpicadas de palmeras y pozas de agua, llenas de vida salvaje. El guía era increíblemente hábil. Vio a algunos elefantes a lo lejos y condujo para acercarse a donde estimo que aparecerían. Fuimos a un lugar con palmeras muy altas y esperamos. Grande fue mi sorpresa cuando a los 10 minutos, los elefantes aparecieron en el horizonte. Y esperamos. Se acercaban cada vez más. En algún momento, la enorme hembra que lideraba el pequeño grupo de 6 elefantes se acercó a una gran palmera y comenzó a sacudirla con la frente y el tronco. Y literalmente cayeron docenas de frutos de palma y los elefantes se dieron un festín. ¿Cómo imaginar un mundo sin elefantes o cualquier otra de las especies que estamos perdiendo debido al comercio de vida silvestre y otras actividades humanas?

La mayoría de las personas desconocen que las crisis de extinción no tienen precedentes en la historia de la humanidad. La extinción ocurre cuando el último individuo de una especie muere. La ONU ha estimado recientemente que un millón de especies, como el panda, el orangután y el rinoceronte de Sumatra, están en riesgo de extinción. La crisis de extinción es más urgente que la crisis del cambio climático porque está ocurriendo extremadamente rápido y porque es el único problema ambiental realmente irreversible. Una vez que una especie muere, un mundo se pierde para siempre. Mi investigación científica ha demostrado que los vertebrados salvajes (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces) que se extinguieron en los últimos 100 años, se habrían extinguido en 10,000 años en condiciones normales. Hemos entrado en la sexta extinción masiva. En los 600 millones de años anteriores ocurrieron cinco extinciones en masa. Una extinción masiva se define como la pérdida catastrófica del 70 por ciento o más de toda la vida en la Tierra en un corto tiempo geológico, generalmente miles de cientos de miles de años. La quinta extinción masiva, por ejemplo, que ocurrió hace 66 millones de años, probablemente fue causada por el impacto de un meteorito que destruyó el 95 por ciento de todas las especies, incluidos los dinosaurios.

Muchas veces he preguntado por qué deberíamos preocuparnos por la pérdida de una especie. Hay razones éticas, morales, filosóficas, religiosas y de otro tipo para preocuparse. Pero quizás el que sea más tangible para la mayoría de las personas es la pérdida de los servicios del ecosistema, que son los beneficios que los humanos obtenemos de la función adecuada de la naturaleza. Los servicios de los ecosistemas incluyen la combinación adecuada de los gases de la atmósfera que permiten tener vida en la Tierra, la cantidad y calidad del agua, la polinización de cultivos y plantas silvestres, la fertilización del suelo y la protección contra plagas y enfermedades emergentes, entre muchas otras. Cada vez que se pierde una especie, es probable que los servicios de los ecosistemas se erosionen y se reduzca el bienestar humano.

El comercio de vida silvestre y la pérdida de hábitat también están relacionados con enfermedades infecciosas emergentes como el VIH, el ébola, la fiebre de Lassa y el virus de Marburgo. La pandemia actual de coronavirus (COVID-19) probablemente se originó en el mercado de animales de Wuhan. Los datos genéticos muestran que su origen fue posiblemente un murciélago o un pangolín, ambas especies frecuentemente consumidas en Wuhan y todos los mercados de vida silvestre en China, Vietnam y otros países asiáticos. En esos mercados, los animales salvajes y domésticos se mantienen en condiciones insalubres y poco éticas. Allí, las heces, la orina y los residuos de comida de las jaulas en la parte superior se derraman a las jaulas en la parte inferior, creando las condiciones perfectas para que los virus salten de los animales salvajes a los domésticos y a los humanos. No es la primera vez que una enfermedad infecciosa por coronavirus ha saltado de un mamífero o ave salvaje a humanos o animales domésticos. En 2002-2003, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) afectó a más de ocho mil personas y causó la muerte de alrededor de 800. Primero se encontró en Foshán, China. La investigación científica demostró que los murciélagos son huéspedes naturales de coronavirus estrechamente relacionados con los que se encuentran en las civetas y los responsables del brote de SARS. Es muy probable que un coronavirus de un murciélago mutara e infectara una civeta y luego el virus saltara a los humanos debido al comercio de animales. El Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) fue el segundo brote de enfermedad grave por coronavirus que comenzó en 2012 en Arabia Saudita. Irónicamente, desde el brote de SARS, muchos científicos advirtieron sobre las fuertes posibilidades de sufrir otro brote de coronavirus. Un artículo científico de 2007 declaró que “una revisión de los estudios de diferentes grupos demuestran que el SARS-CoV logró propagarse de un reservorio de vida silvestre (probablemente murciélagos) a la población humana a través de uno o varios anfitriones intermedios” y que los animales probablemente infectaron a los humanos debido a los mercados de vida silvestre. Otro documento de 2016 indicó que “los brotes recientes de ébola, influenza y MERS-CoV subrayan la amenaza que representan los virus que emergen de fuentes zoonóticas”. Muchos otros artículos científicos indicaron que si el consumo de vida silvestre para alimentos y la medicina tradicional no se controlaba o prohibía completamente, era muy probable que ocurriera un brote de SARS. Desafortunadamente, esas predicciones han demostrado ser correctas, con la horrenda pandemia de COVID-19.

Ante la evidencia y las presiones internas e internacionales, el gobierno chino primero, y luego el de Vietnam, anunciaron en marzo una prohibición permanente del comercio de vida silvestre para evitar más brotes de enfermedades infecciosas por coronavirus. Los efectos dramáticos de la pandemia actual sobre la salud humana y el orden económico muestran que no hay otra manera. El gobierno chino tiene que entender que China es responsable de la crisis actual y sus devastadores impactos. Por lo tanto, es imperativo que la prohibición del comercio ilegal de animales silvestres sea y que esta prohibición sea estrictamente mantenida. En Stop Extinction (www.stopextinctions.com) estamos trabajando arduamente para que esto se logre. No será fácil, pero debe hacerse.

Lo que está en riesgo es el futuro de la humanidad. De esa magnitud es el problema.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery interval=”3″ images=”84181,84180,84177,84176,84175,84172,84171″ img_size=”large”][/vc_column][/vc_row]