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El estrés de vivir en ciertos ambientes favorece enfermedades no transmisibles

Somos un reflejo de nuestro ambiente y si vivimos en uno deteriorado o amenazante estaremos más propensos a padecer enfermedades no transmisibles (ENT) como diabetes, obesidad o hipertensión, pues lidiar con entornos adversos genera estrés crónico y éste, a su vez, favorece dichas afecciones. No obstante, la medicina convencional suele obviar esto y, por lo mismo, soslaya la repercusión del medio en los organismos, señaló Edgar Gaytán Ramírez, académico de la chilena Universidad de Concepción y doctor por la UNAM.

Sobre cómo surgió su interés en el tema, el antropólogo indicó que todo se remonta al sábado 27 de febrero de 2010, cuando un sismo de 8.8 grados en la escala Richter sacudió a Chile y provocó un tsunami que dejó dos millones de damnificados, muchos de los cuales se concentraron en villorrios formados por casas de madera mejor conocidas como “doble agua”. Como hicieron miles de ciudadanos entonces, Gaytán se ofreció a apoyar a los desplazados.

“Al trabajar con estos grupos, integrados por personas resignadas a no poder reinstalarse en espacios más dignos, comencé a notar un deterioro en su salud y un aumento en los casos de hipertensión, diabetes y trombosis, es decir, males ligados al estrés, la incertidumbre e indefensión que sentían a diario. De inmediato vi que era factible ahondar en esto echando mano de otras disciplinas, pero tomando como eje mi profesión: la antropología física”, expuso.

A un lustro de aquella tragedia, Edgar Gaytán se desplazó a México a fin de estudiar este fenómeno y, para sacar adelante su indagatoria, eligió una zona periférica de la CDMX vulnerable tanto social como ambientalmente, con asentamientos golpeados con recurrencia por las inclemencias naturales: el municipio Valle de Chalco Solidaridad.

“Los colonos de la región viven en una tensión diaria, la cual se dispara cada que llueve, pues saben que basta con un chubasco para que el canal Río La Compañía se desborde y que su afluente arrase con hogares e incluso provoque pérdidas humanas”, añadió.

A esta amenaza permanente se suma la indolencia de la autoridad, como denunció uno de los habitantes del lugar al ser entrevistado por Gaytán: “Los gobernadores nos echan la culpa por vivir aquí, o sea, somos culpables de inundarnos. Ellos no se responsabilizan”.

Al respecto, el investigador apuntó, “si esto es lo que viven a diario, ¿cómo no van a estar sometidos a una incertidumbre y ansiedad constantes y derivadas del ambiente? A la larga, esto se refleja en un incremento de casos de hipertensión, diabetes o depresión, en particular después de los 40 años, edad en la que suelen manifestarse las enfermedades no transmisibles”.

Los riesgos del estrés crónico

De visita en el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM, el académico refirió que el estrés es una respuesta del cuerpo ante las amenazas, aunque advirtió que lo que ya no es natural es cómo ciertas condiciones socioambientales hacen que las personas lo padezcan por periodos tan prolongados.

“Como mamíferos, ante estímulos estresantes nuestro cuerpo nos capacita para luchar o huir. En estos casos el organismo genera catecolaminas y glucocorticoides, hormonas que permiten liberar glucógeno y activar los músculos a fin de escapar o dar pelea. A los animales esto les ayuda a salir rápido de una situación de emergencia, pero con los humanos la situación es distinta”.

Justo tres semanas antes del terremoto de Chile, el 4 de febrero de 2010, el canal Río La Compañía se desbordó debido a los fuertes chubascos y sumergió en aguas negras a diversas colonias del Valle de Chalco. Algo similar había acontecido en el año 2000 y lo mismo se repitió en 2011, en la misma zona y por las mismas razones.

¿Cómo reaccionan los habitantes de la zona a este déjà vu? Debido a que esto se asocia a la lluvia, la gente del lugar se ha condicionado y ante un evento pluvial comienza a experimentar ansiedad y a temer la aparición de aluviones que pongan en peligro su vida y patrimonio. Así, lo que inició como un estrés agudo, a fuerza de repetirse termina por ser inducido psicológicamente y volverse crónico, acotó Gaytán.

“Tras la inundación me dio colitis nerviosa; me proporcionaron medicinas, pero el doctor nunca me dijo de qué se trataba”, comentó una colona del Valle de Chalco al ser entrevistada por el académico.

“De manera independiente a la carga genética de cada individuo, el estrés crónico incide a nivel metabólico y suele ligarse con la presencia de colesterol alto, una densidad baja de lipoproteínas de alta densidad, glucosa elevada, un aumento en los triglicéridos, disminución de los niveles de insulina y obesidad, lo que hace evidente que vivir en ambientes difíciles deteriora en la salud”.

La vulnerabilidad tiene muchos rostros

Para Gaytán es indudable que, por sus efectos en la calidad de vida, el estrés psicosocial debe ser visto como un factor de vulnerabilidad y para sustentar su argumento comparó los niveles de tensión de los habitantes de dos colonias de Valle de Chalco (El Triunfo y Unión de Guadalupe) con los experimentados por los residentes de otros dos asentamientos, aunque estos enclavados al sur la CDMX (Ejido Viejo de Santa Úrsula Coapa y Vergel del Sur).

“Debido a las diferencias en cuanto a percepciones económicas, nivel de estudios o susceptibilidad ante eventos climáticos, el segundo grupo fungió como población de control”, subrayó el docente, quien recién obtuvo el grado de doctor por la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.

Como parte de su indagatoria, el académico aplicó una prueba psicométrica para valorar el estrés en 164 individuos de las cuatro colonias. En dicho estudio, invariablemente, los habitantes de Chalco registraron los índices más altos.

A fin de establecer como esta condición favorece el deterioro de la salud, Gaytán cruzó datos y, mediante diversas fórmulas, calculó los porcentajes de riesgo cardiovascular entre los habitantes de ambos grupos (a partir de la intensidad de los estresores socioambientales).

Una vez más las cifras volvieron a ser consistentes, pues el riesgo derivado de la presencia de ENT como diabetes, hipertensión u obesidad mórbida resultó de 63.7 por ciento para los chalquenses, contra un 36 por ciento para los colonos del sur de la CDMX.

Sobre los resultados obtenidos y su implicación en el entendimiento de temas tan complejos, Gaytán explicó que estos trabajos revelan los alcances de la antropología física y cómo, al adoptar nuevas herramientas, ésta arroja luz sobre problemáticas actuales.

“El fin de esta disciplina, que es trazar puentes entre la naturaleza biológica y cultural del humano, es fundamental para comprender fenómenos tan imbricados como el efecto del ambiente sobre la salud y la aparición de enfermedades en distintas poblaciones”, concluyó.