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No nos vamos a mover: los sismos de septiembre a través de 38 crónicas

Para la reportera Nelly Segura, la catástrofe y la esperanza sí pueden convivir en un libro, al menos en el que ella escribió, titulado No nos vamos a mover y que a través de 38 crónicas y una entrevista recoge cientos de historias que le fueron confiadas o que le saltaron al paso mientras cubría los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017 para la agencia Notimex. Todos los relatos retratan un lado muy humano de la tragedia y cada uno es una pieza que, al ser puesta junto a otra, ayudan a reconstruir la imagen de algo que se fracturó con el temblor.

“El terremoto del jueves 7 nos sorprendió casi a la medianoche. No sé si sea el instinto del periodista, pero sin pensarlo demasiado aproveché que el viernes era mi día de descanso y viajé al área más afectada. Veinticuatro horas después ya estaba en Juchitán, Oaxaca, y de inmediato me puse a hablar con la gente y a documentar. Parecía haber un desfase entre las redes sociales y los medios tradicionales, pues mientras las primeras hablaban de muertos y derrumbes, para los segundos todo parecía ser saldo blanco, o al menos al principio. Muy pronto se darían cuenta de la gravedad”.

El Servicio Sismológico Nacional publicaría después que este temblor había surgido en el Golfo de Tehuantepec, con 8.2 grados, convirtiéndolo en el más intenso de la historia moderna de México. Aviones militares comenzaron a llegar a la zona cargados de víveres y también de periodistas, quienes aprovecharon el “aventón” para trasladarse sin demoras, pues las carreteras estaban afectadas.

“Me fui sin avisar; por lo mismo, en cuanto pude le notifiqué a mi jefe que no necesitaba mandarme, pues yo ya estaba allá, trabajando. Fue una semana dura en la que recorrí varias localidades del Istmo como Unión Hidalgo o Salina Cruz, y muchos pueblitos cercanos a las lagunas. A donde iba abundaban las historias por contar”.

Así, la reportera acompañó no sólo a quienes dejaron de cocinar para su familia y comenzaron a hacerlo para la colonia entera, o a mototaxistas que a la par de su trabajo se volvieron repartidores de comida y recaderos, sino a deudos que debían ir, en un solo día, tres veces al panteón municipal de Juchitán para asistir a los entierros.

El cementerio Domingo de Ramos suele reunir a mucha gente en ciertas fechas, en especial durante el primer día de Semana Santa, pero en esta ocasión tanto movimiento no se debía a ninguna fiesta. El ir y venir durante esa semana llegó a ser tan constante que desde la entrada hasta las tumbas se observaban senderos de púrpura, formados por miles de frutas caídas de los árboles con el temblor y que fueron aplastadas por los dolientes en su deambular.

Nelly Segura estudió en la FES Acatlán, pertenece a la generación 2008-20012 y dice que al cubrir esta tragedia no sólo coincidió con muchos compañeros de la carrera, sino que era muy fácil detectar a quienes egresaron de la UNAM. “Hay muchos otros salidos de diversas instituciones que saben hacer lo suyo, pero la diferencia es que nosotros, al realizar nuestro trabajo, tenemos una visión social”.

La cobertura realizada por la joven de 30 años le ganó los premios Nacional de Periodismo (otorgado por el Club de Periodistas de México) y el Nacional de Comunicación (concedido por la Fundación José Pagés Llergo, en la categoría Periodista Solidaria).

“Sentía que esto debía tener una permanencia más allá de la nota diaria y así me decidí a escribir este libro, que contiene la misma información que publiqué en Notimex, aunque aquí es tratada de manera diferente, con cifras, datos y en orden cronológico”.

La estancia de Nelly en Oaxaca terminó cuando se le ordenó regresar para cubrir la ceremonia del Grito en la Ciudad de México y así, el 14 de septiembre salió de un pueblo donde hasta los sepulcros del camposanto mostraba los estragos del temblor con cuarteaduras tan notorias como las que había el ánimo de los 90 mil juchitecos que intentaban reconstruir su ciudad, pero no adivinaban cómo.

Donde un rayo golpea dos veces

“Cuando el temblor del 85 no había nacido, pero lo revivía cada año con los simulacros, por lo que estaba ahí, flotando en mi imaginario y en el de mi generación. La diferencia con el de 2017, pese a las similitudes, es que éste se convirtió en nuestro sismo, en uno que enfrentamos con nuestras herramientas y como bien pudimos”.

Al regresar de Juchitán, Nelly Segura no imaginaba que el caos e infortunio del que había escrito en Oaxaca se repetiría en casa debido a que, por una siniestra coincidencia, al conmemorarse 32 años del sismo que destruyó la capital, justo el mismo día y con seis horas de diferencia otro terremoto embistió a la Ciudad de México.

“¿Está temblando? —un parpadeo, dos. Inmovilidad para sentir el movimiento. Escalofrío—. Está muy fuerte. ¿Salimos? ¡Vámonos! ¡Salgan!”. Con estas palabras la reportera recuerda —en la página 67 de su libro— cómo se vivió aquel martes cuando las alarmas antisísmicas se dispararon en punto de las 13:40 horas. 

