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El Jardín Botánico de la UNAM, oasis en la ciudad para aves y sonidos de la vida silvestre

 Omar Páramo

 

Al hablar del Jardín Botánico de la UNAM, algo que pocos mencionan es que este lugar es el último santuario donde se pueden escuchar los sonidos de la vida silvestre en lo que era la Cuenca del Valle México, expuso Esaú Toaki Villarreal, experto en bioacústica.

El joven egresado de la FES Zaragoza y quien colabora con el Museo de Zoología de la Facultad de Ciencias, en la Colección Nacional de Cantos, explicó que por sus características, éste es uno de sus lugares favoritos para grabar los sonidos de la fauna a fin de llevar un registro sonoro de la biodiversidad del país.

El Jardín Botánico fue fundado en 1959 y es el segundo jardín botánico más antiguo del país. Actualmente forma parte de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (Repsa) y fue pensado para albergar a la flora endémica del país, “pero uno de los fenómenos más interesantes es que la diversidad vegetal ahí concentrada ha creado un espacio idóneo para que se reproduzcan todo tipo de aves”, expuso Villarreal.

Según los últimos cálculos, en este espacio habitan cerca de 90 especies que se suman a las 148 repartidas por la Repsa y que equivalen al 45 por ciento de todas las que habitan en la Ciudad de México, agregó el también integrante del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS).

Otro aspecto a considerar es que este jardín —bajo custodia del Instituto de Biología de esta casa de estudios— también es un punto en el que varias especies migratorias hacen una pausa y recuperan fuerzas para proseguir con su camino, por lo que la ubicación del JB no sólo es estratégica, sino crucial para preservar la fauna en Latinoamérica, subrayó.

Un espacio amigable para especies improbables

Como estudiante, uno de los primeros lugares que visitó Esaú para realizar avistamientos y grabar el canto de las aves fue el JB, y el segundo ejemplar del que logró registró fue el de un cardenal. El entonces joven estudiante llevó sus anotaciones a uno de sus profesores y éste quedó sorprendido, pues estos animales habitan a lo largo del Golfo de México y en la península de Baja California, pero no en la capital de la República y mucho menos a estas alturas.

“Pero la evidencia estaba ahí y no tardamos mucho en darnos cuenta de lo que había pasado. Debido a que estos pájaros son animales con un hermoso canto y un color rojo sumamente vistoso, suelen ser vendidos como aves de ornato. Creemos que algunas de ellas escaparon y encontraron en el Jardín Botánico las especies vegetales que usarían para sobrevivir en sus hábitats naturales y, con estos recursos a mano, hallaron un lugar en el cual prosperar”, comentó.

Así, el Jardín Botánico es el único lugar en el que es posible observar cardenales en libertad y probablemente esto se repita con otras especies. “Por eso al visitar este lugar lo mejor es mantener los ojos muy abiertos y los oídos atentos, con suerte podríamos observar a otra especie improbable abrirse camino y sobrevivir en medio de la mancha urbana”, concluyó.