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¿Estamos comiendo plástico?

La cantidad de desechos que generamos ha saturado a tal grado el medio ambiente que algunos científicos argumentan que, finalmente, hemos llegamos al punto de comernos nuestra propia basura, señala el doctor Gregorio Benítez Peralta, del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM, al analizar el trabajo del profesor Philipp Schwabl, de la Universidad Médica de Viena, quien recién confirmó la presencia de micropartículas de plástico en las heces fecales de ciudadanos de Finlandia, Italia, Japón, Holanda, Polonia, Rusia, Reino Unido y Austria, es decir, de gente que habita en rincones muy diferentes del mundo.

“Algo parecido se ha observado en animales como los chimpancés, pero este estudio es el primero realizado con humanos. Es prematuro aún suponer que lo observado en ocho personas se repetirá en los más de siete mil 700 millones de individuos del planeta, aunque esto es una señal de alerta que no deberíamos ignorar”.

Para el gastroenterólogo no es secreto que desde los inicios de nuestra vida estamos en contacto con este material. “Al menos desde 1900 se venden chupones de plástico para el biberón y durante mucho tiempo alimentamos a los bebés con estos implementos, sin considerar que en ellos había bisfenol A, un potencial disruptor endocrino. Tras descubrirse que el BPA podría afectar la cadena hormonal de los infantes la fórmula para fabricarlos se modificó; esto era ya un anuncio de cómo nos afecta este derivado del petróleo”.

Lo interesante de los resultados dados a conocer por Philipp Schwabl en octubre de 2018 —indica el universitario— es que vuelve a poner los reflectores sobre el problema que representa este contaminante para los ecosistemas y para la salud humana, y nos invita a reflexionar sobre el lugar que le hemos dado en nuestras vidas.

“Nuestra ropa es en gran parte poliéster y las bolsas que nos dan al hacer el supermercado, las cerdas de nuestros cepillos de dientes, los envoltorios de nuestra comida o las fibras de la alfombra que acabamos de pisar son de plástico, así que determinar en qué momento sus partículas llegan a nuestro organismo no es tarea fácil”.

En el estudio de la Universidad Médica de Viena se sugiere que los individuos analizados ingirieron estos residuos microscópicos a través de alimentos provenientes del mar, lo cual es una explicación coherente pues se calcula que en la actualidad hay 150 millones de toneladas de plástico en los océanos (a las que se suman ocho millones de toneladas cada año) y que en el Pacífico flota una isla de basura de 1.6 millones de kilómetros cuadrados, extensión que se asemeja peligrosamente a los 1.9 millones km² que tiene México.

Plástico por doquier

A decir del profesor Benítez, esta miasma se extiende por todo el orbe al grado de que en los hielos de la Antártida se observan ya estas micropartículas. “Su huella es palpable no sólo en los ecosistemas marinos; hay trabajos como los de Esperanza Huerta Lwanga, del Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente del Colegio de la Frontera Sur, quien ha detectado la presencia de plástico en las excretas de lombrices en el sureste mexicano.

“Estos se debe a la práctica de quemar basura, ya que tras la incineración los residuos van a parar al suelo, donde son ingeridos por estos invertebrados. Se ha observado que dichos animales pierden peso o mueren si consumen cantidades muy altas del material, lo cual repercute en la fertilidad de las tierras, pero también existe el riesgo de que lleguen a los estómagos de criaturas que hurgan en el suelo en busca de alimento, como las gallinas o los animales de pastoreo que solemos incluir en nuestra dieta”.

El estudio de la doctora Huerta Lwanga apareció en octubre del año pasado en la revista Scientific Reportsy en dicha publicación ya se advierte del riesgo de transferencia de plástico a través de la cadena alimenticia, pues también se hallaron micropartículas de este material en mollejas de pollo destinadas al consumo humano.

Y para quien piensa que para evitar que este contaminante llegue a nuestro tracto digestivo basta con no consumir carne, las noticias no son alentadoras: también se ha detectado su presencia en frutas como la uva y en plantas como el pápalo quelite, y existe la sospecha de que podrían estar en muchos otros cultivos debido a la extendida práctica agrícola de regar los sembradíos con aguas residuales.

“Falta determinar si estas partículas sólo pasan por el sistema de la planta, como cuando nosotros inhalamos aire sucio y lo exhalamos, o si se quedan ahí, haciendo del vegetal un portador del plástico”.

Cambiar hábitos y pensar en el futuro

El doctor Philipp Schwabl dio a conocer los resultados de su estudio en un encuentro realizado en los últimos días de octubre de 2018 en Monte Verità, Suiza, y señaló que los microplásticos, al llegar al sistema digestivo humano, son expulsados a través de las heces fecales; sin embargo, antes de concluir su presentación planteó: Ahora falta establecer si estos son eliminados total o parcialmente.

Sobre este punto, el profesor Benítez Peralta explica que si el contaminante sale limpiamente a través del excremento no representaría mayor complicación; no obstante, habría problemas si éste fuera absorbido por el intestino, filtrado al sistema circulatorio y de ahí pasara al hígado. “Hasta el momento no existe evidencia alguna de que esto ocurra, pero debemos investigar”.

Tras correr una batería de análisis, Schwabl encontró que los microplásticos más frecuentes en las deposiciones de los individuos de la muestra fueron el polipropileno y el tereftalato de polietileno (PET), los principales componentes de las botellas y las tapas de rosca. Ambos polímeros —argumenta el académico austriaco— tienen el potencial de remodelar la mucosa del intestino delgado, interrumpir la absorción de hierro y alterar las funciones hepáticas.

Asimismo, añade el doctor Gregorio Benítez, es preciso considerar también a las sustancias que pueden adherirse al plástico, como aceites, grasas u otro tipo de partículas, pues la capacidad de este material de comportarse como fómite y llevar al organismo elementos nocivos debería ser un aspecto más a tomarse en cuenta.

Sin embargo, en vez de caer en alarmismos el académico sugiere profundizar en los estudios, en especial, en los desarrollados en México, porque es muy factible que las características genéticas y culturales de nuestra población den pie a escenarios únicos.

“No se trata de morir de inanición o de dejar de emplear nuestros utensilios diarios, sino de promover un cambio de hábitos a fin de hacer que la presencia del plástico sea cada vez menor. Lo más importante es aprender a manejar y reciclar nuestros residuos de mejor forma. También el optar por el vidrio en vez de las botellas de PET y vasos de unicel, preferir las bolsas de papel a las de polietileno o las prendas de algodón al poliéster pueden promover ciertos cambios. Debemos ir generando conciencia al respecto y, eso sí, jamás pensar que las cosas son así y simplemente resignarnos”.