“Nos habían asegurado que los millenials eran la generación más apática y este evento nos demostró lo contrario; muy rápido los vimos en la calle coordinándose a través de sus celulares —cuando había señal— y buscando colaborar. No obstante, también salieron a flote muchas fallas, pues pese a que siempre nos repetían que estábamos preparados para afrontar un sismo de gran intensidad, no era del todo cierto. Edificios se cayeron por violar las normativas, hubo sitios donde sobraba la ayuda y otros en los que no había, y a veces la Marina Protección Civil y la Sedena triplicaban sus funciones”.

Sin embargo, para la autora lo destacable de esto es la valentía mostrada por la sociedad civil, que sacó la casta y se opuso a los militares y a la policía cuando querían meter maquinaria en sitios donde aún había esperanza de vida, que pasó noches en vela intentando rescatar al familiar de algún desconocido y que se dolía con la muerte de un extraño como si se tratara de uno de los suyos.

Como reportera, Nelly Segura estuvo en el colegio Rébsamen, en la fábrica de Bolívar y Chimalpopoca, en Santa Rosa Xochiac, en la Condesa o en Chimalpa, aunque uno de los episodios que más le impresionó fue el que tuvo por telón de fondo el edificio desplomado en la esquina de San Luis Potosí y Medellín, en la colonia Roma.

“Una chica llamada Karina le gritaba a su hermano con un megáfono, ‘¡aguanta Erick, aquí estamos y no nos vamos a mover de aquí hasta tenerte con nosotros!’. El muchacho no sobrevivió, pero tanto ellos como los rescatistas cumplieron su palabra y permanecieron ahí, hasta que recuperaron el cuerpo. Ése es el espíritu de quienes salieron a ayudar después del sismo y no se rindieron jamás, y ésta es la razón de que el libro se llame justo así: No nos vamos a mover”.

Las lecciones aprendidas

En la mañana del 19 de septiembre de 2017, el entonces jefe de Gobierno de la CDMX y hoy senador de la República, Miguel Ángel Mancera, desde la Plaza de la Solidaridad daba un discurso en recuerdo de las víctimas del sismo del 85. “Hoy la Ciudad de México está mucho más comprometida, se encuentra mejor preparada y es más resiliente para este tipo de acontecimientos”, arengaba frente a una bandera a media asta. Poco después tembló.

“Como él, nadie imaginaba que a las 13:14 horas se desafiarían sus palabras: ¿la ciudad está más comprometida? ¿mejor preparada? ¿más capacitada?”, pregunta Nelly Segura desde su libro, y para formular una respuesta buscó a Liliana Veloz Márquez, especialista del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), a quien da voz en la única entrevista incluida en el ejemplar.

“Lo que ella argumenta es que tras el sismo de 1985 aprendimos muy bien las máximas de no corro, no grito y no empujo, es decir, a desalojar los edificios con rapidez y a reaccionar en un primer momento, pero nos quedamos estancados ahí y no sabemos dar el siguiente paso, el que nos conduce a la reconstrucción”.

En opinión de la directora ejecutiva de la Red por la Rendición de Cuentas, tras el temblor se debió haber seguido una estrategia de tres etapas. “La primera consiste en atender lo inmediato y prodigar alimento y vestido, así como instalar albergues, fase en la que el país se ha quedado históricamente durante las emergencias. Lo que nos falta es un plan a mediano plazo para recuperar la normalidad en las zonas afectadas, y uno de reconstrucción, éste ya a largo plazo”.

A decir de Nelly, lo que la movió a escribir este libro fue la intención de que algo así no se olvidara, pues quería dejar constancia no sólo de la tragedia y capacidad de las personas para sobreponerse a ella, sino de las enseñanzas legadas por un evento de tales dimensiones.

Para la autora, es posible aprender tanto de los aciertos como de los fallos y para ello dedica un paréntesis a hablar de cuando el rigor periodístico desapareció en aras del rating y recrea el momento en el que supo de las dos Fridas (como en el título de pintura de Kahlo): la primera, una perra labrador de lentes y botitas azules, y la segunda, una niña atrapada bajo los escombros del colegio Rébsamen que llevaba por segundo nombre Sofía y cuyo rescate hubiera sido transmitido en cadena nacional por Televisa, de no haber sido porque la pequeña era ficticia y en realidad nunca existió.

Todo esto ha orillado a Nelly a reflexionar sobre su labor: “En lo personal, una de las enseñanzas que saco es que debemos ser invisibles, pues el reportero suele ser imprudente y a veces busca protagonismo, pero lo mejor es pasar inadvertido y no estorbar. En cuanto a la crónica, es un ejercicio de ver y escuchar que todos deberíamos practicar, pues mientras sepamos hacer las dos cosas, como periodistas siempre tendremos algo interesante qué contar”.