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Posponer el Nobel de Literatura muestra una guerra por los derechos de las mujeres

Con excepción de 1935, que fue un año de paz, las demás ocasiones en que no hubo Premio Nobel de Literatura se debieron a la primera y segunda guerra mundiales; que este 2018 el galardón haya estado a punto de cancelarse (en realidad se pospuso) como consecuencia de las denuncias de acoso sexual al interior de la Academia Sueca nos muestra que vivimos otra guerra mundial, aunque ahora por los derechos de las mujeres, señaló la doctora Hortensia Moreno Esparza, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).

Bajo la bandera del movimiento #MeToo, 18 afectadas acusaron al dramaturgo Jean Claude Arnault —esposo de Katarina Frostenson, integrante de dicha institución— de conductas lascivas, lo que ha provocado un descrédito nunca visto en la Svenka Akademien. Y no es que no se supiera de casos así en el pasado, pero la normalización de estas actitudes hacía que estos incidentes fueran minimizados y solapados. Que hoy escándalos similares como el del productor de cine Harvey Weinstein o el del profesor Marcelino Perelló provoquen tal repulsa son señal de una transformación de conciencia a nivel global, argumentó la también directora de la revista Debate feminista.

“Que este tipo de personajes caigan de manera tan estrepitosa y mediática es un mensaje, el de que las reglas entre hombres y mujeres ya no son iguales y que es preciso pensar en otros escenarios, porque lo que era válido antes no lo es más. La exhibición de estos hombres es ejemplo de que los tiempos están cambiando”.

A decir de la docente, esta modificación es notoria y viene impulsada por las nuevas generaciones. “Las jóvenes de hoy son muy diferentes a las de hace cuatro décadas, pues crecieron cuando el feminismo ya permeaba en la vida social. Las mujeres han conquistado lugares en cada ámbito posible y muy aceleradamente; sólo basta ver la matrícula de la UNAM, pues pese a sus más de 500 años de historia, no fue sino hasta el año 2000 cuando las estudiantes alcanzaron en número a los hombres, y a la fecha ellas son más”.

Para la académica, esto ha provocado replanteamientos profundos en la misma Universidad, que antes era más permisiva con el hostigamiento, y con frecuencia evitaba sancionar a los agresores bajo la estrategia de convencer a las afectadas con el argumento de “no denuncies, ¿acaso quieres dañar a tu alma máter? Ya de por sí nos golpean, ¿quieres que lo hagan más?”.

Afortunadamente, la UNAM ha adoptado protocolos muy estrictos a fin de evitar este tipo de conductas vejatorias, además de que ya no es inusual ver a alumnas manifestarse afuera de los salones de los profesores señalados por acoso, incluso haciendo sonar percusiones, para dejar claro que no tolerarán ese tipo de actitudes.

Quizá no sorprenda escuchar de acoso y abuso sexual en Hollywood, pues desde siempre ha habido todo tipo de rumores respecto a la farándula, pero constatar que esto tiene lugar en ámbitos de gente culta y educada como las universidades, la Academia Sueca o incluso en organizaciones dedicadas a causas humanitarias y altruistas como Oxfam o los Cascos Azules de la ONU, da testimonio de que no hay entornos impolutos.

“En todos lados hay quien acosa y hostiga y la indignación y las movilizaciones provocadas por esto transmiten un mensaje claro, el de que ningún agresor tiene asegurada la impunidad, incluso si se escuda en el prestigio de una de estas colectividades”.

Internet y la democratización de las voces

En una de las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer en Argentina, una de las pancartas llamó la atención de la profesora Moreno Esparza, pues en esta se leía: “Esto no es una revolución, es que todas tenemos la regla”, lo cual, para ella, es la mejor descripción de cómo han ido cambiando los escenarios.

“Eso es una forma irónica de decir que esto sí es una revolución y que ya nada la detiene. Lo que hay detrás de esa frase es una manera un tanto provocadora de decir que estamos en el umbral de una transformación de las costumbres humanas”.

Es un poco lo que proponía Norbert Elias en su libro El proceso de la civilización —dijo—, donde el alemán expone que si atestiguáramos hoy las costumbres sexuales, corporales y domésticas de la Edad Media, nos causarían repugnancia e incluso arcadas.

“Que algo pase de ser aceptado a provocar asco implica cambios sociales de largo plazo, pues no es que el humano sea de una manera determinada, hay toda una formación cultural que hace que algo nos cause emociones adversas. Si revisamos la historia veremos que hay conductas aceptadas en un momento que más tarde generan aversión espontánea. Quiero creer que las siguientes generaciones interiorizarán esto y sentirán náuseas sólo de escuchar cómo se comportaban los hombres con las mujeres por vestirse de tal o cual forma o por el mero hecho de caminar solas por la calle”.

Pero la revolución ha comenzado, subrayó Hortensia Moreno, y las redes sociales y los hashtags han sido cruciales para esto, pues todavía en el siglo pasado los grandes vehículos de la información estaban en manos de los hombres, es decir, los libros, el periodismo y las narrativas audiovisuales, y lo que ahí se expresaba tenía un sesgo marcadamente masculino. Esta disparidad se hace evidente incluso en espacios pretendidamente abiertos a las ideas, como la Academia Sueca, que ha concedido el Premio Nobel de Literatura en 110 ocasiones desde 1901, pero sólo en 14 ocasiones a una mujer.

“Y sin embargo, este monopolio masculino vino a fracturarse con el uso masivo del internet, pues la red implica una democratización de todo, hasta de la estupidez si se quiere, y también de muchas otras cosas y por ello una multitud de mujeres están aprovechando estos espacios para plasmar su punto de vista y dar a conocer una historia que coexiste y contrasta con otra aún hegemónica y narrada por los hombres, pero que ha dejado de ser la única”.

Por ello, para la universitaria en vez de minimizar lo acontecido en la Academia Sueca y replegarlo a las páginas interiores de los diarios, debemos verlo como algo que enciende focos rojos, aviva el debate y nos obliga a pensar en cómo tomar nuevos senderos. “Para ello es preciso trabajar ordenadamente y entre todos, bajo la convicción de que la igualdad entre sexos es un imperativo social y cultural, y un primer paso es zanjar brechas dondequiera que se presenten”.

Sobre el tema, Hortensia Moreno señaló que aunque hay cosas que todos sabemos que están mal, tendemos a pasarlas por alto, como la disparidad salarial, la inequidad en el acceso a puestos de mando e incluso la desproporción en cuanto a información publicada, como evidencia el hecho de que 90 por ciento de quienes redactan los artículos de Wikipedia son hombres y, em consecuencia, hay cuatro veces más entradas sobre personajes masculinos que femeninos.

“Todo esto debe cambiar y las buenas noticias son que estamos viviendo esa revolución, aunque ello implica oponernos a una gran cantidad de factores y fuerzas sociales, así como replantearnos muchas cosas. Ya estamos en ese camino, no hay retorno y veo que no será fácil, pero a decir verdad, ¿cuándo lo ha sido?”.