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Incendios forestales vs. lluvia

Año con año, se realizan quemas agrícolas a largo del territorio nacional, principalmente como método tradicional para deshacerse de los residuos agrícolas durante la cosecha o durante los periodos previos a la siembra. También se utilizan para la limpieza de tierras de cultivo y para expandir la frontera agrícola a través de la deforestación. Según un estudio mediante herramientas satelitales, la mayoría de los incendios en México ocurren en suelo agrícola, principalmente entre marzo y mayo, siendo mayo el mes con más incendios. Estos incendios emiten una gran variedad de contaminantes a la atmósfera, tales como el dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx), compuestos orgánicos volátiles y semivolátiles (COV y COSV), materia particulada gruesa y fina (PM10 y PM2.5), amoniaco (NH3), dióxido de azufre (SO2), y metano (CH4). De hecho, una de las principales fuentes antropogénicas de partículas en la atmósfera es la quema de biomasa (agrícola y forestal), con un estimado anual de 38 mil toneladas de PM2.5 a nivel mundial. Estas partículas causan daño a la salud humana ya que pueden entrar hasta un nivel alveolar, penetrando incluso al torrente sanguíneo. La contaminación por partículas ocasiona gran variedad de problemas: muerte prematura en personas con enfermedades cardíacas o pulmonares, infartos de miocardio, asma, función pulmonar reducida, irritación en las vías respiratorias etc. Por ello, es imperativo que se lleven a cabo acciones para prevenir incendios por actividades humanas en los bosques. Sería deseable una mayor regulación y vigilancia, e incluso la prohibición de las quemas agrícolas.

Las condiciones meteorológicas presentes desde el 10 de mayo, con altas temperaturas y vientos desde el Pacifico hacia el altiplano central, contribuyeron a detonar gran cantidad de incendios y exacerbaron sus efectos contaminantes. El transporte regional hacia CDMX de las plumas de los incendios por los vientos presentes, aunado a las emisiones propias de las áreas urbanas, dieron lugar a una situación de pésima calidad de aire.

Es conocido por todos que las lluvias limpian la atmósfera ya que tienen la capacidad de remover tanto partículas como gases atmosféricos. Esta limpieza de la atmósfera ocurre a través de un proceso llamado depósito húmedo. Después de una tormenta, la calidad del aire suele mejorar, pero no siempre es así. La eficiencia en la remoción de las partículas atmosféricas depende del tamaño de las gotas de lluvia y del tamaño de las partículas contaminantes. Las partículas gruesas (con un diámetro mayor a 1 mm) son eficientemente removidas de la atmosfera gracias al efecto de la impactación. Por otro lado, las partículas muy pequeñas (con un diámetro menor a 0.1 mm) pueden ser removidas gracias al movimiento Browniano. En cambio, las partículas con diámetros entre 0.1 y 1 mm no son eficientemente removidas de la atmósfera por las gotas de lluvia. Su remoción solo es efectiva cuando la humedad relativa de la atmósfera es muy baja y cuando existe una gran cantidad de cargas eléctricas en las gotas y las partículas contaminantes. En cuanto al tamaño de las gotas, cuanto más pequeñas sean, serán más eficientes en la remoción de partículas de la atmósfera.

Muchos se preguntarán porqué el evento de precipitación experimentado en CDMX el 15 de mayo no redujo significativamente los niveles de PM2.5. Las partículas de aerosol con un mayor aporte al PM2.5 son las más difíciles de remover de la atmósfera. Si bien hubo precipitación y se esperaba que la atmósfera se limpiara, las condiciones atmosféricas no fueron las óptimas para remover las partículas de acumulación de la atmósfera. Se requieren de eventos de precipitación más severos y más prolongados con un amplio rango de tamaños de gota de nube para poder remover eficientemente partículas que forman parte del PM2.5.