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Carta de estudiantes presos del 68 a Barros Sierra

Después de dos años del movimiento estudiantil de 1968, algunos estudiantes que participaron y fueron capturados por el gobierno seguían presos. Entre ellos estaban Luis González de Alba, Eduardo Valle Espinoza, Salvador Martínez della Rocca y Gilberto Guevara Niebla. Desde su prisión escribieron una carta al rector Javier Barros Sierra quien estaba por terminar su administración al frente de la UNAM.

Al respecto, Cristina Barros, hija del exrector, explicó que los jóvenes al vivir tras las rejas, reflexionaron y entendieron mejor a Barros Sierra.

¿Qué ocurrió? Barros Sierra estaba entre dos fuegos, por un lado tenía un gobierno que quería reprimir dentro de la Universidad (situación que no estaba dispuesto a aceptar) y por el otro, tenía un movimiento radical de jóvenes que también ponía en riesgo a la Máxima Casa de Estudios.

En uno de sus párrafos se lee: “Usted nos dio una lección de juventud al actuar como actuó, y nos unimos en la rectitud, y por lo tanto, estamos en el mismo camino”.

De acuerdo con Cristina Barros, esta carta significó mucho para su padre, porque se sintió entendido por los jóvenes. Ellos se dieron cuenta de que iban por el mismo camino y lo reconocieron. Se trató de un reconocimiento que seguramente para Javier Barros Sierra fue muy importante.

Finalmente, entendieron el costó, que para el rector fue brutal y para los jóvenes significó la cárcel. “Saberse entendido cuando uno ha puesto toda su mejor voluntad en lo que ha hecho y que le dijeran tanto usted como nosotros podremos ver a nuestros hijos a la cara, hemos actuado como hemos debido y estamos con la frente en alto, fue lo mejor”.

El 68

Sobre el movimiento, Cristina Barros detalló que no se terminó el 2 de octubre, sino que siguió porque los estudiantes trataron de reconstruirse. Muchos de ellos habían salido de las aulas para acudir al campo y hacer trabajo social. Así platicaron con las personas y escucharon sus necesidades.

De hecho, hubo escenas de verdadera guerrilla urbana, donde estudiantes y personas de algunas colonias se unieron. Un ejemplo fue la defensa del Casco de Santo Tomas.

Algo muy significativo, es que el movimiento del 68 se mantuvo con lo que la gente donaba en los boteos que los estudiantes hacían en las calles y en los camiones. Eso quiere decir que había una simpatía por los jóvenes y lo que hacían.

Esto fue no sólo porque los padres se identificaban con ellos, porque de alguna forma eran sus hijos, sino porque ya había un hartazgo en relación con la represión y la forma de conducir el país.

Ese contenido de lucha por la justicia se conservó en todos nosotros, agregó la entrevistada. La característica de la generación del 68 es la lucha por un país más justo y que no haya la brutal desigualdad que existe en México, concluyó.

 

Carta de Luis González de Alba, Eduardo Valle Espinoza, Salvador Martínez della Rocca y Gilberto Guevara Niebla a Javier Barros Sierra. 

2 de mayo de 1970

Estimado señor rector:

Nunca antes de hoy creímos necesario dirigirnos a usted; en parte porque no nos parecía estrictamente indispensable; pero principalmente porque es difícil expresar por escrito y con el debido equilibrio: respeto, cordialidad, y al mismo tiempo independencia. Los extremos en las diferentes actitudes usted los conoce por propia experiencia. Sin embargo, ahora nos sentimos obligados a comunicarle algunas de nuestras opiniones personales, no porque sean nuestras, sino porque son el reverso de una misma moneda: después de todo compartimos una de las experiencias más dramáticas en la conducción de un país que es nuestro, aunque se intente negarlo.

Se ha dicho que en 1968 cayeron muchos mitos y es verdad; pero todos los que se señalan son externos, pertenecen al mundo de la política, la economía, la administración y a otros más. No hemos dicho que los jóvenes también estábamos creando una nueva mitología y el valor que dábamos a la juventud, como simple edad cronológica, era uno de los muros que más pronto podían habernos aislado en esquemas tan rígidos como los que deseábamos romper. Ahora los jóvenes sabemos que para serlo no basta tener 20 años; sino también, muchas de las cualidades también que caracterizan al rector de 1968 y que ahora, puede decirse, también caracterizan a la Universidad actual.

Por muy distintos caminos, y aunque algunos hayan iniciado el recorrido más temprano, los hombres encuentran en un punto común, en un cruce de caminos: la rectitud. No es la primera vez que una causa justa unas personas que obran de buena fe más bien es la frecuente.

Tampoco queremos decir que hayamos compartido todas las opiniones; ni usted ni nosotros lo hubiéramos deseado, pero hasta en las mayores discrepancias pudieron superarse y no nos convirtieron en oponentes. Más bien era como cuando surgen dificultades familiares: basta que un tercero ataque a una de las partes para que desaparezca todo desacuerdo.

En estos días en que la demagogia y la vulgaridad parecen haber perdido todo escrúpulo; ahora que arbitrariamente se señalan fronteras a los héroes  —como si Lincoln, Bolívar, Martí y Juárez, pertenecieran únicamente a su país de origen—, ahora que el lenguaje quisiera negar los hechos que ensombrecieron a nuestro país, y parece seguirse la conocida tesis de que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, en medio de este triste espectáculo usted nos hizo pensar, con su breve intervención ante los arquitectos, que seguimos siendo los mismos, tanto usted como nosotros y que no retrocedimos y fuimos vencidos; algunas batallas pueden perderse, pero aunque las ultimas hayan costado tanto, de ninguna manera fueron definitivas.

Ya antes habíamos comprobado juntos que los insultos lanzados al amparo del poder, la cárcel y la persecución son las verdaderas condecoraciones de todo hombre libre; usted nuevamente viene a confirmarnos que no todo es sumisión ni alabanzas ante los poderosos; para tratar los problemas nacionales las adulaciones no sólo salen sobrando, sino que, en el futuro, siempre adquieren toda su desproporcionada y grotesca magnitud. Si sabemos de países donde los padres no pueden ver de frente a sus hijos por temas a encontrar la pregunta; ¿y tú que hacías entonces?; también sabemos que los jóvenes en el nuevo sentido del término, no tendremos de que avergonzarnos.

Esta es la otra cara de la moneda, tal vez distinta de la que usted vivió, pero inseparable de ella. Es necesario decirlo porque con su labor en la rectoría termina un periodo que tuvo para todos una importancia que aún no podemos apreciar. No queremos decir con esto que se acabe una lucha que apenas empieza, sino que, en el recuerdo, que es lo que importa en cada hombre, en el recuerdo y en el afecto, se cierra un capítulo y se abre otros.

Estamos convencidos de que, aunque usted va por su camino y nosotros por el nuestro no sólo nunca estaremos en campos enemigos, sino que nos seguiremos encontrando en circunstancias similares.

Reciba un abrazo muy cordial y los mejores deseos para que su salud siempre sea buena.

Luis González de Alba, Eduardo Valle Espinoza, Salvador Martínez della Rocca y Gilberto Guevara Niebla.