Aquí puedes ver el especial de Tatuajes.
En una entrada de Sanborns de Perisur, un joven trajeado promueve algún producto que se vende en la tienda del tecolote. Los lóbulos perforados de sus orejas, cuelgan vacíos, sin los aretes.
En una plaza de Coyoacán, algunos jóvenes meseros de un comedero de hamburguesas gourmet y cerveza de barril, llevan a la intemperie tatuajes en los brazos.
En 2007 se aprobó la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México. En algunos centros de trabajo la ley se acata, en otros se discrimina a quienes han modificado su cuerpo con tatuajes, perforaciones o escarificaciones. O son aceptados si ocultan o se quitan elementos identitarios visibles.
Para la socióloga Gabriela Alemán Cuevas los tatuajes son como los lunares u otra característica física que identifica a un joven como alguien único.
Para ella, ¿qué importa que no sean de nacimiento? “Eso es lo interesante de los tatuajes: uno puede decidir tener un lunar más en el cuerpo”.
Cuando uno o una se aplica para un trabajo o para verse mejor, se viste formal o se maquilla, pero maquillarse un tatuaje es ilógico para la egresada de la UNAM.
¿Qué pasa cuando este cuerpo tatuado de jóvenes debe presentarse en un campo diferente a lo universitario? Para Alemán Cuevas es preocupante que jóvenes tatuados tengan que cubrir características que los identifican como sujetos con identidades propias, variadas y distintas, y que están provistos de capital cultural, lo que los define a ellos y a su historia.
Algunos jóvenes tatuados en brazos, para evadir el filtro laboral, se presentan con camisa de mangas largas, agrega la autora de El tatuaje como factor de discriminación laboral contra jóvenes en el Distrito Laboral, investigación que presentó como tesis de licenciatura en 2015.
El repudio de jóvenes y de parte de la sociedad a la discriminación laboral por tatuajes y perforaciones se expresó en una revuelta en la web en 2011, con una campaña en Facebook llamada “mi capacidad no es tatuada, es demostrada”.
Es preocupante también para Alemán Cuevas que los repetidos comentarios preexistentes (no son de fiar, son irresponsables, malandros…) sobre personas tatuadas y/o perforadas, de familiares, amigos y personas que han contratado a tatuados, inhiba en jóvenes esta práctica cultural milenaria.
Creencias recolectadas pesan muchas veces más que la ilegalidad de la discriminación laboral a la que se ven expuestos los jóvenes tatuados, lamenta la socióloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Normas sociales y estereotipos construidos por la sociedad a través de la historia, agrega, siguen cimentando el estigma, incluso la criminalización hacia los jóvenes tatuados y/o perforados.
Sostiene que el camino más fácil para algunos empleadores, es evadir a este tipo de jóvenes, que concederles las oportunidades laborales que merecen, a pesar de su apariencia física distinta a la que aquéllos están acostumbrada.
Hay también, enfatiza Alemán Cuevas, “una barrera imaginaria que los propios jóvenes construyen frente a ellos y el ámbito laboral”, debido a que la idea de discriminación laboral se reproduce y persiste por las experiencias previas y compartidas sobre entrevistas de trabajo y ya en el desempeño laboral.
Reconoce, como lo muestra su investigación, que así como la sociedad ha aceptado gradualmente el uso de tatuajes y perforaciones, en algunas empresas hay “más flexibilidad”, ya que es posible trabajar “con la condición de no mostrar los tatuajes”.
Aun así, insiste: borrar u ocultar un tatuaje o quitarse aretes y piercings por motivos laborales (para ser contratado, ascender de puesto, no ser despedido o removido) promueve y reproduce la idea de discriminación laboral por la apariencia: la capacidad para ejercer una profesión no depende del cabello largo o de los tatuajes que lleva uno, puntualiza la socióloga universitaria.