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“Dios no es justo”

“Estoy aquí para matarte”, dice una voz del otro lado de la línea telefónica. Los miles de kilómetros de huida no fueron suficientes. De Irak a Siria, Líbano, Egipto y Marruecos. De nuevo la persecución “por decir la verdad”.

Durante el conflicto entre Irak e Irán, el periodista y poeta iraquí Hatem Abdulwahid Saleh escribió muchos artículos a favor de su país. Con la entrada del ejército estadounidense a Bagdad en 2003, también llegaron muchas milicias con sus “listas negras”.

“Yo era uno de los que estaban en esas listas, por eso trataron de matarme. Iban a quemarme vivo, me rociaron de gasolina y me quemaron, quedé en el hospital 43 días. Un día el enfermero me dijo: ‘Hay unos militares en la puerta, quieren entrar a visitarte’, pero yo no tenía amigos militares”.

Querían matarlo, salió del hospital rumbo a su casa en una ambulancia como una momia. Estuvo ahí como dos meses y luego escapó a Siria, después a Líbano, Egipto y Marruecos.

En Marruecos trabajó como periodista en la ciudad de Agadir, pero en octubre de 2007 “recibí la llamada de un iraquí: Estoy aquí para matarte”. Avisó a las autoridades, tomaron el número y me llamaron a los tres días y me dijeron que era un número telefónico de la calle, público, “no sabemos quién es”.

Acudió a una organización internacional con sede en Inglaterra para buscar protección. Hizo el trámite, envió documentos. Se comprometieron a estudiar su caso. Después de tres meses le dijeron: “Felicidades, ya te aceptamos como miembro en nuestra organización y te vamos a buscar una ciudad”.

A los diez días le dijeron que México lo había aceptado como escritor huésped. Y desde hace 10 años está aquí. Llegó en 2008 y no hablaba español. Entró al Centro de Enseñanza Para Extranjeros, estudió un año e hizo su examen para dar clases de árabe en la UNAM y desde 2010 es profesor.

Decir la verdad siempre ha provocado que lo persigan. Escribió contra Estados Unidos cuando invadió su país, contra los grupos tribales, los fundamentalistas.

Extraña el olor de su ciudad, ese penetrante olor a naranjo, “aquí no huele a nada”. Hatem Abdulwahid  Saleh no cree en los términos medios. O eres su amigo o su enemigo. Se queda pensativo cuando le digo que sus enemigos ganaron.

No le agrada hablar de su vida, “es muy triste”, dice. Pero el poeta la cuenta en trozos, no sólo atentaron contra él, también su familia fue afectada, y por supuesto, está lejos de ella. “Dios no es justo”, repite cuando recuerda el momento en que le prendieron fuego a su cuerpo.